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Domingo, 20 de octubre de 2002

Palabras de golpe

LA CUENTA REGRESIVA
César L. Díaz

La Crujía
Buenos Aires, 2002
248 págs.

POR WALTER CASSARA

Este libro es un prolijo análisis que indaga, desde la historia y la semiología, la cimentación ideológica del último golpe de Estado en la Argentina, a través de la relectura de los principales órganos de prensa de la época. Partiendo de la hipótesis de que un diario no es sólo el registro más o menos eficiente de la noticia sino un modo de intervenir en la historia y de participar en las relaciones de poder, César L. Díaz y los demás autores de este volumen monitorean los llamados “espacios institucionales” de los medios (notas editoriales y columnas de opinión), revelándonos cómo la dictadura militar fue ganando consenso en las redacciones y expandiéndose desde allí, maquiavélicamente, hacia los distintos estratos sociales.
Ya sea a partir de estrategias discursivas abiertamente golpistas en algunos casos, como el del desaparecido tabloide de vanguardia La Opinión; desde un antiperonismo histórico en otros como La Prensa y La Nación o desde un silencio disidente como en el caso de los diarios Clarín y El día, todos los medios gráficos promovieron la ruptura del sistema constitucional como único “remedio” para la grave crisis social y económica que atravesaba el país. Esta añoranza y simpatía por los cuarteles no implica una responsabilidad menor, considerando el prestigio y el poder que tenía la prensa en la década del setenta, época en la cual cada periódico todavía aglutinaba orgánicamente una comunidad de lectores, con un pacto simbólico establecido, rasgos estilísticos e ideológicos muy claros.
El libro se compone de dos partes: en la primera (enteramente a cargo de César L. Díaz, docente universitario en el área de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad de La Plata) se delinea la problemática con un pormenorizado marco teórico, en el que se deslindan los ámbitos y los rituales que formaban parte de la lectura cotidiana de los diarios en la década señalada. La segunda parte (en la que colaboran Mario Jorge Giménez y María Marta Passaro, también docentes por la misma Universidad) nos mete de lleno en las primeras planas, los editoriales, y las columnas de opinión de los seis principales diarios (cuatro de los cuales siguen todavía en actividad) que jugaron un papel fundamental en la representación discursiva de la fractura del sistema constitucional.
Baudrillard señaló alguna vez que la comunicación, en una sociedad de masas, importa más que los lazos sociales en sí. Acaso una cita encontrada entre las páginas de La cuenta regresiva pueda ilustrar este argumento: “Para dar al problema de la guerrilla un sentido de urgencia, a los periodistas vinculados con el Estado Mayor y, sobre todo, con los servicios de inteligencia, se les encomendaban las tareas gemelas de diseminar el temor al caos y mejorar la imagen de los hacedores del golpe. Trabajaron para crear alguno de los mitos que no sólo le preparaban el camino al golpe sino también le daban al nuevo régimen las llaves para desmovilizar y luego destruir la resistencia civil”.
En un conocido relato de Kafka, un sirviente parte con la primicia de la muerte del soberano, pero se demora en las infinitas puertas, plazas y pasadizos de la ciudad imperial, de modo que el mensaje nunca llega a los destinatarios y éstos, en la soledad de su pueblo, se ven en la obligaciónde inventarlo. Acaso el camino que recorre la información, más allá de la velocidad y la “fidelidad” del medio, sea siempre la ruta trazada entre lo dicho y lo escamoteado, entre la muerte del monarca y lo que tardamos en saberlo.

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