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Jueves, 12 de septiembre de 2013

LOS RIESGOS DE EXPONERSE EN INTERNET

Mi cuerpo es mío

Por falta de información o acompañamiento, los adolescentes no terminan de admitir los peligros de participar abiertamente de las redes sociales, y en ese movimiento son muchos los adultos que se aprovechan de eso, tanto para robar fotos y alimentar sitios que están a pasitos de la pornografía infantil como para cometer acosos digitales. Pero, ¿cómo cuidarse mejor?

 Por María Daniela Yaccar

Anoche fuiste a una fiesta. Te pusiste tu pollera más corta, botas y elegiste un escote pronunciado. En la previa te sacaste fotos con tus amigas. Le tiraste besos a la cámara y simulaste ser Jesica Cirio por un rato. En el universo que arman tus amigas y vos está todo permitido, pueden jugar a ser esas estrellitas de tevé que contonean el culo y la cintura. Foto, foto, una, dos, tres. De cara, de espalda, de todos lados.

Hoy te levantaste, abriste los ojos y prendiste la PC. Enseguida, te predispusiste a revivir la euforia a través de momentos congelados. Bajaste las fotos. Enseguida, sin pensarlo y automáticamente, las subiste a tu perfil de Facebook, y más temprano que tarde llegaron los comentarios y los Me gusta. Después te enteraste de que esa foto estaba en una página de Facebook o en un blog que promocionaba compilar las fotos más hot de “las pendejas más hermosas de la red” o algo por el estilo. ¿Y ahora?

No hay dudas de que Facebook es una de las maneras más rápidas de compartir fotos, frente al engorro que produce mandarlas por mail, cargándolas una por una cuando pesan una banda. Pero, ojo. Quizá no lo sepas: no todo lo que subís a Internet está bajo tu control. Y ese otro mundo, el online, el digital, que tanta libertad te da, tanto te da como puede quitarte. Y eso ocurre independientemente de que hayas configurado tu perfil como privado. Hay que entender a Internet como un mundo en el que no se está completamente protegido, como un mar en el que hay que navegar con ciertas precauciones, donde se mueven peces gordos y tiburones, gente que puede entender más que vos y carecer de tu inocencia.

No se trata de dejar de utilizar una herramienta sin dudas maravillosa, pero sí de utilizarla con cierta información que, por cierto, no abunda. O que incluso los mismos dispositivos retacean. “Seguridad es un concepto relativo. Las personas sólo están seguras cuando mueren. Incorporar información en la web implica cierto riesgo de que otros puedan acceder al contenido de esa información y que, eventualmente, la utilicen de forma maliciosa”, advierte para el NO Daniel Altmark, director de la carrera de Especialización en Derecho Informático de la Facultad de Derecho de la UBA. En Internet nada es obvio y muchas cosas se dan por sentadas. Aunque las plataformas le digan al usuario que eso que se sube lo podrán ver únicamente amigos, el que quiera espiar, espiará, sorteará los obstáculos de esa nebulosa, el aleph, el Gran Hermano que es Internet.

#InocenciaInterrumpida

Si el perfil del usuario es público, los riesgos pueden aumentar. Tus fotos, tu información personal y los estados que actualizás cotidianamente están a la vista de todos. Pero lo importante es saber que, guste o no, los riesgos existen independientemente de eso. “Los adolescentes tienen una expectativa de privacidad menor a la de los grandes. No tienen miedo de mostrarse ni de sacarse fotos”, recalca Daniel Monastersky, abogado especializado en Derecho Informático y fundador de Identidadrobada.com. No lo dice de la nada, hay estadísticas que lo apoyan. Los adolescentes dan poca bola a la privacidad, según se desprende de un estudio que realizó en 2012 el Ministerio de Educación. De los jóvenes consultados entonces, el 47 por ciento no creía en los peligros de Internet y un 49 consideraba que no era peligroso chatear con desconocidos. En 2010, un sondeo revelaba que el 60 por ciento creía que sólo sus amigos veían su página personal. Los peligros no son menores, en absoluto (el robo de identidad, el acoso, el ahora célebre cyberbullying y la pedofilia son algunos). Entonces, atentos: es innegable que la web es parte de la vida cotidiana, pero la información que está ahí puede terminar en cualquier parte.

De hecho, hay sitios que descaradamente admiten que contienen “fotos robadas”. Hagan la prueba, googleen esta leyenda: “fotos robadas de Facebook”. Cada cual es libre de hacer con su cuerpo lo que se le antoje, desde ya, pero el cuerpo siempre es fantasmagórico cuando no es de carne y hueso, y así como se decía que una foto podía robarse el alma de una persona, alguien también puede robar almas con un par de clics. Es decir: cuando el cuerpo se convierte en una imagen que pulula por la web, puede que la propia libertad acabe. Bueno, habría que decir “cuerpo”, así, entre comillas. Porque no es el cuerpo el que está ahí, como lo afirma el psicoanalista Ernesto Sinatra, autor de L@s nuev@s adict@s: “Con las redes sociales una de las cuestiones que se favorece es que el cuerpo puede ser puesto en juego inmediatamente, pero no menos mediatizado, incluso evitado, siempre”.

Un ejemplo es Chicas-amateur.net. En una de sus ventanas, esta página porno dice de manera explícita que contiene imágenes hurtadas de Facebook. Al presentarlas, alguien escribe: “Las chicas de las redes sociales pueden ser muy cachondas, y es por esta razón que te mostraremos las fotografías de unas chicas a las que les fascina mostrar sus tetas por Facebook. Son unas zorritas que lo único que quieren es que opinen sobre sus tetas”. Hace unos meses detuvieron al creador del sitio en Facebook “Colegialas sexies y calientes” porque una mamá había encontrado ahí alojadas fotos de su hija. La cuenta mostraba fotos de nenas y, además, decía que podía pasar los Facebooks privados de las chicas que aparecían en las fotos si alguien subía “comentarios calientes”.

Cabe preguntarse cuántos sitios como éstos existen, que no aclaran de dónde sacan las fotos para no oscurecer, o para que nadie les meta una justa denuncia. Nombres elocuentes abundan. Hay quienes roban imágenes como quien puede robar caramelos, detrás de las pantallas del planeta. ¿Recuerdan lo que le pasó a la bomba de Scarlett Johansonn? Sus fotos en pelotas dieron la vuelta al mundo. ¿Están al tanto de cómo se nutren los portales de pornografía?

#PornoStarLegislado

Acá la cosa se pone todavía más heavy. No hay números que reflejen qué pasa en nuestro país, pero The Guardian dio a conocer, en octubre del año pasado, unas cifras alarmantes. Según el diario británico, que publicó un estudio de la Internet Watch Foundation (una organización londinense abocada a la protección infantil en la web), el 88 por ciento de las fotos que aparecen en portales porno son robadas de Facebook, Flickr, Tumblr o Twitter. En el medio de esta encrucijada, hay pibas y pibes de entre trece y veinte años, que no están decidiendo por ellos mismos lo que quieren hacer con las imágenes de sus cuerpos. La tercera parte de todo el tráfico de Internet es pornografía. A los que afanan imágenes y videos se los denomina “sitios parásitos”. Los especialistas ingleses también están advirtiendo desde el año pasado los riesgos de “sextear”, neologismo que se emplea para hablar del envío de contenidos sugestivos a través de teléfonos móviles, otra cosa que sugieren evitar. También se habla actualmente del “grooming”: esto es, cuando un adulto simula ser un menor con fines de captación, persuasión o delito sexual.

“La existencia de sitios parásitos es perfectamente posible”, dice Altmark. “Por eso hay que manejar racionalmente las redes y no subir información innecesaria, que tiene carácter privado. Puedo andar desnudo, solo en mi casa, pero me tengo que cuidar de cerrar la ventana.” Sí, es mejor prevenir que curar. Siempre lo será. Pero, a veces, el problema tapa. Y para algunos, sobre todo en una edad compleja como la adolescencia, mirar y ser vistos es primordial. Llegado el caso, ¿qué tiene que hacer el que encuentre una foto o un video suyos subidos a Internet? ¿Qué normas lo amparan? Según el especialista, es recomendable ir primero en busca de un abogado. El damnificado cuenta con una ley sancionada en 2000, la 25.626, de Protección de Datos Personales (la imagen es un dato personal), que tiene por objetivo evitar abusos sobre la intimidad y el control de flujos de datos. “Establece responsabilidades, incluso de carácter penal, a quienes violen los principios de la norma”, recalca Altmark. Por otra parte, en 2008 –tarde en relación con otros países del mundo– se introdujeron reformas en el Código Penal vinculadas con la protección de datos personales, la pornografía infantil y la pedofilia. La Argentina ha solicitado su incorporación a la Convención de Budapest, de la cual todavía no es miembro. Se trata de la primera cumbre internacional de delitos informáticos, que se propone establecer mecanismos de colaboración en el ámbito internacional.

Monastersky asegura que es muy probable que las fotografías de menores de edad “en poses sexies o semidesnudas” sean utilizadas como “monedas de cambio” para el ingreso a foros de pedofilia. Existe un artículo del Código Penal, el 128, que refiere a esto: “Será reprimido, con prisión de seis meses a cuatro años, el que produzca o publique imágenes pornográficas de menores de dieciocho años”. Para hacer frente a los delitos informáticos están estas herramientas. Muchos delitos quedan en la nada por falta de pruebas, por eso se aconseja dar lo más pronto posible con un abogado que recolecte la prueba informática. Internet es sinónimo de lo efímero, una prueba puede desaparecer en cuestión de segundos.

De los delitos informáticos que afectan a adolescentes, el grooming es uno de los más graves, va en aumento, y sin embargo no está reconocido en el Código Penal. Hay un vacío legal, protestan organizaciones y referentes jurídicos. Se da cuando un adulto crea un ámbito de confianza que tiene por objeto alguna acción que atenta contra la integridad sexual del niño o adolescente. La organización Argentina Cibersegura lanzó una campaña de apoyo para conseguir la sanción de un proyecto de ley, que ya aprobó Senadores en 2011, pero que puede perder estado parlamentario si no es tratado por la Cámara de Diputados.

#TanPopular

“Prácticamente todos los adolescentes de 14 a 17 años tienen Facebook. Y de 11 a 13 tienen 6 de cada 10. Facebook es para mayores de 14, pero modifican su edad”, revela Roxana Morduchowicz, especialista en culturas juveniles, autora de Los adolescentes y las redes sociales y Los adolescentes del siglo XXI. “No hay diferenciación social ni de género. En sus perfiles suben información que para cualquier adulto es privada: nombre, apellido, escuela, domicilio, fotos de su casa y personales”, advierte. Morduchowicz ha realizado encuestas a través de las cuales llegó a las razones de la exposición adolescente (y de la falta de conciencia de los riesgos): “Hay tres. Uno de los valores más importantes en esa etapa de la vida es la popularidad. Es un valor esencial tener muchos amigos. La popularidad es más importante que la intimidad. En segundo lugar, los chicos no miden el alcance de la web: escriben para sus amigos o amigos de sus amigos, no piensan que alguien que no es amigo puede leer su perfil. Por último, se consideran expertos en Internet. Cuando les preguntás quién sabe más de Internet en su casa, te dicen que son ellos o un hermano mayor. Eso les da una sensación de inmunidad”. El psicólogo clínico Luciano Dayán (de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires) añade: “Hay una presión de los grupos de pares. Además, no hay capacitación de instituciones y de familias”.

Hay que ir a la base. La adolescencia es la etapa de los grandes cambios y punto. Así fue y así será. El cuerpo cambia. De la mujer se dice, todavía, que “se hace señorita”. ¡Qué expresión más patética! De repente, muy pero muy rápido, tenés otro envase, así como también otros problemas y satisfacciones. Cambia el ánimo, cambian las relaciones, aparecen los amores y desamores, hay otras frustraciones, contactos con otras cosas, hay un pie en la niñez y otro en el mundo adulto; quizás hasta empezás a trabajar mientras vas a la escuela y también empezás a ir a bailar. Se busca algo así como una personalidad, que se materializa en la adhesión a una banda o a otra cosa.

No hay que dramatizar, ser adolescente en el siglo XXI es, en cierta forma, lo mismo que haber sido adolescente en siglos pasados, pero en otros aspectos, nada que ver. Se vive un momento en el que el cuerpo es un valor supremo y en el que las tecnologías son cada vez más invasivas. Hay quienes hablan, directamente, de un cambio de Sujeto. Ser adolescente en una época de cambio en las subjetividades no es una boludez. Ser adolescente en la época de Las Culisueltas (cuyas edades arrancan en los dieciséis años, y que menean con jeans apretados cantando “Papi dame látigo”), del video porno de Florencia Peña y de otras famosas, de la “estudiante hot” de la UCA... en fin. Estos datos tampoco son una boludez, sobre todo si se habla de la relación cuerpo-tecnología y en el medio de esas dos cosas está la exposición. La decisión o no de mostrarse.

“En los adolescentes hay necesidades históricas: encontrarse con personas, por ejemplo, ciertos miedos y ansiedades, gustos y placeres”, teoriza Dayán. El psicólogo clínico tiene una anécdota que ilustra muy bien todo esto. Una nena de diez años le comentó en una sesión que en el recreo jugaba al baile del caño. Cuando él le consultó si tenía novio, ella lo miró aterrada y le respondió: “¡Qué atrevido!”. “Había una dicotomía total en su testimonio, y eso se repite en los adolescentes.”

#DaleDaleConElLook

La que mejor definió el cambio de Sujeto que se experimenta en esta época es la antropóloga argentina radicada en Brasil Paula Sibilia, quien releyó a Guy Debord y dijo esto, que es clave para comprender en qué momento histórico están creciendo muchos pibes y pibas, y amparados bajo qué paradigma filosófico: “Veo un desplazamiento del eje en torno del cual nos constituimos como sujetos. Ese eje que estaba dentro de uno mismo se desplaza más hacia lo visible, no solamente hacia el aspecto corporal, hacia lo que se ve, el look, el cuerpo físico, la apariencia, el estilo, la forma corporal, sino también lo que podríamos llamar la performance, lo que se ve de lo que somos, todo lo que se ve pasa a definir lo que uno es”. Estamos más de lo que somos. Somos seres performáticos. ¿Cómo esto no iba a repercutir en los adolescentes? Al mismo tiempo, “vivimos una época de cambios vertiginosos, un predominio de las tecno-ciencias que prometen cumplir los sueños de hombres y mujeres ayer considerados imposibles, y que afectan tanto las relaciones con los otros como con el propio cuerpo hasta límites inimaginables”, según explica Sinatra.

Lo que más hacen los adolescentes en Internet es deambular por las redes sociales. El segundo uso más frecuente es YouTube, tanto para ver como para ser vistos. En consonancia con la teoría de Sibilia, para Morduchowicz existen dos mundos, el on y el off. Y para las nuevas generaciones las fronteras no están claras. “Entran y salen de ambos sin problemas. Prueban identidad en el mundo virtual y construyen mejor la propia en la vida real. La adolescencia es una etapa de construcción”, define. Sus investigaciones la llevan a afirmar que las mujeres son más comunicativas. “Y esto es en todos los estudios del mundo. Son las que más lamentarían perder el celular si el objeto mañana desapareciera”, afirma. “Las chicas visitan las redes a diario en mayor proporción. Chatean más. Subir fotos también es más habitual en las mujeres. Las que más fotos suben son las que tienen entre 15 y 17. Pero no hay diferencias entre hombres y mujeres en torno de la conciencia de los riesgos. Este es un motivo para que los adultos estén al tanto de los usos que los chicos dan a Internet, sin invadir su privacidad”, recomienda la especialista.

En síntesis: muchos de los riesgos se pueden controlar. Andá a tus perfiles de las redes y chequeá que todos sean privados. Un programa creado por la Dirección de Datos Personales (Convosenlaweb.gov.ar) da algunos tips para cuidar tu privacidad. También, fíjate lo que subís, tené más conciencia de que eso puede ser utilizado por un tercero. Y si en algún momento ves algo raro, no dudes en avisar a tu familia y que ella no dude en contactar a un abogado. No hace falta quedarse afuera, pero sí es fundamental que te cuides más, en el mundo online como en el offline.

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