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Domingo, 28 de julio de 2002

Más canalla será usted

ESTADOS CANALLAS

El imperio de la fuerza en los asuntos mundiales

Noam Chomsky


Trad. Mónica Salomon

Paidós

Buenos Aires, 2002

270 págs.

POR WALTER CASSARA

Abundantemente documentado, claro e implacable, Estados canallas del norteamericano Noam Chomsky (lingüista, intelectual y analista político de renombre mundial, autor de Barreras y Lingüística cartesiana, entre otros muchos títulos) es un libro que denuncia uno tras otro, sin pelos en la lengua, los crímenes de la política exterior de Estados Unidos durante los últimos treinta años, así como examina los eufemismos de su autoproclamada condición de policía del statu quo global. Entonando el discurso de la Carta de las Naciones Unidas (una “carta a Santa Claus”, según Chomsky) y bajo ardides como “intervención humanitaria”, “Estados canallas”, “globalización” o “demandas democráticas”, Washington encamina al mundo hacia un bloqueo planetario en el que la guerra, más allá de los armisticios platónicos, es la única forma programada de ejercer la política. Desde la ayuda económica y la propaganda ideológica, pasando por la subversión militar oficial o extraoficial, hasta la invasión y la guerra abierta en alianza con un régimen local comprado, todo está permitido a esta jefatura mundial que percibe al tercer mundo como una mera extensión de su seguridad estratégica. El mecanismo de esta política es a todas luces paranoico: consiste en producir tantos conflictos insolubles como sea posible, y en agravar endémicamente los que ya existen; tiene sus orígenes en la vieja “teoría del loco” de Richard Nixon (“nuestros enemigos deberán reconocer que estamos locos y que somos impredecibles”) y recuerda tristemente “el imperio del mal” decretado por la administración Reagan.
La crítica de la violencia que recorre Estados canallas está formulada desde el sentido común: aunque la Guerra Fría haya terminado, EE.UU. sigue cargando sobre sus espaldas “la responsabilidad de proteger al mundo, pero, ¿de qué?”. Analizando la crisis en los Balcanes y en relación con el tópico intervencionista del “teníamos que hacer algo”, Chomsky da un ejemplo por demás ilustrativo: “Supongamos que ves un crimen en la calle y sientes que no puedes soportar quedarte mirando en silencio sin hacer nada, por lo que tomas un rifle y matas a todos los involucrados: víctima, criminal y espectadores. ¿Debemos entender que ésta es la respuesta moral y racional?”. Bajo el pretexto de la “guerra contra el terrorismo” y de Estados descarriados que amenazan con desestabilizar la linealidad del proceso democrático, EE.UU. encarna, ahora más que nunca, el Ministerio del Miedo, como en los vaticinios totalitarios de George Orwell, donde “la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza”.
Hanna Arendt, en su brillante análisis sobre los principios del totalitarismo, dice que el primer paso hacia la dominación total es abolir en el hombre la persona jurídica; los campos de refugiados dejaron a miles de personas sin hogar, sin patria, fuera de la ley e indeseables, y a eso llama EE.UU. “intervención humanitaria”.
Una completa y sombría ambigüedad rige la retórica de la diplomacia norteamericana. Chomsky es el fiscal incuestionable de ese cúmulo de mentiras, evasiones, desatinos, odio y esquizofrenia que constituyen lapolítica exterior del imperialismo, y a los cuales el New York Times ha calificado cínicamente de “lugares comunes”.
Aunque en realidad Estados canallas no dice nada que no sea de público conocimiento, el efecto de la información dispersa en distintas publicaciones, ahora recopilada en este volumen, resulta desgarrador y concluyente.

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