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Jueves, 18 de julio de 2002

¿Cuánto vale la música?

POR MICHAEL GOLDBERG Crítico de rock, ex editor de la revista Rolling Stone USA, creador de la revista on-line Addicted to Noise y actual director del recomendable sitio neumu.net


TRADUCCION: P.P.

¿Qué valor le ponés a la música? ¿No tiene precio, o podés ponerle un valor monetario específico? Si un CD te cuesta $ 19, ¿significa que una canción vale $ 1,72? ¿Qué hay del típico álbum que contiene un montón de fiascos y un puñado de canciones que realmente te interesan? ¿Dividís los $ 19 por las cinco canciones que te gustan y te figurás que una canción vale $ 3,80? ¿O qué? Estoy bromeando, pero no completamente. Hace años que la gente viene quejándose por el precio de los CDs. El argumento estándar es que sólo cuesta un cuarto de dólar (o algo así) imprimir un CD, entonces, ¿cómo es que el precio sube tanto? Mi respuesta estándar: eso es como valuar un Picasso basándose en los materiales (lienzo, pintura, pinceles) usados para crear el cuadro.
Pero no, los defensores de la música barata dicen: una pintura de Picasso es un producto único; un CD se fabrica en serie. Cierto, pero la música en sí misma –no el disco plástico, no el librito– tiene un valor que va mucho más allá del costo de los materiales. Para mí –y apuesto que para vos también– eso es de un valor extremo. Cuando no puedo poner mis manos en un CD, aunque sepa que lo tengo en alguna parte, aprendí que tengo que ir a comprarme otra copia. ¿Por qué? Sencillamente porque tengo que escuchar esa canción, o ese álbum. Para aquellos que pasamos buena parte de nuestras horas de vigilia escuchando música, la idea de fijarle un precio a la música es medio ridícula. Me tengo que poner a pensar en esto después de que se echara a rodar una discusión en la que un puñado de tipos que escriben sobre música (entre los que me incluyo) expresaran que, para algunas personas, compartir archivos MP3 es devaluar la música (...).
La preocupación de la industria musical, por supuesto, tiene que ver con cuánto está dispuesta a pagar la gente por una grabación. El valor, para ellos, equivale a dólares. Pero para los fanáticos de la música, esa ecuación se derrumba, y nadie mejor que los críticos de rock debería saber eso, que obtienen gratis mucha de la música que escuchan. Las compañías discográficas les envían copias promocionales con la esperanza de que a los críticos les guste el disco y escriban cosas lindas sobre él. Así que los críticos, más que la mayoría de los fans de la música, saben que, cuando de música se trata, no hay una conexión real entre “valor” y costo. Siendo yo uno de esos críticos que recibe sus paquetes de CDs gratis, ¿los discos que pago valen más para mí que los que me llegan por correo sin cargo? Para mí, ése no es el punto. Si el CD contiene música de un artista que me interesa (y si después de escucharlo, se convierte en música sin la cual no puedo vivir), entonces eso para mí no tiene precio. No quiero argumentar en favor de las compañías grabadoras para que sigan aumentando el precio de los CDs, pero sí creo que el valor de la música no está basado en cuánto uno está dispuesto a pagar o no pagar por un CD, un vinilo o una bajada. Parece que nos lavaron tanto el cerebro que muchos de nosotros valoran las cosas según su costo. Cuanto más cara es la cena, la camisa o el vestido, la entrada al concierto o la habitación de hotel, más valioso es. Ciertamente, yo diría que cuando se trata de arte, eso es una bazofia. Puede costarme $ 7 u $ 8 entrar a un museo, pero si las obras de arte a las que accedo me movilizan de un modo significativo, esa experiencia está mucho más allá de la idea de “precio” o valor monetario.
El problema con las bajadas gratuitas, a mi modo de ver, recae en el artista y en la compañía grabadora. El artista ha creado la música, a menudo (aunque no siempre) con algún gasto de la compañía grabadora. La compañía grabadora hace una inversión en el artista con la esperanza de sacar una ganancia de esa inversión. Puede no gustarnos el trato que acordaron el artista y la compañía, pero si tomamos la música sin pagarla, ni el artista ni la compañía grabadora son compensados por su trabajo. Y eso no está bien.
Ahora alguno va a decir que las bajadas gratuitas son buenas para los artistas y las compañías grabadoras. De hecho, Calvin Johnson, dueño de K Records y líder de la banda Beat Happening, dijo en una conferencia quecompartir archivos era “lo mejor que ha pasado”. Dijo que compartir archivos es “nuestra versión de la radiodifusión. Nosotros ponemos nuestras canciones en Internet y pensamos que es increíble”.
Creo que Johnson tiene razón, pero también pienso que debería ser opción del artista y de la compañía grabadora hacer que ciertas canciones puedan bajarse gratis, o no. La música que, digamos, Beat Happening crea y graba les pertenece a ellos, no a vos o a mí. Si ellos deciden regalárnosla, maravilloso. Pero si ellos quieren que paguemos por ella, deberíamos pagar si la queremos.
Ahora, bien, si el compartir archivos hace que más gente acceda a música que no ha escuchado antes y, entonces, cuando descubre a un artista que le interesa se compra el disco, bueno, eso me parece genial. Pero si están haciendo lo que cierta gente que conozco está haciendo –completando gratis su colección de AC/DC, o creando una rockola en su disco rígido capturando las canciones que le faltan–, bueno, eso no es tan copado. Todavía creo que eso es robar y no soy el único. “Sé que si hacés algo y alguien lo roba, eso es robo”, dijo Elvis Costello en una entrevista publicada por The New York Times Magazine el domingo 28 de abril. “Eso es todo lo que necesitás saber sobre compartir archivos, ¿no? ¿Dónde está la ambigüedad?”
Agarrar el trabajo de un artista sin pagar y sin su permiso es faltarle el respeto al artista. Pero no “devalúa” la música. Eso difícilmente ocurra.

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