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Domingo, 30 de julio de 2006

HORACIO GONZáLEZ: LOS ASALTANTES DEL CIELO. POLíTICA Y EMANCIPACIóN

Tiempo de ensayo

Marx, Albert Camus y la Comuna de París son los temas de unos lejanos ensayos de Horacio González, escritos en el exilio y recuperados ahora, en plena proliferación de las intervenciones públicas del autor.

 Por Cecilia Sosa

Los asaltantes del cielo. Política y emancipación
Horacio González
Editorial Gorla
179 páginas.

Dentro de la prolífica escritura de Horacio González, Los asaltantes del cielo tal vez no ocupe el lugar más destacado. Incluso el propio autor, en ejercicio de su tradicional autoironía, se complace en incluir el pequeño libro dentro de su serie “bastarda”. Sin embargo, el caso viene con peculiaridades: se trata, en total, de tres e intensos artículos, uno dedicado a Karl Marx, otro a la Comuna de París y un último a Albert Camus, escritos originalmente hace más de 20 años en inglés, durante el exilio del intelectual en Brasil. Publicados por primera vez en castellano por una editorial casi artesanal y gracias a la insistencia de su autárquico discípulo Eduardo Rinesi (que además ofició de traductor), Los asaltantes del cielo resulta una perla ensayística robada a la oscuridad del olvido. Que además llega con un atinado prólogo de Gabriel Cohn, uno de los grandes intelectuales brasileños.

Los asaltantes del cielo se publica casi en simultáneo con otro libro del autor: Escrito en carbonilla (Colihue), una compilación de artículos escritos por González en los últimos años, suerte de “intervenciones públicas”, algunas inéditas y otras recuperadas al fragor efímero de diarios y remotas revistas.

Dos libros simultáneos. De lo más lejano a lo más reciente. Y, entre ambos, una vida. En rigor, el centro de la producción gonzaliana: La ética picaresca (1994), La realidad satírica. 12 hipótesis sobre Página/12 (1996), Restos pampeanos (1999), La crisálida (2001), Retórica y locura (2002); títulos que dan cuenta del encantador poder de su palabra.

De Asaltantes del cielo es posible decir varias cosas. En primer lugar, resulta una prueba anticipada de la febril pluma de González que cuenta con recursos retóricos que sorprenden y enseñan sobre un género maltratado como el ensayo (aunque caro a la tradición sociológica local cultivada por Mansilla, Martínez Estrada, Murena y muchos otros olvidados o poco recordados). En segundo lugar, vale reconocer que a pesar del tiempo pasado, los ensayos conservan frescura. Y por último (y casi sin querer) permite espiar en las misteriosas afinidades electivas de un intelectual en el exilio. ¿Cuáles eran los temas y los nombres que desvelaban a un argentino de esquiva (aunque constante) filiación populista que llegó a Brasil balbuceando “los mendrugos de una lengua” y que logró conmover a un auditorio con su retórica cálida, sagaz y autoburlona? Marx y Camus y esa gran experiencia revolucionaria que fue la Comuna parisiense. Curiosas filiaciones de exiliado argentino. Pero veamos uno a uno.

foto: Rafael Yohai

En “Karl Marx. El recolector de señales”, el ensayo inaugural, González descubre en los prefacios a la Contribución de la Economía Política una autobiografía al pie de página del gran teórico del comunismo. Y lo somete a una pregunta inquietante: cuánto se acerca Marx a Marx cuando habla de sí mismo. La conflictiva relación con su padre (un rígido abogado prusiano), su drama vocacional, su conocida pasión filosófica y su más oscura atracción por la crítica teatral. González también lo sigue de cerca en su romance (primero clandestino y luego consagrado en boda) con Jenny von Westphalen, hija de un barón al que el yerno nunca logró subyugar a pesar de dedicarle su tesis de doctorado “Diferencias de la Filosofía de la Naturaleza en Demócrito y Epicúreo”. Apenas el esbozo de una biografía encendida que nos lleva al corazón de uno de los grandes nombres de la filosofía y la política de todos los tiempos.

El segundo ensayo, “La Comuna de París”, se lleva el título del libro: “Los asaltantes del cielo”. ¿La propuesta? Fines de 1870, principios de1871. París, “un solo lugar que atrae y vuelve visible la totalidad de las contradicciones de la época”. En un relato que está a mitad de camino entre la crónica sulfurada y la reflexión filosófica, González reconstruye el desmoronamiento del Segundo Imperio de Luis Napoleón III y no se olvida de anotar, en la aristocrática París sitiada, que las ratas llegaron a comercializarse y que los ricos, previo a cualquier moda gourmet, degustaron carne de elefantes, osos y monos, en venta al mejor postor en el zoológico parisiense. Con estructuralismo casi mesiánico, González descubre la secreta trama que une a la Comuna de París con los movimientos revolucionarios pasados y presentes de la historia.

Para el último ensayo, “Albert Camus. El libertinaje del sol”, se reserva una apuesta temeraria: transitar el difícil género de “lo que podría no haber ocurrido”. El 4 de enero de 1960, el autor de El extranjero muere entre los hierros retorcidos de un auto, conducido por el editor Marcel Gallimard y estrellado contra un árbol de Le Grand-Frossard. Origen: Sens. Destino: Villeblevin. Camus lleva en un bolsillo un boleto de tren sin usar que planea el mismo recorrido. La biografía que propone González viaja a bordo de aquel Facel-Vega estrellado y retoma la figura de Camus “en la obstinación de lo que fue y en el silencioso patetismo de lo que no fue”. El Camus que a los 17 años jugaba de arquero en el Racing Club Universitaire de Argel, el bailarín de clubs nocturnos, el de la Resistencia francesa, el febril contrincante de Sartre; en fin, el hombre rebelde.

Tres intensos ensayos, arrancados al olvido, que dicen más de lo que enuncian sobre un compromiso ético político sostenido de por vida.

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