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Jueves, 23 de diciembre de 2010

De vinilos y protooles

El NO publica textuales de una entrevista inédita del periodista Claudio Kleiman para la web de divididos.com.ar, con motivo de la salida de Amapola del 66 en vinilo.

 Por Claudio Kleiman

SOBRE EL VINILO

Mollo: —Lo que te permite el vinilo es eso, jugar con los estadios. Hay una obra que dura 22 minutos y después tenés que dar vuelta el disco. (...)

—Y aparte, cómo cambió la manera de pensar un disco. Acá, por ejemplo, cuando tenés un álbum doble, tenés que pensar comienzo del lado a, fin del lado a, comienzo del lado b y fin del lado b. Y después lo mismo con el otro disco.

Mollo: —Un poco lo que no te permite el cd. El cd es como un concepto, que además al no tener esos intervalos, es como que tenés que sostener la obra también. Eso es lo que nos costó un poco en el cd. Por eso tuvimos que sacar uno de los temas. Porque no se sostenía en ese solo lado que dura más de una hora. Entonces, ¿cómo sostenés la atención durante más de una hora?

—Es muy difícil. Muy pocos discos lo consiguen. En el caso de Divididos se consigue. Igual hubo una tendencia que ahora, por ejemplo, los cds, ya desde hace tiempo, volvieron a tener la misma duración que un longplay.

Mollo: —Es que debería ser así. Yo creo que es medirlo en la capacidad del soporte y no medirlo en la obra que querés mostrar.

—Pero como que se vio que la capacidad auditiva anda por ahí.

Mollo: —También, claro. Es como lo más natural.

—Al principio en la época del cd decías “ah bueno, podés meter más de una hora de música”, y todos los cd venían con más de una hora de música y te pegabas un embole que era imposible.

Mollo: —Hace muchos años, ¿una hora de cátedra cuánto tiempo es? Son 45 minutos. Es el punto de atención.

—Después de eso empieza a decaer, salvo que peles algo que sea completamente excepcional.

Mollo: —Y por qué hacerlo en relación a un soporte y no porque la obra te lo pide.

—Pero llegó después de haber experimentado. Al principio venían todos así, con un montón de información y después volvieron a ser 40, 45 minutos.

Mollo: —Donde está el punto de atención.

—Sí, lo que el oído aguanta.

Mollo: —Hay discos de Frank Zappa de 35 minutos.

—Sí hay mucho long play de 30, 32.

Mollo: —Porque además el tema de la duración tiene que ver con la calidad de audio. Cuanto más tiempo le metés, tenés que negociar la capacidad de audio del surco.

—Hinchaban mucho con eso en la época del vinilo. 17 era lo máximo que aguantaba sin perder mucha fidelidad. Y los maxi sí, porque estaban pensados para que tengan mucho grabe sin que la púa saltara. Tenían que tener el surco bien ancho para que la púa te diera como un curso de navegación.

Mollo: —Un rango dinámico, La brecha del ferri (risas).

Arnedo: —De todas manera lo que nos gustaba determinado disco lo pasábamos, y otra vez la capacidad auditiva se iba...

—Es que te daba esa posibilidad de querer escuchar más. De querer volver a escuchar. Es muy difícil que vos quieras volver a escuchar el cd.

Arnedo: —A El Lado Oscuro de la Luna, íbamos y veníamos, dos vueltas le pasábamos.

SOBRE EL PROTOOLS

Mollo: —En vez de estar en tu sala de ensayo, dándole un poco más, lo arregla una computadora. Y no está bueno. No está bueno artísticamente, en el sentido de que cuando lo utilizas por fiaca, y no por una cuestión artística. O sea la utilización del sistema por decir “no pará, ya está, cortame un pedacito de acá y ponémelo allá”. No está ensayado. Es como que siempre tiene ese punto de sutura que a lo largo de la obra creo que se nota.

—Aparte para el que es vago, permite mucho el atajo. En vez de tocar una cosa varias veces, agarrás el pedacito que está bien, lo recortás y lo ponés donde va.

Mollo: —Es la vagancia total (risas).

—Pero eso se hace muchísimo.

Mollo: —Pero eso se hace con la guitarra. Uno repite ese pedacito hasta que le sale.

—Lo que se hace es agarrar ese pedacito, la vez que te salió, y decir “bueno ya está. Eso lo pongo acá, acá y acá”. Que no es lo mismo.

Mollo: —Así dijo un ingeniero: “Dejame las vocales que yo te lo canto” (risas). A, E, I, O, U...

—¿Cómo dejame las vocales?

Mollo: —Claro, todas las partes melódicas de las vocales, el tipo cantaba una secuencia... En realidad, era un chiste. Dejame las vocales que yo te las acomodo en los lugares donde deberían estar. Te lo afino, te lo pongo. Se puede afinar, o sea, le erraste en la A y no pasa nada. Dejame una A, que yo te la pongo en el tono y yo te la extiendo.

—Que es una cosa distinta. Ya no es cantar.

Mollo: —El otro día escuché una promoción que dice, “ahora te vas a dar cuenta por qué los instrumentos son una cosa del pasado”. Mostrando la tecnología moderna, cómo podés hacer música a través de un teclado.(...)

—Esa facilidad que te da la tecnología puede ser una trampa. Creo que ese es uno de los motivos por los cuales ahora se toca menos que antes. Que no salen tantos artistas, ni tantos buenos instrumentistas como en otra época.

Mollo: —Ojo, hay algunos que andan por ahí. Pero estamos hablando de lo que sale a la luz y lo que se ve, y es como que no hay resto. Cuando subís al escenario no estás en el estudio donde podés repetir las cosas. Y es ahí donde se nota la falta de ensayo, o el sentarte un rato más.

—El sentarse un rato más. A veces digo que las horas de pantalla te restan horas de sentarse con el instrumento.

Mollo: —Sí, y le da más protagonismo a una persona que no está relacionada con el arte, que es el ingeniero de sonido. Porque termina siendo el director de la orquesta, porque es el que hizo que el bajista tocara con el baterista. Y que el guitarrista tocara eso que no pudo tocar, y que el cantante cante eso que no pudo cantar. Termina siendo como el integrante nuevo de la banda.

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Imagen: Jorge Larrosa
 
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