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Domingo, 12 de enero de 2014

STEPHEN KING CUENTA LA COCINA DE DOCTOR SUEñO, LA SECUELA DE EL RESPLANDOR

DE TAL PADRE TAL HIJO

 Por Stephen King

Unos cinco años atrás, vi en uno de esos programas televisivos de la mañana, una nota sobre un gato que vivía en un hospicio, y que sabía antes que nadie cuándo alguien estaba a punto de morir. El gato se metía en la habitación, se acostaba en la cama y a la gente nunca parecía molestarle. Luego estas personas que habían sido acompañadas por el gato, morían. Supe que quería escribir una historia sobre eso, y luego lo conecté con Danny Torrance de adulto, trabajando en un hospicio, y entonces lo decidí: ya está, voy a escribir este libro. El gato tenía que estar en él. Siempre necesito dos cosas para ponerme en marcha. Fue como si el gato hubiera sido el transmisor, y Danny el motor.

Es cierto que la mera idea de la secuela es peligrosa. La gente tiene la tendencia a acercarse a las secuelas con desconfianza: “Hum, si este tipo está volviendo al lugar en el que estaba 30 o 35 años atrás, debe andar escaso de ideas. Se debe estar quedando sin nafta”. No me siento así, pero sí que en este caso volver era un verdadero desafío.

La idea era intentar que la gente volviera a cagarse en las patas. 11/22/63 fue muy divertido de escribir, y lo leyó mucha gente y a muchos pareció gustarles, pero no es lo que uno llamaría una historia de terror hecha para espantar. Lo mismo puedo decir de La cúpula. Quería volver a mi zona más tenebrosa.

Por otro lado, yo también creo que la mayoría de las secuelas son horribles. Mucha gente que se murió de miedo con El resplandor, viene y me dice: “Yo lo leí a los 12, en un campamento”, o “lo leí a los 15, cuando estaba en el secundario, y realmente me cagué de miedo”. Mientras escribía Doctor Sueño no dejé de pensar que toda esa gente ahora tiene cuarenta y pico y ya se vieron expuestos a Freddy Krueger y Jason Voorhees y muchas otras cosas. Se me ocurrió que probablemente leerían el nuevo libro y dirían: “Bueno, éste no es tan aterrador. Yo pensaba que éste era un tipo aterrador”. Yo no cambié tanto: es que ellos han crecido y madurado. Ya no son blancos tan fáciles.

JACK ESTA AQUI

Para muchos chicos, Papá es un tipo aterrador. Está toda esa cuestión tradicional, con mamá que te dice, a modo de amenaza: “¡Esperá a que tu padre vuelva a casa y vas a ver!” En El resplandor, esta gente está aislada en un hotel por la nieve, y papá está todo el día en casa. Además, está luchando con este problema que tiene con la botella, y con un temperamento que, más allá del alcohol, ya es bastante malo de por sí. En ese momento yo me sentía bastante conectado con todo este asunto, porque era padre de niños pequeños. Una de las cosas que me sorprendieron de la paternidad fue descubrir que era posible enojarse con tus propios hijos.

Yo nunca tuve un padre en casa. Mi madre nos crió a mi hermano y a mí ella sola. No es que yo haya usado mi propia historia en el libro, pero sí proyecté algo de esa rabia que uno siente hacia los hijos, en esos momentos es que es necesario decirse a uno mismo: realmente tengo que mantener el equilibrio, porque yo soy el adulto acá. Una razón por la cual incluí alcohol en el libro es que el alcohol tiene la tendencia a romper ese control que uno intenta tener sobre su temperamento.

En Doctor Sueño quise también incluir a una niña en la historia para que fuera algo así como el hijo sustituto de Danny. Su nombre es Abra, y está tomado del principal personaje femenino de Al Este del Paraíso, de John Steinbeck. Siempre me gustó ese nombre. Pude crear a un niño que era como una suerte de regreso a algunos de los chicos de Cementerio de animales, La noche del vampiro e It. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que usé a niños como personajes importantes en un libro. Dejé de hacerlo porque mis hijos crecieron, y entonces ya no tuve niños cerca. No quiero sonar despreciativo en este tema, o malvado, pero dicen que uno debe escribir sobre lo que conoce. Tener hijos pequeños es como tener tu propio terrario en casa. Observé todo lo que hacían y eso me permitió crear personajes reales. También me puse a pensar en que hay muy, muy pocos libros sobre chicos, que estén destinados a adultos. Están El señor de las moscas, y Huckleberry Finn o Tom Sawyer; hay algunos libros serios, pero no muchos.

Que Danny esté al cuidado de una niña tiene que ver con que yo sabía que si hacía una secuela, iba a tener que ponerle algunos de los mismos elementos del original, pero al mismo tiempo no quería que fuera tan parecido. No quería hacer que Danny fuera un adulto con sus propios chicos y que replicara todo el asunto del borracho-iracundo, pero sí pensé: no solo el alcoholismo puede ser una enfermedad familiar, también puede serlo la ira. Uno se entera de que los tipos que abusan de sus hijos fueron abusados cuando eran chicos. Eso claramente le cabe a Danny.

RELEER ESO

Tuve la oportunidad de regresar a la ambientación de Nueva Inglaterra que conozco, pero en su lugar volví a Colorado y recorrí los alrededores, y decidí que era necesario tratar de llevarlo todo de vuelta al lugar en el que transcurrió el libro original. Regresar al hogar. Así que hay un clímax que tiene lugar en, digamos, una región que la gente recordará. El tema es que ésta es una secuela de la novela, no de la película de Kubrick. Al final de la película de Kubrick, el hotel Overlook todavía está ahí, como congelado. Pero al final de la novela, se incendia.

Volver a mi novela fue un auténtico ejercicio de autoconciencia. Recordemos que el tipo que escribió esto tenía apenas 30 años, la mitad de mi edad actual. He aprendido algunos trucos desde entonces, y he perdido algo de la urgencia original que ponía en mis libros en aquella época. Ya no soy el mismo hombre que era, pero también me atraía un poco la idea de recuperarlo.

No suelo volver a leer mis novelas, no mucho. Releí It. Tuve que hacerlo porque quería usarla en 11/22/63. No es que algunos de sus personajes reaparecieran, sino que buena parte de la novela estaba ambientada en el mismo pueblo ficticio de Derry, Maine, y no recordaba la geografía. Tuve que volver y ser muy cuidadoso, de manera de que todo encajara, para que hubiera una transición fluida de una a la otra. No sé si a mucha gente le va a importar en el caso de El resplandor, ni sé cuánta gente querrá volver a leer la primera novela antes de leer Doctor Sueño, pero algunos lo harán. Y ya se sabe cómo son: si llegás a equivocarte en algún detalle, no van a tardar en señalártelo. Debo haber recibido unas 200 cartas por Apocalipsis (The Stand) y la escena en la que Frannie Goldsmith finalmente se da cuenta de que el tipo con el que ha estado, Harold Lauder, ha leído su diario íntimo. Harold se la pasa comiendo estas barras de chocolate marca Payday, y ella encuentra una huella de chocolate marcada en su diario. Las cartas de lectores me decían que ¡Payday no fabrica un chocolate marca Payday! Así que no es posible que deje una huella de chocolate. Es una de esas cosas que te hacen decir: Oh, Dios, salí a la calle desnudo. El hecho de que el mundo no haya muerto a causa de una súper gripe en 1977 no les importa, pero el chocolate Payday sí es un problema.

LA CENA DE OTRO TIPO

He tenido unas cuantas ideas originales, tuve suerte en ese sentido. Pero no me atrevería a decir que nunca más voy a hacer otra secuela de un libro mío. A veces me pregunto por algunos de los personajes. Los personajes me resultan reales. No estoy loco, sé que no son reales. Pero uno pasa una cierta cantidad de tiempo con ellos y empiezan a parecer reales. En este caso, Danny simplemente parecía un personaje obvio para actualizar. Particularmente con ese poder, con esa habilidad para tocar las mentes de otros.

Aunque ha habido rumores del proyecto de la Warner –que produjo El resplandor, de Kubrick– de hacer una precuela basada en partes que habían sido dejadas de lado originalmente, como “Before the Play”, que es el prólogo que fue cortado del libro, y que contenía partes realmente aterradoras, que no estarían mal para hacer una película. ¿Estoy ansioso por ver esa película? No, no lo estoy. Y habría que ver si esos derechos están todavía en manos de Warner Bros. El resplandor ya es un libro tan viejo, que el copyright vuelve a mí. Y presuntamente, los derechos para cine se vencen. Veremos. Tampoco digo que intentaría detener el proyecto, porque soy un tipo más o menos amable. Cuando era chico, mi madre me decía: “Stephen, si fueras una chica, siempre estarías embarazada”. Tengo una tendencia a dejar que la gente desarrolle cosas. Y tengo cierta curiosidad por ver qué pasa.

Ha habido muchas secuelas a las historias de Sherlock Holmes, y muchas secuelas de Drácula, incluso hay en preproducción una película llamada Demeter, sobre el viaje que hace Drácula de Transilvania a Inglaterra. Quizá sea una película extraordinaria, pero en muchos casos, cuando aparecen estos libros pienso: “¡Ey, vamos, te estás comiendo la cena de este tipo! ¡Andá a conseguirte tu propia cena!”.

En todo caso, mis hijos se ocuparán de ejecutar mis deseos, y de que nadie venga y continúe mis libros de la misma manera en que han continuado los libros de James Bond o los de Jason Bourne. No quiero que eso le ocurra a ninguno de mis libros. Eventualmente, los derechos se vencerán y yo quedaré en dominio público, pero para entonces ya llevaré bastante tiempo muerto. La gente probablemente ni siquiera se acordará.

Mis hijos dicen que mi libro Casa negra –una secuela de El talismán que coescribí con Peter Straub– así como los cuentos en los que sigo libros previos, son mis “huevos de Pascua” escondidos, mis guiños ocultos. Hay un par de guiños a La noche del vampiro escondido en Doctor Sueño. No sé si alguien lo va a detectar o no, pero ahí está. Todos los libros se relacionan de alguna manera entre ellos. La única excepción es Apocalipsis, donde el mundo termina destruido. Supongo que es el Stephen King World, la versión malévola Disney World, donde todo encaja. Aunque, digámoslo de esta manera: si hubiera un parque de diversiones, un Stephen King World, la gente iría a los juegos... una sola vez.

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