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Domingo, 31 de enero de 2010

SALí

Salí a comer

Pizza, bar y arte

La abuela no sabe: tres amigos que pasaron del delivery al restaurante

POR JULIETA GOLDMAN

¿Qué tienen en común una antigua silla de ruedas con respaldo esterillado, un cuadro de Jim Morrison y paredes verde seco? Todo eso forma parte de la decoración de La abuela no sabe, pizza bar inaugurado hace poquitos meses en lo que durante varios años supo ser un restaurante peruano mediterráneo.

Un estudiante de diseño gráfico, otro de sociología y un músico que en su agenda tiene fechas en la costa atlántica (se llaman, respectivamente, Pablo, Pablo y Gonzalo) se atrevieron a la aventura de abrir un restaurante y todo lo que eso significa: buscar local, superar contratiempos de contrato de alquiler, decorar el lugar sin sobrepasar el presupuesto, dividir las tareas y el desafío mayor: atender al público, que debe irse con una sonrisa y ante todo con ganas de volver. Por ahora, los clientes acompañan la edad de los anfitriones: todos promedian los treinta.

Años atrás habían trabajado juntos en un delivery de pizzas sin local a la calle. Preparaban todo en el cuarto en desuso del departamento de una abuela sin que ella supiera. Y decidieron rendirle homenaje dedicándole el nombre del nuevo emprendimiento.

La abuela no sabe tiene su menú a la vista, en grandes pizarras que cuelgan, intercalándose con cuadros de amigos. La idea es que también sea un espacio de muestras de arte y recitales de bandas en vivo, siempre y cuando el formato acompañe algo suave para comensales que no buscan altos decibeles.

Según cuentan sus dueños, el tapeo de salmón, de caprese, las papas bravas y la pizza de hongos del pino parecieran ser los hits del lugar. También hay ensaladas, amigable menú ejecutivo de mediodía e infaltables clásicos de postre como el apple crumble para concluir una velada feliz.

Fumadores o amantes del aire libre, una terraza para treinta lugares los espera en el primer piso. Y si no el mejor amigo del hombre por estos tiempos, el aire acondicionado, es el protagonista del salón de la planta baja.

La abuela no sabe queda en Uriarte 1423. Teléfono: 4897-2117. Lunes cerrado.

Peruano puro

Moche: platos tradicionales y homenaje a la cultura mochica

POR J. G.

La comida peruana se instaló hace ya unos años como polo gastronómico porteño. Una de las opciones más que recomendables es Moche, que abrió sus puertas en abril de 2006.

Su menú es, según sus dueños, “peruano puro”, cocina ciento por ciento local no fusionada, que incluye platos tradicionales y otros no tanto. Recetas clásicas, tesoros familiares transmitidos por varias generaciones y la clave de todo está en los ingredientes netamente peruanos y los secretos de un chef entrenadísimo.

Otro ítem importantísimo son las bebidas. Porque tanta comida con especias amerita compañía de bebidas alcohólicas. Carta de vinos cuidadosamente seleccionada y cervezas importadas de Perú son sólo una parte de la propuesta. Porque el hit del lugar es el famoso pisco peruano y su versión en trago, el pisco sour. Para los que prefieren bebidas sin alcohol se sirven limonada y chicha morada en jarra.

Vasijas de cerámica artística y estatuillas de guerreros moche son parte de la decoración del lugar. Además hay libros sobre la cultura mochica para los que quieran aprender a fondo de la historia del Perú antiguo. ¿Es necesario aclarar que la música de fondo son auténticas melodías peruanas y música criolla en general?

Esta casona porteña se divide en dos salones de paredes blancas, grandes ventanales que miran hacia la calle y mesas de madera de algarrobo con coloridos individuales tejidos.

Mujeres, tomen nota: jueves día de chicas, 2x1 en piscos y 25 por ciento de descuento en la cena. Y para todo el resto de los mortales, miércoles, 2x1 en pisco sour y piqueos.

Moche queda en Nicaragua 5901.

Abre todos los días. Teléfono: 4772-4160.

Con nombre propio

Demuru: un chef que además es dueño

POR J. G.

Juan Pedro Demuru es un joven chef, apenas pasó los treinta, con más de once años de experiencia en gastronomía. Su currículum es abultado y pasó por tantos emprendimientos que no alcanzan las líneas de esta nota para incluirlos. Lo que hoy importa es su reciente apertura: Demuru, el restaurante que lleva su apellido.

La casona de Honduras y Godoy Cruz, colonial por fuera y moderna por dentro, contuvo distintas propuestas gastronómicas. Y éste es el momento de Juan Pedro, en el que se luce con sabores orientales, latinoamericanos, franceses, italianos y algunos típicamente porteños.

Abrió hace menos de tres meses y su dueño decidió armar una carta de pocos platos, pero de los más variados, jugando con distintas combinaciones. Desde cordero marinado en hierbas, pasando por bondiola de cerdo braseada en jugo teriyake, pesca del día, ojo de bife, pastas rellenas o fusilli al fierrito. Todos contentos, vegetarianos y carnívoros unidos en un lugar elegante, con vajilla deluxe y mantelería, pero sin necesidad de ajustarse la corbata, ni subirse a los tacos.

La estética en cada uno de los platos juega un rol importante, incluso invitando a los comensales a realizar sus propias combinaciones de sabores, a crear y disfrutar de una experiencia diferente.

Habrá que esperar al invierno para ver calentarse los leños en la chimenea. Mientras tanto, vereda, terraza y salón con aire son opciones amigables para pasar una cena a base de cocina francesa, bodegas distinguidas y un anfitrión muy inquieto por crecer y aprender.

Demuru queda en Honduras 5296 (esq. Godoy Cruz). Abre todos los días desde las 20. Teléfono: 4831-5812.

Lo más fresco de cada día

Mercado Amenábar: la nueva frontera entre Palermo Viejo y Colegiales

POR IGNACIO MOLINA

Desde mediados del siglo XX hasta el año pasado, la esquina de Dorrego y Amenábar (en la vereda de enfrente de la finalización de la calle Nicaragua) fue apreciada pos sus vecinos por un motivo diferente al actual: allí existió, durante décadas, la única farmacia de ese barrio fronterizo entre Palermo Viejo y Colegiales. Y Mercado Amenábar, el restaurante que funciona en ese local desde hace un mes y medio (creado por los jóvenes socios Ignacio y Claudio, dueños también del cercano Lobby), se emparienta con ese pasado por haber basado su ambientación en los muebles, los cuadros, las fotografías y los objetos de todo tipo que habitaron tantos años la farmacia y la casa contigua. En tal marco hoy se puede disfrutar, además de desayunos y meriendas, de elaborados platos de autor. El concepto de mercado, presente en el nombre, indica que no existe una carta fija y que los menúes de cada jornada se arman con las materias primas más frescas que ofrezcan los proveedores. En una pizarra que ocupa la parte superior de gran parte del local se pueden leer esas opciones, como el plato del día (abadejo del barrio chino, con vegetales al vapor y salsa tártara, por ejemplo) y otros (como risotto de camarones y vieiras perfumado con pinot gris y azafrán), los sandwiches (como el de cheddar y chicken en pan árabe con aliño de curry y tomates secos, acompañado por papas especiadas, verdes y dip de dressing), las ensaladas (peras grilladas con queso azul, tomates secos y mix de verdes), los desayunos (huevos revueltos sobre pan de campo y panceta ahumada grille), los postres (crumble de manzana) y las cosas dulces para la hora del té (budín mandarino y crocante de coco y dulce de leche). El servicio es ágil y amable, y los precios, teniendo en cuenta lo antedicho, razonables. Esta suerte de pequeño museo familiar es, en definitiva, una gran opción a la hora de decidir dónde salir a comer.

Mercado Amenábar queda en Dorrego 2200. Abre de lunes a domingos de 8 a 21. Teléfono: 4773-2068.

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