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Por P.V.

Había que verle la carita de desorientación a Guillermo Ortelli el viernes, cuando acababa la tanda, se bajaba del auto para pesarse y se enfrentaba a la irremediable tarea de explicar por qué su Chevrolet no figuraba entre los 20 primeros de la clasificación.
Había que verle la misma carita de mediana satisfacción el sábado, cuando, jugado por jugado, decidió sacarle al coche todos los aditamentos aerodinámicos que le sacaran décimas en las largas rectas del Oscar Gálvez. Con promedios de casi 200 km/h para la vuelta, el líder del torneo se arriesgaba. Después de toda la tinta que había corrido entre la carrera de Balcarce (en la que había anticipado que no corría en Buenos Aires si su auto no mejoraba) y esta fiesta porteña, Ortelli se encontró con un coche más o menos manejable, mientras sus rivales directos en el campeonato, especialmente los de Ford como Martínez o Aventín, se caían uno a uno.
El líder llegó al coliseo porteño con 6,50 puntos de ventaja en la tabla. Se fue con 19,50 puntos. “Nos hizo quedar como unos boludos”, se quejaron algunos rivales. “No me arrepiento de lo que dije. Yo sólo hablé de mi equipo y de mi auto”, insistió Ortelli. “Guillermo debió reconocer que se equivocó con lo que dijo”, puntualizó Oscar Aventín, el presidente de la ACTC.
Al frente, Silva, que no había sido protagonista estelar. Detrás, Bessone, con un Dodge que no hace tiempos muy rápidos, pero repite los buenos. En el medio, Ortelli, más líder que nunca. Con un sistema para correr y despistar a los rivales que resulta ser oro en polvo.