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Jueves, 12 de agosto de 2004

TODO LO QUE HAY QUE SABER DEL “QUILMES ROCK 2004”

La era de la realidad

Será un festival más grande, con más de 70 bandas y solistas a lo largo de ocho jornadas. Si se confirman las presencias de Los Piojos y Attaque 77, estarán casi todos. Queda lugar para alguna sorpresa internacional, también. Así se va conformando el evento del año del rock argentino, en un tiempo que el empresario que encabeza la organización define como más “real”.

 Por Esteban Pintos

Más grande, más largo, más completo. La segunda edición del Festival Quilmes Rock que se iniciará el 1º de octubre y se extenderá por los tres primeros fines de semana del mismo mes en el predio deportivo de Ferro Carril Oeste, en el barrio porteño de Caballito, presente un cartel recargado, poblado de nombres de primera, segunda y tercera línea de la escena nacional, desde Charly García y Divididos hasta Lovorne y el Sexteto Irreal de Samalea, Krygier y Cía.; con el agregado internacional de The Wailers (camino a convertirse en uno de esos extraños casos de “romance argentino”), Paralamas e incluso Robi Rosa. Y la tríada de bandas más importantes e influyentes de México para el mundo: Café Tacuba, Molotov y Kinky. Hay ausencias notables, también: Gustavo Cerati, autoexcluido; La Renga, a quienes ni se les ofreció participar (porque se sabe que la respuesta es “no, gracias”). E incógnitas todavía no develadas: la más grande de ellas gira en torno a la presencia de Los Piojos (los organizadores quieren que estén, la banda quiere estar, entonces estarán, aseguró este suplemento hace más de un mes), y la otra en referencia a Attaque 77 (después de su serie de Obras, se verá). Cabe la posibilidad de una noche “heavy”, con Rata Blanca, Almafuerte, quizá Pappo y algunas bandas más del género e incluso una sorpresa internacional. Lo cierto es que, más allá de las certezas y las dudas, ya se puso en marcha una maquinaria organizativa que sostendrá la realización del festival de rock más ambicioso del que se tenga memoria en Buenos Aires. El año pasado, en la primera edición, concurrieron 100 mil personas en total durante siete tardes y noches. Este año, la expectativa de la producción pasa por superar (el objetivo de máxima es doblar, si cabe la posibilidad) la convocatoria total. Para cada una de las ocho jornadas, se pondrán en venta unas 30 mil entradas. Habrá dos escenarios mayores, uno en cada cancha de fútbol (la principal, y la auxiliar que está a espaldas de la tribuna popular local); y la posibilidad de un tercero, más pequeño. Habrá una pantalla deslumbrante, como en el 2003; y quizá se agregue otra. La organización aspira a que todo comience temprano y termine no más allá de la medianoche de cada día. Hasta el momento, el cartel total del festival (sin contar el “día sorpresa”) suma 66 bandas y solistas. “El sponsor aporta en total un 30 por ciento del costo del espectáculo”, revela. Si el año pasado el festival costó 1 millón y medio de pesos, este año será “mucho más”. Este año, además, habrá versiones más pequeñas del festival en Santa Fe y Salta. Hasta el momento, todo fue dicho. Todo lo demás sucederá cuando la música comience a sonar en la tarde del viernes 1º de octubre.
Roberto Costa es la cabeza visible de la organización Pop Art que lleva adelante este emprendimiento, pero prefiere evitar la alta exposición y esquiva cualquier referencia biográfica que lo ubique a los ojos periodísticos como el nuevo “zar del rock”. Algo de eso hay, pero él prefiere evitar ingresar en el tema. Por eso refiere a algo que podría traducirse como “transversalidad” de gestión y producción, en donde todos los involucrados de la empresa toman decisiones y son igualmente relevantes. “Esta es una empresa de muchos, las decisiones son compartidas”, afirma. Sin embargo, este hombre –que hoy en día dirige la productora más importante del rock argentino– habló con el No sobre la idea y realización de este festival, y también del “negocio” rockero en general, crecido tal vez inesperadamente luego de la debacle de la convertibilidad en el 2001. Si alguien lo tiene claro, es él. Alude a la instalación en el poder de empresas, agencias de publicidad, canales de televisión, de una generación que creció en el rock argentino y que hoy en día orienta sus decisiones comerciales en función de ésa a la que, todavía, pertenecen. Por eso es que el “rock” salió de las publicaciones especializadas y los circuitos pequeños de comercialización y difusión -que siguen fuertes, o al menos vivos en este contexto crítico– paraestablecerse como la música que aparece en todos lados. “Me encanta que esté pasando esto”, resume satisfecho.
“A La Renga ni le pregunté, creo. Ya conozco su pensamiento”, dice Costa cuando llega el turno de las preguntas y respuestas sobre ausencias y presencias. ¿Y Los Piojos? “Ellos estuvieron en Cosquín, y por eso pensamos que sería posible. Todavía no hay un sí ni un no, el tiempo es de ellos: aunque digan que sí en septiembre, llenarán su fecha igual.” Entonces, ¿el día “sorpresa” es para ellos? “Todavía no, queda pendiente la concreción de un día más heavy. Hay miles de pedidos telefónicos y de mails para eso. Veremos.” Allí también revela que quizás esa fecha se conforme con Rata Blanca y alguna banda extranjera. ¿Divismos por ubicaciones y horarios? “Algunos hay, claro. Lidiamos con eso, estamos acostumbrados.” ¿Habrá un gran nombre internacional en ésta o futuras ediciones? “Todavía lo estamos evaluando: en septiembre podemos anunciarlo. Tiramos tres o cuatro ofertas, veremos si alguno de ellos acepta finalmente.” ¿Cerati, Attaque 77, Die Toten Hosen? “Cerati tiene mucho trabajo en estos meses y no está tocando con su banda. Me dijo: ‘No voy a ir con Roken’. Con Attaque empezaremos a hablar luego de los Obras. Die Toten Hosen fueron invitados, pero están en período de descanso.”
“Inicialmente, el festival era Soy Rock, algo que finalmente cambió... Pero así fue concebido. Nos gustaba la marca y lo que ello implicaba. Estuve en muchos festivales en todo el mundo, y pensé que Buenos Aires no tenía eso: un gran evento con bandas argentinas, y eventualmente con invitados latinoamericanos. Al tomar la empresa una dedicación exclusiva a los artistas de este género en la Argentina, y al relacionarse con el medio a través de co-producciones, la idea fue tomando forma. Pensamos: ‘Este es el momento’”, cuenta el empresario. De ahí en más, estaba todo por hacerse. “Necesitábamos que alguien creyese en el proyecto, en este caso Quilmes, que se jugó de entrada. Nadie más quería jugarse por el rock argentino... Es difícil encontrar sponsors porque, aun con el crecimiento y la instalación de esta cultura-rock, todavía tienen miedo. Todos me decían: ‘Qué bien el rock, es el espectáculo más taquillero de todos, lo compro para una publicidad de tele, pero auspiciarlo no...’. Así era. Y todavía nos encontramos con ese tipo de respuestas, aun con las pruebas de la masividad adquirida a la vista. En un punto hasta me parece bien que pase, pero el rock sigue despertando esa inquietud que no despierta, por ejemplo, Diego Torres. Todavía se ve como peligroso.” La contracara de esta situación es el prurito alrededor de la palabra “negocio”. “Entiendo el negocio desde hace más de dos décadas, así que lo tenía claro: imposible hacer un festival de este tipo sin un sponsor principal. Contribuye además el crecimiento, más profesionalismo, mejores discos, mejor sonido... No se graba ni se mezcla afuera, pero hubo una gran evolución que ayuda a este auge: pasó con Los Piojos, de River a Vélez, hubo un notable crecimiento. Lo mismo con La Renga.” La clave es además, y de acuerdo a los nombres mencionados, la descentralización del negocio alrededor del rock: que las dos bandas más convocantes del país sean independientes revela un estado de la cosas. Pop Art, en cada show grande de La Renga y Los Piojos, trabaja según un método de co-producción, ofreciendo aquellos servicios que las estructuras de esas bandas no pueden tener. “Nosotros somos socios de ellos, proveedores de una buena estructura de producción y son aceitados los canales de distribución y difusión. Estas bandas eligieron la independencia porque ésa fue su actitud inicial, pero también porque el negocio no alcanza para repartir entre tantos... Te doy un ejemplo: si yo vendo un disco a través de un comerciante, se duplica el costo de ese disco. El disco lo vendo a 10 pesos, pero al público cuesta veinte. Aparte de considerar que puede haber una compañía discográfica en el medio. Ahora, si yo vendo ese disco junto con una entrada para un show, el pibe lo paga 10, 12 pesos. Es una cuestión de valores y de mercado que ahora haya sellos y bandas independientes.” Según el empresario, lo que ocurre hoy con el rock argentino es “el negocio real. Antes vivimos una irrealidad, que la vivieron todos... No hay grandes adelantos ni contratos millonarios como los que se hacían hasta el ‘98. Ahora es todo más real. Me gusta eso”.

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