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Jueves, 20 de mayo de 2010

CAMELAR LO DESCREE

“Muchos se creen la de Pomelo”

EL ESPIRITU RADIOHEAD, LA PULCRITUD BRITANICA PARA TOCAR GUITARRAS ARGENTAS Y BATERIAS VOLADORAS DESCUELLAN EN SU FLAMANTE EL FIN DE LA ILUSION. “UNA BANDITA NO ES EMBORRACHARNOS Y ENSAYAR CADA TANTO”, DICE JUAN.

 Por Mario Yannoulas

El fin de la ilusión. Un leitmotiv posmoderno. Algo parecido dijeron Fukuyama y sus neoliberalitos para despojar al ser humano de capacidad creadora. Pero Camelar eligió ese enunciado para titular a su segundo disco y, sorprendentemente, no intenta deprimir a nadie sino más bien lo contrario: “El fin de la ilusión es el comienzo de la realidad, que es más cruda; pero ante eso, ¿qué hacés?, ¿te quedás en tu casa o salís a mostrar algo?”, sondea Juan Regidor (guitarra, voz y sintetizadores). Uno de los primeros pasos para enfrentar lo ineluctable de forma auténtica fue no abonar al paradigma lo-fi tan de moda en cierto under, porque El fin de la ilusión suena tremendamente bien, aun cuando las tomas de las voces y los instrumentos fueron hechas en casas y salas prestadas. Ese sonido claro y profundo terminó de cuajar con mezcla y mastering hechas en estudio.

El trío que también comparten Pablo Ibáñez (bajo, voz y guitarra criolla) y “Purrete” Sánchez (batería, percusión y programaciones) propone nueve canciones que incluyen un instrumental, una versión de Cada luz, de Spinetta, más un cruce de influencias degustable: el ADN post-Radiohead y la estética pulcra argento-británica de Massacre en El mamut convergen en guitarras agresivas, baterías que vuelan y apilan bases de bajo. “Nunca había trabajado con gente tan hinchapelotas como ellos”, asalta Pablo con gracia. “Todo fue autogestionado, pero buscamos lo más profesional para ser claros en el mensaje, porque no hacemos rock directo”, explica Juan.

–¿Cuál es ese mensaje?

Juan: –Para mí, la melodía es el mensaje, y puede estar en la voz, el bajo o la batería. En cómo suena la banda o en qué tipo de voces hay. Cuidamos mucho la parte tímbrica.

Pablo: –No dejamos nada al azar. La partituras tienen que respetarse por el trabajo grupal que hicimos, y eso hace al mensaje en general.

–¿Y a nivel conceptual?

Juan: –Tratamos de mostrar una vía paralela, porque no es que estemos haciendo algo que no se haya hecho antes o que sea único en este momento.

Pablo: –La escena no es muy compatible con lo que proponemos, sobre todo en Capital y en lo que se ve a este nivel de under.

Juan: –Tiene que ver con una actitud combativa –de nuevo, entre comillas– de ser independiente. Siempre hablamos de Muse o de Incubus, gente que hace música más allá de la década, y la rompe. Es algo diferente al grunge, que te ubica en una posición medio autodestructiva que tampoco cultivamos.

–Bueno, el título del disco es bastante grunge...

Juan: –Puede ser. Pero hay ideas optimistas con algo concreto: una banda. No es “Nunca logré tal cosa”. No, lo estoy haciendo, con lo que implica.

A pesar de que Pablo y Juan son de Bariloche, se conocieron en Buenos Aires, donde pensaban hacer de la música su vida. Descubrieron, entonces, que compartían una manera de pensar: “Somos gente que quiere laburar. Muchos se creen la de Pomelo, pero hay que organizar fechas, tratar con los chabones de los lugares (que suelen ser re chotos), intentar que te den bola. Una bandita no es emborracharnos y ensayar cada tanto”, firma Juan.

* Camelar sigue presentando El fin de la ilusión el sábado 19 de junio a las 22 junto a Prietto Viaja al Cosmos con Mariano y Trenes al Sur, en El Zaguán, Moreno 2320.

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Imagen: Cecilia Salas
 
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