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Lunes, 29 de abril de 2013

FúTBOL › DESDE EL CLáSICO CONTRA RACING QUE INDEPENDIENTE NO GANABA

Fue el primer éxito en ocho fechas

La trabajosa victoria de Independiente sobre Argentinos sólo puede entenderse desde lo emocional. Cualquier otro análisis sería desacertado. Decir que el equipo de Avellaneda no tuvo una gran producción futbolística, y que el de La Paternal no supo aprovechar las enormes ventajas que le dio el local, sería redundar en lo intrascendente. Si no fuese por ese condimento, provocado por la frenética lucha que implica el intento de evitar el descenso, el encuentro, que por momentos rozó lo burdo, hubiese provocado tan sólo bostezos.

Poco importó que tras el revés sufrido en su presentación, ante Rafaela, Brindisi repensó su estrategia y esta vez, en lugar de darles la confianza a “los experimentados” –como él los definió–, el técnico no titubeó en barajar y dar de nuevo con siete variantes. Cambiaron algunos nombres, pero el nivel del equipo, por momentos, se pareció bastante al de la derrota en tierras santafesinas.

Mucho menos le interesó examinar el nivel de juego a sus seguidores, que pese a las ineludibles garantías de que el de ayer por la tarde sería un duelo a puro sufrimiento, colmaron el estadio Libertadores de América en un 80 por ciento. Ya ubicados en sus lugares, minutos antes del pitazo inicial, desencadenaron un grito de guerra tras otro, remarcando la importancia del triunfo, acaso el único objetivo que les exigieron a sus jugadores.

Que Argentinos, en vez de buscar la victoria en un encuentro que se le ofrecía en bandeja en la primera parte, se haya sentido cómodo con el empate, tampoco fue determinante para que los de Brindisi se lleven los tres puntos. Quizá el papel protagónico, esta vez, lo jugó el público, que aportó una gran cuota de dramatismo, y que tras despedir a los jugadores con silbidos en el entretiempo, y recibirlos con aplausos en la reanudación, desató un feroz aliento en los primeros minutos del complemento.

Por primera vez en mucho tiempo, el alarido causó efecto en el equipo que se deshizo de sus miedos y demostró coraje. El cabezazo de Galeano consagró un grito inmenso, salvaje, emocionante, que devino en millares de abrazos y hasta algunas lágrimas en las tribunas. Pero el tránsito del Rojo por el torneo Final es, inevitablemente, una película dramática. La gente que antes saltaba y festejaba se hundió en un silencio sepulcral tras el inesperado remate del colombiano Lenis, que puso el empate. Ni el pitazo del árbitro marcando penal tras una falta a Fredes en el área los revivió. Tan sólo unos pocos se animaron a celebrar la decisión del juez. Muchos prefirieron ponerse a rezar, otros tantos se inclinaron por no mirar cuando Montenegro marcó su gol. El alivio recién llegó cuando Fernández, en una contra, marcó el tercero, y alejó cualquier peligro de empate. Valió la pena tanto sufrimiento para el hincha, que estuvo lejos de ver un espectáculo bien jugado pero que, tras ocho fechas de sequía, por fin se fue con una sonrisa.

Comentarios: Pablo Ribera.

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