libros

Domingo, 23 de febrero de 2003

RESEñA

Hacele caso a tu sed

La dorada garra de la lectura.
Lectores y lectoras
de novela en América Latina
Susana Zanetti

Beatriz Viterbo
Rosario, 2002
448 págs.

por Alejandra Laera
Si durante más de dos siglos el Autor ha reinado sin rivales en el campo de los estudios literarios, y si desde principios del XX el Texto ha hecho tambalear, con su pretendida autosuficiencia, ese despótico reinado, bien puede decirse que en las últimas décadas ha sido el Lector quien, con paso lento pero tenaz, ganó mayor protagonismo, en especial de la mano de los historiadores. Historias de la lectura y de la recepción, de los soportes materiales del libro y de las bibliotecas han venido a dar cuenta de una zona poco considerada por la crítica literaria. No se trata acá del “lector in fabula” de Umberto Eco ni del “lector implícito” teorizado por la llamada Estética de la Recepción, sino del relevamiento de las prácticas culturales, de las apropiaciones textuales, de los pactos de lectura y sus protocolos, de la formación de un lectorado moderno.
Con ese marco, sin embargo, las particularidades latinoamericanas se pierden en la más amplia noción de “lo occidental” que presenta, por ejemplo, la historia de la lectura organizada por Guglielmo Cavallo y Roger Chartier, o apenas se vislumbran en algunos abordajes específicos dados a conocer últimamente. De ahí que La dorada garra de la lectura. Lectores y lectoras de novela en Latinoamérica de Susana Zanetti puede orientar el avance en nuevas direcciones. Docente de literatura latinoamericana y editora de algunos de los proyectos más ambiciosos del CEAL y de Eudeba, Zanetti combina el uso de materiales documentales con el conocimiento menudo de la industria del libro, y su práctica como crítica con su experiencia como lectora de novelas.
Partiendo de El lazarillo de ciegos caminantes de Concolorcorvo para llegar a Sólo los elefantes encuentran mandrágora de Armonía Somers, Zanetti analiza los modos de leer y las figuras de lector en distintos tiempos y espacios que se cruzan y entremezclan: la trabajosa configuración de la pareja autor-lector en la época colonial, la circulación de escritos públicos y privados durante los años del exilio rosista, la imagen de la mujer lectora y sus diversas inflexiones en los siglos XIX y XX, la constitución de los clásicos continentales de la mano de María de Jorge Isaacs, la corrosión del enciclopedismo vacuo en O triste fim de Policarpo Quaresma, la relectura de la biblioteca iluminista en Alejo Carpentier o el trabajo con los archivos de la memoria en Morirás lejos de José Emilio Pacheco.
Zanetti despliega una suerte de enciclopedia de la lectura que no está regida por el orden alfabético de libros o autores, sino formada por un conjunto de frases que, resaltadas en bastardilla, vienen a condensar temas, problemas o figuras vinculados con la temática principal. Lectura intensiva y extensiva, lectura individual o colectiva, dirigida o independiente, de iniciación, interrumpida, errónea o prohibida: en su enciclopedia ingresan todas las variantes críticas e históricas de los modos de leer y del uso de los libros. Allí, puede producirse el encuentro feliz de Manuel Puig con María, el encuentro cómplice entre Policarpo Quaresma y Silvio Astier, y también el diálogo cosmopolita entre los poetas latinoamericanos del siglo XX y los desterrados argentinos del XIX hecho de un provocativo collage de citas. Pero en ese juego de acercamientos imprevistos y competencia novelesca hay también ciertossupuestos que por momentos atentan contra la claridad de la argumentación crítica. Se hace sentir, de hecho, la necesidad de una presentación más general de los problemas de la autoría en la época colonial antes de entrar de lleno en El lazarillo de ciegos caminantes, o un breve resumen argumental precediendo el abordaje textual de la novela de Armonía Somers que cierra el libro. Claro que no son esos aspectos puntuales lo que más importa de La dorada garra de la lectura, sino que su autora logró construir un objeto que sintetiza todas las virtudes de su trayectoria intelectual.
Más allá de las cifras desoladoras y de la oferta pauperizada, más allá de las encuestas y del ranking, Susana Zanetti parece invocar las diversas imágenes del lectorado de los últimos dos siglos para apostar a un lector actual que, aparte de querer conocer a sus antepasados, esté dispuesto a revivir esa fuerza anunciada desde el título, un lector que esté dispuesto a dejarse atrapar por “la dorada garra” que aprisiona y apasiona. 5

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