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Lunes, 30 de septiembre de 2002

CONTRATAPA

Un campeón sin corona

Pat Ewing, uno de los 50 mejores de la historia de la NBA, que nunca ganó el título, se retira para trabajar junto a Jordan.

Por Alberto Cabello *
Desde Nueva York

Se acabó la carrera de uno de los mejores pivotes de la NBA. Más de 20.000 puntos, 11.000 rebotes, 11 veces “All Star”, dos oros olímpicos y un título universitario. “Sí, el gran Pat Ewing, miles de puntos, rebotes y tapones, pero ningún anillo de campeón”, resume de forma punzante un aficionado del New York Knicks sobre la trayectoria del jugador que más veces ha vestido esa camiseta. ¿Qué unidad de medida calcula la grandeza de un basquetbolista? ¿Pesan más los méritos individuales que los logros colectivos, o viceversa? El debate fluye por la Gran Manzana, donde Ewing, nacido en Jamaica hace 40 años, pasó 15 de sus 17 temporadas como profesional.
Uno de los damnificados por la gloria de Michael Jordan, aparentemente, se ha dado por vencido y ha renunciado al sueño de lograr un título. Ya le ocurrió a Charles Barkley, y si un imprevisto no lo remedia, le sucederá, más tarde o más temprano, a la eterna pareja del Utah Jazz, John Stockton y Karl Malone. Ewing, Barkley, Malone y Stockton fueron elegidos en el racimo de los 50 mejores jugadores de la historia de la liga profesional y siempre tendrán un casillero en blanco en su historial. Ya en 1982, un tiro de Jordan en el último segundo dejó a Ewing sin un campeonato universitario. Luego, entre los profesionales, cinco enfrentamientos en play-off entre los Knicks y los Bulls, siempre con el mismo resultado.
En 1985, su llegada a la NBA se auguraba como el inicio de una nueva era. Venía a recoger la antorcha que en su día portaron Wilt Chamberlain y Bill Russell y que estaba a punto de entregar Kareem Abdul Jabbar. La historia de la liga profesional está parcelada por sus grandes pivotes, Ewing era el continuador de la saga. El gigante que iba a marcar una época. Elegido número 1 del draft, la ciudad recuperó la ilusión por un equipo que desde 1973 no ganaba un título. En el ecuador de los 80, ni los musicales de Broadway ni ningún otro evento deportivo eran tan atractivos como el baloncesto. Bruce Springsteen, Meg Ryan o Spike Lee no encontraron nada mejor que hacer en Nueva York que ir al Madison.
Pero por múltiples razones, el título nunca llegó. La directiva no encontró otra estrella que acompañara al pivote, su Scottie Pippen o Kobe Bryant particular. Woody Allen sostuvo esta tesis, en un artículo publicado en la prensa neoyorquina, tras confirmarse el traspaso de Ewing al Seattle Supersonics. La gran esperanza fue la llegada de Rolando Blackman, pero una lesión en la espalda no le permitió ser su media naranja.
La estrella universitaria no fue el mismo que jugó en la NBA. Buen reboteador y decente tapador, no fue todo lo dominante que se esperaba. Sobresaliente en el tiro y en su rapidez de movimientos, carecía, para los expertos, de una virtud imprescindible para un jugador de sus características: visión de juego en el dos contra uno.
Dos finales sin premio en 15 años. El público del Madison se hartó, y volcó toda su frustración en Pat Ewing. Se le acusó de egoísta, de maquillar su aporte individual a costa del perjuicio del equipo. En definitiva, que tiraba demasiado al aro. Sus detractores se nutrieron de argumentos favorables en los play off de 1999. Con Ewing lesionado, el equipo llegó hasta la final ante el San Antonio Spurs. “Somos mejor sin él”, decían. Todo desembocó en su traspaso al Seattle Supersonics en el verano de 2000.
Hizo falta que Patrick Ewing dejara los Knicks para que se le reconocieran tantos años de esfuerzo. En su regreso al Madison, el público ovacionó, durante dos minutos, al jugador que hizo todo lo posible por darles un título, al hombre que sumergía sus rodillas en enormes cubetasde hielo para calmar el dolor de sus articulaciones. “Me voy en paz. No gané un título pero hice todo lo posible para lograrlo”, se sinceró Ewing en su despedida.
A partir de ahora, inicia una nueva etapa como entrenador asistente de su peor enemigo. Ewing será técnico de Michael Jordan, en el caso muy probable, de que el mítico jugador cumpla el año de contrato que le resta en Washington.

* El País de Madrid.

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