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Jueves, 2 de mayo de 2002

“Si lo hubiera entendido, lo habría copiado antes”

 Por Javier Aguirre

Palabras más, palabras menos, todo argentino ha escuchado alguna vez, y en especial últimamente, la historia de alguien que se va a España. La particularidad del caso de Carca –cuyo currículum al llegar a la Madre Patria contendrá cuatro discos solistas y, bonus track, una aceitada amistad con el profeta trans-oceánico Andrés Calamaro– es que no se va vomitando ira, ni apurándose a extrañar con puntualidad tanguera. La ida de Carca es natural, reflexiva, y está masterizada con cauto optimismo: “El techo que veo posible acá es más bajo que el piso que veo posible allá, así que se pone divertido”. Está claro. Apenas hubo unos mails cruzados y dos sellos independientes de Barcelona –allí es adonde va– ya mostraron serio interés por editar sus discos. Ok, entonces fue conseguir una casa allá y a otra cosa. Pero el estribillo de todo esto es que Carca no viaja solo sino que para la fecha de su partida (mediados de mayo) ya habrá terminado de mezclar su nuevo disco que, según él, esconde ciertas probabilidades de éxito. “Es rock disfrazado de pop”, cita la definición que el propio Calamaro le rubricó. Las canciones son rockeras, entusiastas y divertidas; y las voces y las letras se ocupan de mantener en un vibrante empate la pulseada entre profundidad y cinismo. Atención sobre dos de ellas: “Brindo por el creador del rock and roll” (una apuesta ambiciosa, una grave balada rockera, y quizás también una experiencia religiosa), y “Cursis”, que está tocada como una banda del ‘50 (¿Tony Sheridan featuring The Silver Beatles?), pero con sonido moderno y muuuy canchero, y con la participación marca-registrada de Calamaro en la voz. Compuesta por Carca, su calamárica melodía es irresistible y la letra cuenta una meta-historia: un músico que quiere componer una canción de amor, pero descubre que todas las canciones de amor son cursis. ¿Nace el nuevo “Para siempre”? En todo caso, ¿Carca se va de acá (y llega allá) con un hit?
“Yo le había mostrado ‘Cursis’ a Andrés durante las sesiones de El salmón, incluso llegamos a hacer un pequeño demo del tema. A Andrés le encantaba, y a mí me encantaba que a él le encantara; porque me hace acordar mucho al ‘Queen Bitch’ de David Bowie, del disco Hunky Dory, en donde Bowie imita a Lou Reed. Parece que fuera realmente Lou Reed, pero es Bowie. Esa inspiración e influencia son buenísimas; y en ‘Cursis’ ocurre algo parecido conmigo y Andrés. Yo aprendí muchísimo de él y me parecía buenísimo hacer una canción que pudiera ser suya, pero que fuera mía, y que en ningún momento tuviera un plagio melódico. Es una canción que Andrés nunca hizo, porque la hice yo; pero que podría pertenecer perfectamente a su repertorio. Difiere de otras colaboraciones suyas con otros músicos: él tiene una inmensa solidaridad para quien le proponga compartir música, pero nosotros somos amigos y eso en la grabación se nota. No la habría podido hacer sin Andrés, porque es para él. Es demostrarle cómo asimilé nuestro encuentro. El me decía: ‘Pero esto de meter tantas palabras en una sola frase es mío’. Y yo le decía: ‘Sí, claro’ (se ríe). El estaba como emocionado: era yo jugando a ser él. Si me hubiera dado cuenta antes de lo importante que es Andrés como compositor, si lo hubiera comprendido antes tan fuertemente, tan al nivel de una revelación, lo habría... copiado antes. Pero es como si ves la tapa de Two Virgins, de Lennon y Yoko Ono, y lo único que decís es: ‘Están desnudos’. No, pará: preguntate qué hay en ese disco. Acá es lo mismo. ‘Ah, está Calamaro.’ Sí, pero hay que ahondar más allá de lo visible. Tiene un formato de instrumentación no complaciente: es una banda del ‘50, con batería del ‘50 con escobillas –como se tocaba el jazz–, contrabajo, guitarras de caja y grabado en vivo en primera toma. Con buenos equipos, buenos instrumentos y buenas consolas, sí; pero grabado en una casa. Si eso llega a ser un hit, lo saludo. Yo lo hice para que explote, como siempre hice todo para que explotara. Pero si no explota, estaré igual deorgulloso que lo que estoy de mis otros discos. Nunca moldeé mi música para que le guste más a alguien.”
La entrevista es interrumpida varias veces por llamados telefónicos. No es una protesta de periodista sino una descripción: en algunos de los llamados Carca arregla detalles de la mudanza, en otros intercambia novedades y arregla encuentros con tono tácito de despedida, o de cuenta regresiva. La partida está cerca y las razones también: “No hubo una decisión puntual y tangible sino un desarrollo lógico en mi carrera, lo entiendo así. La causa principal, en realidad, es muy simple: yo acá tuve, tengo y seguiré teniendo una carrera importante, en cuanto a que a mí me importa, y en cuanto a que a mi público le importa verme y escuchar nuevas entregas de material. Eso no va a caducar nunca, aunque yo ahora lleve aquí cinco meses sin tocar. Lo que quiero transmitirle a todo aquel que alguna vez se sensibilizó con mi música es que no voy a desaparecer. Mi carrera en la Argentina va a seguir, voy a editar mi disco nuevo también acá, por supuesto. Lo que pasa es que el rock, en un punto, es una empresa en la cual si los números no cierran, no se puede presentar un espectáculo. O al menos no se puede presentar en las condiciones en las que yo quiero brindarlo. Ahí es donde influye este caos social. Yo no quiero exponer a mi público a algo por debajo de lo que quiero ofrecer”, arriesga.
Con los días, todo se fue complicando. “Las últimas fechas que hice acá fueron encantadoras por el clima, pero yo sentía que no estaba dando todo el porcentaje de asombro que podía dar en otra época, con otra situación. Estábamos tocando en la sala y viene alguien a avisar que está muriendo gente en Plaza de Mayo, o que hay estado de sitio. La última vez que toqué en vivo, estaba con Juanse, había otra vez estado de sitio, renunciaba Rodríguez Saá y éramos mil tipos en Cemento en estado de rock, con toda la policía en la calle. Me asusté; dije: ‘No quiero tocar más’. No puedo sentir la culpabilidad constante de que haya gente comiendo basura en la calle. Emocionalmente, esa situación me destruye. Así que aprovecho lo que sería un viaje de negocios para quedarme en un lugar más tranquilo donde desarrollar mi carrera. En Barcelona hay gente que está medio fascinada con mi material, y es un poco también un pretexto, porque en realidad lo que yo quiero es poder tocar. Sé que no voy a tener un background que me avale; allá no voy a ser una persona que hizo todo lo que yo hice acá; allá no voy a ser nadie. A lo sumo, voy a ser visto como un amigo de Andrés (sonrisa), algo que es muy importante, ya que Andrés es una persona top of the line. Pero quiero probarme a mí mismo que todo lo que siento es real. En el mercado español la gente no está preocupada por tantos miles de cosas, y a partir de eso está más abierta a escuchar a un artista. Por eso ‘Brindo por el creador del rock and roll’, porque es el que me permite tener un trabajo digno en cualquier parte del mundo. En Barcelona yo tengo trabajo por saber tocar la guitarra. Es un mejor lugar para tener abierta la puerta de la expresión: es de habla hispana, tuve buenas repercusiones al instante, y con mínimos contactos. Acá me pasa algo que allá no me estaría pasando, así que me decidí a subir el escalón. Me encantaría ser como Lou Reed, poder vivir sin MTV. Estoy seguro de que con el paso de los años me van a ver como un artista en el que hay que reparar. Un artista que se mantuvo al costado de toda la situación, pero que estuvo siempre; y siempre generando rock y manteniéndolo vivo.”

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