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Domingo, 20 de junio de 2004

Joyce en español

Dentro del mundo hispánico, los argentinos gozamos de una relación preferencial con el Ulises. No sólo contamos con “el primer aventurero hispánico que ha arribado al libro de Joyce” (Borges) sino (más modesto y más fundamental) con su primer traductor, José Salas Subirat. Según los datos recopilados por Marietta Gargatagli, Subirat (1890-1975) vivió en Buenos Aires y “como Sam Spade, el personaje de Dashiell Hammett, trabajaba para La Continental, aunque en su caso era una compañía de seguros”. Publicó poemas, ficción y ensayos, es autor de libros de autoayuda y de manuales de su rubro como La lógica del seguro de vida, “reeditado varias veces y considerado un clásico en la materia”. En 1945, y para descontento de Borges, Subirat dio a conocer por Editorial Rueda el resultado de su desquiciante tarea. La traducción del libro sobre el agente de publicidad hecha por el agente de seguros tiene la particularidad de serlo menos al castellano que al porteño. Hay “badulaques”, “tirifilos”, “mequetrefes”, “otarios”, “franchutes”, incluso una “manga de atorrantes bochincheros”, que “manguean”, “afanan”, “rajan”, “parlan”, “atorrantean”, se “mandan a mudar”, se “cagan a patadas”. Algo es “un verdadero plato” o alguien es un “canchero”, se dicen “derecho viejo”, “toda clase de gansadas”, se está “chocho” o “al divino botón”, en “curda” o “mamado”. No hay diantres o demonios: hay “la gran siete”, “la pucha digo”, “qué lo parió”, “guacho”, “conchudo”, “me importa un carajo”, “dejate de joder”. Las cosas no son bonitas sino lindas, macanudas. No hay coños sino conchas. Los niños son también pibes. Al camarero se le dice mozo. A la policía no se le dice tiras sino canas. La gente se mete en líos. La cabeza es “mate”, “zabeca”. Donde en la traducción española de Valverde (30 años más tarde, premio nacional de traducción) se habla de joderse a una mujer ajena 5 o 6 veces seguidas, Subirat propone: “Quiere que le trinquen a la mujer y requetebién trincada... 5 o 6 veces al hilo”.
La exquisita veta arltiana de Subirat no sólo acerca Dublín a Buenos Aires (qué más
se puede pedir de una traducción que eso, salvar distancias) sino que en cierta forma
reproduce la tensa relación entre el idioma de Irlanda y el de sus conquistadores. Con las diferencias del caso, y sin chauvinismo: ni Joyce adhiere al renacimiento gaélico personificado en el Citizen del capítulo 12, ni Subirat lo hace hablar de vos. Como la (molesta) castellanización de los nombres de pila, que sirve para expresar mejor los juegos de palabras que se hacen con ellos, el salpicado lunfardo, aunque pueda perturbar a algún lector, logra captar matices del idioma que se sustraen al español. Un ejemplo: cuando en el capítulo que transcurre dentro de la redacción del diario se habla en “cháchara pomposa”, basta que Ned Lambert diga “observad” para que todos (los españoles sensibles incluidos) entendamos a Joyce como si lo leyéramos en su idioma. Tal vez el mismo efecto se logra recurriendo a las variantes vernáculas de México DF o de Barcelona. Tocó que fuera la del Plata. Gracias por eso, José.

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