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Lunes, 24 de febrero de 2003

Volvió el Viejo Tyson

El llamado Rinoceronte Negro, Clifford Etienne, lo fue a buscar a su terreno, la lucha franca, y duró 51 segundos. Con una definición “de las de antes” en el mismo The Pyramid de Memphis donde perdiera ante Lennox Lewis, Mike Tyson, a los 37 años, logró su 44º nocaut y el 22º en el primer round. Impresionante. No está muerto quien noquea.

Por Daniel Guiñazú

Volvió Mike Tyson. El boxeador más comercial del último cuarto de siglo y el definidor más excitante que haya tenido la categoría pesado en mucho tiempo reapareció cuando menos se lo esperaba y cuando todos lo daban por terminado. Volvió Mike Tyson. Imponiendo su ley, la del más fuerte. Con su instinto de noqueador intacto como si nada hubiera pasado y con su mente limpia, libre de condicionamientos. Volvió Mike Tyson, demoledor y salvaje, con una victoria como las de antes, a su imagen y semejanza.
Pocas veces una pelea tan breve deja tanto para analizar. Apenas 51 segundos de acción le demandó al “Hombre de Acero” acabar con Clifford Etienne en el mismo escenario de su derrota ante Lennox Lewis (el estadio The Pyramid de Memphis, Tennessee). Y aunque no mucho se le podía exigir a Etienne, tampoco era un boxeador descartable. Su record hasta ayer de 24 triunfos, 17 por fuera de combate, 1 derrota y 1 empate, era bueno aunque no abundante en nombres destacados y su posición en los rankings internacionales (11º para el Consejo, 7º para la Federación y 3º para la Organización) era expectante aunque no de primera línea. Casi podía considerárselo como un probador ideal para este tramo final de Tyson, a punto de cumplir 37 años. Por eso vale el triunfo. Si Tyson no hubiera estado todo lo bien que estuvo, si hubiera estado tan mal o peor quizás que contra Lewis, Etienne lo hubiera complicado en serio y hasta hubiera podido ganarle.
Pero Tyson no dejó pasar la oportunidad. Con un peso de 102,350 kg, cuatro kilos por debajo del que registró ante Lewis, y con su tatuaje maorí rodeándole su ojo izquierdo como presagio guerrero, se lo vio tan fuerte y tan veloz como la mejor de sus versiones, aquella que entre 1985 y 1990 lo convirtió en un ser invencible. Es cierto: la escasa duración del combate impidió saber si estaba o no bien preparado y si su organismo registraba vestigios de la bronquitis que, supuestamente, a punto estuvo de provocar su deserción. Y como no tiene sentido preguntarse ahora qué pudo haber pasado si la pelea se extendía y Tyson tenía que poner en juego sus reservas de energía, habrá que ir a lo que sucedió, que fue poco pero muy sustancioso.
Etienne (101,040 kg) no hizo aquello que más suele complicarlo a Tyson. No salió a durar caminando el ring y extendiendo su izquierda en jab a modo de contención. Optó por prenderse, por jugarse su suerte a todo o nada en un cruce. En una palabra, peleó a la manera de Tyson. Y Tyson en su salsa todavía es imparable por más que el paso inexorable del tiempo y los antidepresivos consumidos puedan haberle mellado su otrora bestial agresividad. Tan descontrolado estaba Etienne que en un clinch terminó rodando por el piso, abrazado a “Iron Mike”. Cuando se levantaron y en medio de un ritmo de combate que ya era frenético, Tyson lanzó un cross de izquierda que Etienne hizo pasar de largo, haciendo cintura y agazapándose. Etienne se incorporó pero dejó desguarnecido su mentón. Y hacia allí dirigió Tyson su gancho de derecha. La mano estalló en la quijada del “Rinoceronte Negro” y lo mandó de espaldas a la lona, donde totalmente vencido, escuchó el out del árbitro Bill Clancy cuando al minutero le restaban todavía nueve segundos para completar su primer giro. Fue la 44ª victoria de Tyson por nocaut de su carrera y la 22ª en el primer round. Impresionante.
¿Cómo considerarlo a Etienne? ¿Guapo o suicida por haber elegido pelear como peleó?. En principio, no pareció atinado su esquema. Suponer que en el “dame que te doy” se lo puede quebrar a Tyson, implica una gran subestimación a Tyson y una gran sobreestimación de las propias posibilidades, todo al mismo tiempo. Aunque venido a menos, lo último que Tyson puede llegar a perder es su potencia, sobre todo en los tres primeros asaltos. Además, cualquiera que haya visto las últimas performances del “Hombre de Acero” debería saber que nada lo molesta más que una pelea lenta, de ritmo entrecortado, que ponga de manifiesto susproblemas para concebir y ejecutar con rapidez y su carencia de variantes tácticas para desequilibrar con algo más que no sea su fuerza bruta. Quizás, Etienne imaginó que podía ganarle a Tyson en el terreno en el que Tyson es el mejor de todos. Quizás, por temor, haya querido sacarse rápido el compromiso de encima. Sea como fuere, eligió muy mal y le fue peor. Tuvo que bajarse rápido del ring pero eso sí, nadie podrá quitarle de los bolsillos el millón de dólares que embolsó.
Pero ni siquiera la opción equivocada que tomó su rival, desluce o desmerece los laureles que Tyson supo reverdecer. Después de Lewis, el mundo del boxeo lo daba por terminado. Y a partir de ahora, otra vez está instalado en el juego grande. El desquite con Lewis parece un hecho no más allá de finales de junio y ya empezaron a aparecer los que sostienen que la segunda pelea no será igual a la primera, que Tyson llegará en mucho mejores condiciones y que al campeón del mundo no le será tan sencillo ganar como aquella vez. Algo quedó en claro luego de la resurrección de Memphis: Tyson todavía quiere. ¿Puede? No falta mucho para saberlo.

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