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Domingo, 15 de septiembre de 2013

Los premios Martín Fierro

De la poesía gauchesca salió el personaje más conocido de la literatura argentina, a veces inclusive confundido con un personaje histórico. Sus usos y apropiaciones han excedido por mucho el poema, al que inclusive se le adjudican refranes que no le pertenecen. Pero además, Martín Fierro ha sido retomado por Borges y la literatura, el cine, la política, el turismo y hasta una entrega de premios al espectáculo. La música popular también utilizó personajes e imaginario gauchos, desde Yupanqui y Divididos (con su reversión de “El arriero”, de Yupanqui) o León Gieco (“Bandidos Rurales”) hasta el Gotan Project (“La vigüela”). En su libro, Schvartzman se detiene en un momento del final de la Ida del Martín Fierro para analizar un gesto “sacramental e iconoclasta” (y bastante rockero antes del cliché rockero) del protagonista: romper la guitarra. Si bien en la Vuelta también cambia su relación con el instrumento (al cierre sólo la deja), es evidente que en la construcción del Martín Fierro como prócer marginal y rebelde participan tanto anclas textuales como elementos mitificantes muy relacionados a distintas coyunturas.

¿Cómo analizarías el recorrido de Martín Fierro hasta convertirse en una especie de héroe nacional en la cultural popular?

–Una cosa es héroe popular y otra cosa es poema nacional. La condición heroica del personaje es susceptible de planteos diversos: no es lo mismo el héroe popular, básicamente el que se enfrenta a la partida policial, que el paladín que inventan, cada uno desde su ideología, Lugones y Rojas. El carácter nacional del texto es muy opinable, como lo es la noción misma de poema nacional, pero ahí jugó una operación de lectura muy concreta, correctiva de la folklorización y la lectura popular, aunque se apoye en aspectos del mismo poema, sobre todo de la Vuelta, como lo observó Josefina Ludmer. Para la importancia del Martín Fierro en la memoria popular hay un hito fundamental que es Juan Moreira, no el Juan Moreira histórico sino el Juan Moreira literario de Eduardo Gutiérrez y la pantomima y la transcripción de Podestá, y sobre todo la mancha creciente que instaura en torno de lo pendenciero, de una zona que es refractaria a la recuperación política. Ahí hay algo rarísimo, pero que sí fue objeto de apropiación por parte de amplísimos sectores, sobre todo provenientes de la inmigración, tal como lo analiza Adolfo Prieto. Se tomó eso como un vehículo de nacionalización sui generis, contra todo el programa edificante estatal.

¿Cómo contribuyeron el cine y la música en la construcción de la mitología popular del Martín Fierro?

–No sé. El teatro, desde el circo criollo, decisivamente, aunque no se haya tratado de la figura específica del gaucho de Hernández. El cine, me parece, no encontró todavía una forma de entrarle al poema como Favio entró en el mito de Juan Moreira. La música... La canción popular. Tal vez por el lado de Atahualpa Yupanqui y un espectro que va del lamento de “El arriero” al prodigio enumerativo, algo farolero, de la milonga “Pelajes entreverados”, con letra de Castello Luro. Y más allá de cualquier incrustación temática, la milonga.

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