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Lunes, 1 de diciembre de 2008

FúTBOL › MIGLIORE Y GARCíA, EN EL CENTRO DE LA ESCENA

El show de los arqueros

Por su vinculación con la barra brava de Boca, por sus nervios, por los errores, por los gestos antes del penal de Riquelme y por los abrazos con Caranta, Migliore fue el gran protagonista. García aportó lo suyo.

 Por Ariel Greco

Antes del clásico, las miradas estaban puestas en los arcos. Más precisamente, sobre los arqueros. Y sobre todo, sobre Pablo Migliore, que volvía a La Bombonera, aunque para defender otra camiseta. Pero también agregaba morbo que Mauricio Caranta, el titular cuando el ex Huracán atajaba en Boca, volvía a integrar el banco de suplentes, por primera vez desde que su inconveniente con Carlos Ischia lo relegara de la titularidad. Por todo ello, también Javier García, el tercer guardavallas cuando los tres compartían plantel, entraba en foco.

“Miglioooore, Migliooooore”, fue el grito que surgió desde la tribuna de Boca cuando el arquero de Racing salió a calentar antes del encuentro. Luego, los aplausos se repitieron cuando fue a ocupar el arco del Riachuelo y tras el cambio de lado después del sorteo. Fue en ese momento cuando se acercó hasta el banco de Boca, se cruzó con Caranta y se dio un fuerte abrazo, con palabras cálidas incluidas.

Ya en el partido, muy rápido quedó en claro que no iba a ser una buena tarde. El primer centro que voló desde la izquierda lo sobró, aunque para su fortuna sólo estaba Shaffer en el lugar donde cayó la pelota. Luego los problemas de comunicación con sus defensores provocaron dos bloopers, que tampoco tuvieron consecuencias graves. En el primero, Mercado le dejó la pelota muy corta, lo que obligó a Migliore a un despeje desesperado, que se ensució con una pifia grosera que ni Figueroa ni Riquelme pudieron aprovechar. Luego fue Sosa el que le pasó el balón cuando estaba saliendo apurado, desinteligencia que casi aprovecha Figueroa para robar la pelota. Ahí se insultó con el defensor tucumano.

Del otro lado, García tampoco la pasaba bien. Como Racing no lo inquietaba, más allá de un remate de Moralez que pegó en el travesaño, sus problemas se los generaba solito, con los pies. Cada vez que los defensores tocaban para atrás, el juvenil rechazaba corto, al pecho de un rival. La más peligrosa fue una pifia que murió en el pecho de Lugüercio, que no supo resolver bien la situación. Recién en la segunda parte se asentó y hasta se dio el lujo de parar una pelota con el pecho, que generó los murmullos de los plateístas.

Claro que lo mejor del show de los arqueros, llámese Migliore, estaba por venir. Cuando Riquelme habilitó a Figueroa, todo el estadio supo el desenlace de la jugada. La salida del arquero, con los pies hacia adelante, y la caída del delantero cuando le punteó la pelota, dejaban la sensación del penal que cobró Lunati. Ya por TV, la imagen mostró que el ex Central se empezó a tirar antes del mínimo contacto entre su rodilla derecha y el brazo izquierdo del arquero.

Entonces llegó el duelo con Riquelme. “Juan, Juan, acá, acá”, gritaba Migliore mientras señalaba su punta izquierda –el lugar donde Gutiérrez le contuvo el tiro la semana pasada– y hacía todos los gestos posibles para desconcentrar el ejecutante. Román no se hizo cargo del llamado ni lo miró y colocó un preciso derechazo al otro palo, el mismo al que fue el guardavallas. Molesto por el gol en contra, Migliore se encargó de recordarle a Figueroa que no había sido penal. “Te tiraste”, le repitió en varias ocasiones. En cambio, fue más cariñoso con Dátolo, a quien abrazó y levantó en una jugada que había sido anulada por posición adelantada. De a poco, su protagonismo se fue apagando. No tuvo nada para hacer en el segundo gol de Riquelme y se terminó yendo de la cancha con bronca por la derrota, en una tarde muy especial.

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Riquelme fue clave en el triunfo de Boca. Metió el penal, convirtió el segundo tanto y asistió con justeza.
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