Lunes, 20 de septiembre de 2010 | Hoy
FúTBOL › OPINIóN
Por Pablo Vignone
De manera involuntaria, Angel Cappa instaló un precedente para el elogio que ahora se le vuelve en contra, como marca, como patrón comparativo, del que se encuentra rehén en esta circunstancia. Aquel Huracán del Clausura 2009, el que permitió la nacionalización del “tiki taka” que inspiraban los catalanes del Barça, en el vernáculo “tiki tiki”, explotó precisamente en la séptima fecha de ese torneo, superando a Lanús con una demostración futbolística que, desde allí, se repetiría como impronta de una manera recuperada de jugar al fútbol. Hasta ese partido, el Globo by Cappa había conquistado sólo tres de los seis encuentros disputados. Ese 3-0 resultó ser la bisagra para ganar la consideración general.
Nada parecido ocurre en esta ocasión, con siete fechas disputadas en este Apertura 2010. River acaba de perder su segundo partido en el torneo, y la asimetría no es responsabilidad de los resultados (a fin de cuentas, River suma 13 puntos, la misma cantidad que aquel Huracán tras el séptimo partido) sino del proceso de construcción de identidad de un equipo.
Este River modelado por Cappa a imagen de sus convicciones no encuentra entre sus filas los intérpretes adecuados para ejecutar la deliciosa partitura que Pastore o Defederico hicieron sonar en su momento. El técnico ensaya variantes, y las defiende en el discurso post-partido, pero para el volumen ausente no hay sustituto. En términos sensatos, el vértigo y la verticalidad no disimulan la carencia de elaboración.
Se mantiene en el lote de los que pelean el título –con dos derrotas a cuestas está, sin embargo, a dos puntos del Falquito de Ramón– y desde la irregularidad constante no puede desestimarse la chance de que, en diez fechas más, se sostenga en condición protagónica o expectante. Pero, con relación al juego, parece como que deberá resignarse mucho antes.
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