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Jueves, 14 de mayo de 2009

CUCHá CUCHá RECARGADO: MILHOMBRES, LOS HI HATS, CAMILA BARRE, CAROLINA BOSSA, PAULA MEIJIDE, OVEJAS Y NEUTRAL

Volver al futuro

Entre 120 discos del under escuchados por el NO, siete quedaron sonando en un viejo y baqueteado Noblex. Aquí van los por qué, los para qué y los por qué no.

 Por Cristian Vitale

MilHombres (ídem)

Trío no power pero sí intenso, que se mete por laberintos inexplorados buscando atravesar las barreras de lo indulgente: ¡chau, loco! Julián Hartmann –guitarra y voz– lo dice a su forma. Habla de verborragia interna, de expulsar fantasmas. “La música es nuestra forma de expresarnos más allá del ámbito del intelecto que es el que prevalece en la vida diaria”, dice. La estética de la banda está clavada en algún punto intermedio entre las penumbras de Héroes del Silencio, el vuelo de Pink Floyd y las asonadas oníricas de Radiohead. E incluso apoyan sus viajes en vivo con imágenes proyectadas, juego de luces y todo lo que sea puesta en escena. “Siempre andamos en la búsqueda de sensaciones y clímax”, sigue el hombre de cuya pluma salen frases como “Quiero asaltar todo tu penar sombrío” (Incierto destino). Existenciales y tangueros. Lumínicos, a su manera. “Deberíamos trabajar en Edenor o Edesur”, ríe Julián. “En nuestro primer ensayo, con toda la emoción y la ansiedad del debut se cortó la luz. Quedó Eber sólo golpeando el redoblante, y bue, versión acústica de las canciones cuando todavía no existían las eléctricas definidas. La primera banda que armó un unplugged antes que los temas.” Tremenda banda.

Los Hi Hats (Autoespionaje)

Cierto día –verano 2008– Los Hi Hats tocaron para ¡una sola persona! Fue en un balneario de la brava Quequén y, para colmo, un tipo pasó con un Falcon por detrás del escenario, pisó un cable y les desenchufó todos los equipos. “Igual, el show pudo continuar y fue todo un éxito, el único espectador se quedó recopado con el grupo”, se ríe Juan. Juan es el tecladista de esta banda nacida hace cuatro años en Caballito, que acaba de editar su ópera prima –sólo la precede el EP De pulpos y calamares–- que ofrece un péndulo de estilos interesante de indagar: rock power + tango-soul (¿?) + baladas beat + funk conviviendo en un sexteto de garage eléctrico. El pibe lo define mejor: “La verdad es que no nos gusta definirnos, porque nos ataría a un estilo o una forma, y una de nuestras características fundamentales es no estar atados a nada. No obstante, todos los sabores que incluimos en nuestra música no sacan a las canciones del marco del rock”. Frescura, dicho está: los tipos disfrutan igual de tocar ante 20 mil personas (les tocó una vez en Mar del Plata) como para 50 “a la gorra” en el Parque Centenario. O para una... eso es actitud.

Camila Barre (ídem)

La prehistoria de Camila Barre asume ribetes insólitos: una vez, Fran Carosi, que después tocaría en Jaime Sin Tierra, organizó un recital en la secundaria. El y Largo –baterista– eran fanáticos del Pink Floyd de Barret y el Genesis de Gabriel y le pusieron al convide ¡El bosque de las Gárgolas! Sigue él: “Desparramamos hojas secas por todo el sum del colegio, pusimos velas y entramos todos gritando como delirantes. La gente no entendía nada. Pensaron que alguien se había electrocutado. Se asustaron bastante, hasta que se dieron cuenta de que era parte del espectáculo por alguna poesía que Largo recitaba mientras el resto se arrastraba por el piso como una manga de desquiciados”. Después, las cosas fueron tomando un rumbo más “normal” y la banda se fue transformando en un buen efecto del riñón JST. Largo se evaporó, pero Fran siguió recolectando amigos. “La banda no tiene un principio de banda propiamente dicho, ninguno de nosotros se encontró con el otro en el subte o en una playa y se puso a hablar para terminar diciendo ‘¡hagamos una banda!’”, cuenta Fran. Partió de un cúmulo de canciones que tenía grabadas en la PC, listas para ser reinterpretadas. Encontró a Pipo, baterista, en el patio de la facultad. “Tenía una pinta de emigrante venido de alguna parte de la Rusia antigua que se caía. Iba a la facultad con una araña de rulos desordenados, barba de unos días de no afeitarse, un sobretodo del abuelo y violín en mano. Es decir, no le faltaba nada”, se ríe Fran. Al tiempo, llegó otro batero (Rodo), Ben Ochoa al bajo y un muy buen primer disco cuya tapa demuestra el interior: vías muertas, dos ciervos y un faro de mar a lo lejos. Son once canciones secuestradas por el aura de Sonic Youth, Morphine, Artic Monkeys, The Dicemberists, Spinetta y Pj Harvey.

Carolina Bossa (Formas distintas)

Artesana. Melómana. Algo hippie. Licenciada en psicología –egresada en algún café de Rosario–. Cantante. Compositora. Guitarrista. Todo esto junto quiere decir Carolina Bossa. Su primer disco solista es como una ampliación de su nombre. “Empecé a tocar guitarra criolla a los once años y me di cuenta de que necesitaba cantar para expresar lo que sentía”, adentra. ¿Qué siente hoy? Mucho blues y rock en las venas; mucho cuerpo como mensaje: 1) “Tu sexo me lleva por lugares que nunca estuve” (Cuerpo sin alivio). 2) “Brindar el cuerpo es la quimera” (La quimera). Es como una Janis Joplin criollita, adiestrada, menos fiera y, claro, en otro planeta histórico. “Claro que bebo de ella tanto como de Clapton y Vaughan, mi base es el rhythm’n & blues, aunque también me han impresionado Nirvana, el tango y el jazz tradicional. Con todo ello plasmo lo que soy”, sigue. La lady comenzó su andar jovencísima, acompañada por algún músico de Rosario en ciertos pubs de Rosario. Luego formó una banda de rock & blues (La Súplica) cuyos demos y ep’s fueron incluidos, recién, en su primer disco solista ¡Un compilado!. “Acá plasmo todo mi trabajo independiente de años: hay temas míos y otros de otros, como Desconfío, de Pappo. En esas canciones y las de Formas distintas, el leitmotiv es encontrar mi poesía y una forma musical que la exprese: cosas que me están pasando en un momento determinado o cuestiones más trascendentales, medio filosóficas. La filosofía y la psicología (el psicoanálisis sobre todo) me apasionan y uso conceptos referidos a esas disciplinas en mis canciones.” Claro, psicología de café.

Paula Meijide (La reunión)

Experiencia pendular. Versátil. Mucha agua pasó bajo el puente antes de que Paula Meijide decidiera lanzarle al mundo este disco de canciones maceradas. Cantó jazz para Patán Vidal y Mariano Otero; también pop para Entre Ríos y Lucas Martí. Y le puso La Reunión, a su grupo, apelando al hexagrama 45 del I Ching (“El total es mayor a la suma de las partes”). Convocó a Javier Martínez, Axel Krigier y Miguel Botafogo para dotar con música una voz sensual. Alucinante. Santiago Castellani en tuba, trombón y cavaquinho; Germán Winadus en guitarra y Lucía Martínez en bajo y coros. “Los reuní en febrero de 2007 y les mostré mis canciones. Mi idea de hacer un disco y salir a tocar. Se entusiasmaron con el proyecto y ahí empezaron a surgir fechas y eventos, todo con espíritu bien indie.” La Reunión es una mezcla de rock, pop y folk, con mensajes que Paula, entre Pizarnik y Aimee Man, lanza como presa de un trance. “Me conecto intensamente con una vivencia o una emoción determinada, y fluye como desde un lugar al que no puedo llegar tan fácilmente en los momentos ordinarios de la vida y de la conciencia.” Una mejor forma de explicarlo –invirtiendo el hexagrama del I-Ching– es un sueño nirvanesco que la cantautora tuvo antes de concebir el disco. “Una vez soñé que el universo era un gran útero del cual emergían todos los planetas, todos los seres y todas las especies. Y que todo estaba impregnado de energía femenina, fuente dadora de vida y muerte cíclica y natural. Me sentí protagonista. Y entonces desperté y escribí una canción que se llama Luna Nueva.” ¿Qué tull, Jethro?

Ovejas (Al natural)

“Ovejas somos todos”, dicen, y son tres: Sofía, Elixa y MFlor. O un power trío femenino –novato pero bueno– que acaba de lanzar su disco debut: Al natural. Distorsión, frescura y boquitas pintadas se entremezclan en este cosmomundo que incluye desamores adolescentes, euforia y rebeldía. “Partimos de metáforas e imágenes de sensaciones por las que puede atravesar cualquier persona en diferentes momentos. No intentamos dejar un mensaje, más allá de lo que nos pueda pasar en este tiempo y en las circunstancias que vivimos”, es la radiografía de MFlor, la fundadora. Se autoparieron en el 2006 a instancias de ella (María Florencia) y Elixa, poderosa baterista. El síndrome Divididos fue el bajo. La primera fue Verónica, que se fue poco antes del grabar el disco; después pasó Ani y ahora está Sofía. “Somos una banda de canciones potentes con estribillos pegadizos –sigue MFlor–. Nos gustan tanto Divididos como Jimi Hendrix Experience, The Who, Zeppelin y también PJ Harvey, Faith No More, Foo Fighters y Franz Ferdinand.” El trío ya sumó varias millas en festivales (Milrockeras, Adolescent Fest, Pepsi Music) y aseguran estar subidas a un tren que les encanta. “La pasamos muy bien con cada una de las cosas que nos pasan: tomarnos un bondi a Córdoba, y sin dormir ir a entrevistas; tener un show súper emotivo y luego subirnos otra vez al colectivo; o pasar una tarde entera encerradas en la sala componiendo temas nuevos. La banda ocupa gran parte de nuestra vida y energía, y los resultados son gratificantes y regeneradores.” Extra, extra: el solo de guitarra de MFlor en Pequeña Soledad le suma un lindo poroto al rock con cara de mujer.

Neutral (¿Quién juega con quién?)

Cuando todo era nada: 1) Solían atar la música con alambre, 2) meterse en líos. 1) Pub de San Antonio de Padua. “Por entonces, nos caracterizábamos por tener pruebas de sonido horrorosas pero una vez comenzado el show, algo cambiaba, entraba en juego esa ‘magia neutral’ que hacía que todo suene bien. Ese día podríamos decir que la primera parte se cumplió a la perfección, incluso superamos la horrorosidad de la prueba y, claramente, estábamos tranquilos que al empezar el show todo sería diferente. Convengamos que el recinto se adecuaba a las circunstancias y era digno de ese tipo de eventos rockeros: un baño clausurado, escenario enclenque, etc. Cuando empezó a sonar, nos miramos todos y no lo podíamos creer. Le hicimos seña al ‘sonidista’ que oficiaba también de barman, para que por favor mejore eso, pero no pudo hacer milagros. Con un audio símil AM brindamos nuestro tan ansiado show y la ‘magia neutral’ ese día no se hizo presente.” 2) También en el Oeste (Ramos Mejía). “No hacía mucho que se había formado la banda y teníamos un show en un lugar bastante oscuro, para denominarlo de alguna forma. Después de terminar de tocar (para muy pocas personas) los dueños del lugar cerraron las puertas y no nos dejaron salir. Aparentemente había alguna diferencia económica y hasta no saldar la deuda quedaríamos encerrados. Como habíamos sido invitados no teníamos idea del arreglo. La cosa se fue poniendo muy difícil, incluso de un tinte mafioso hasta que, entre discusiones, logramos zafar. Una vez afuera, Juanjo, nuestro bajista de entonces, recordó que su instrumento había quedado adentro. Al volver a recuperarlo, no nos lo querían dar y de hecho no lo hicieron. Nos fuimos, embroncados y lamentando la pérdida. Por suerte la mala memoria de Juanjo olvidó que el bajo se lo había llevado un amigo suyo y todo terminó relativamente bien.” El dueño del relato es Pablo Salvador, cantante, guitarrista y fundador de esta banda nacida a fines del ‘90, en Ituzaingó, bajo el genérico rótulo de pop-rock. Gustan de Rammstein, pero también de Pink Floyd; de Muse, pero también de Cure y tiran frases sueltas del tipo ¿Krishna me vio enloquecer? (¡?). Despeja Pablo: “Es como cantarle a tu subconsciente y compartirlo con todos”. Neutral: banda a ponderar sin temer represalias.

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