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Domingo, 2 de abril de 2006

PáGINA 3 › VISITAS > EL DALAI LAMA VIENE POR TERCERA VEZ A LA ARGENTINA

La eternidad no está de más

 Por Santiago Rial Ungaro

Como dice el refrán, no hay dos sin tres: a fines de abril el Dalai Lama viene, por tercera vez, al país. Premio Nobel de la Paz en 1989, autor de más de 50 libros, el Dalai Lama Tenzin Giatso ha recibido más de 60 doctorados Honoris Causa, así como distinciones de todo tipo y por todas partes por su labor y su prédica en pro de los valores humanos fundamentales y universales. Pero antes y después, el Dalai Lama no es ni más ni menos que el líder espiritual y temporal del pueblo tibetano. Símbolo universal de la paz y de la compasión, la figura del Dalai no se puede comparar con ninguna otra en el mundo, a excepción quizá de alguien que murió el año pasado: Karol Wojtyla, el papa Juan Pablo II.

Nacido en 1935 en el seno de una familia de agricultores, a los 2 años fue nombrado como el XIV Dalai Lama, título de origen mongol que significa “océano de sabiduría”. Forzado por las circunstancias a escapar de Tíbet en 1959 (que en 1949 fue invadido por la China comunista de Mao Tse Tung) y ante la indiferencia del mundo (y el miedo mundial a meterse en problemas con China) el Dalai se instaló en Dharamsala, India, donde estableció y dirigió hasta hoy el gobierno tibetano en el exilio. Desde entonces el Dalai ha recorrido el mundo solicitando apoyo de la comunidad internacional y ha ido inventando maneras para ayudar a su pueblo en el exilio a sobrevivir sin perder su identidad.

Buscando siempre alcanzar una resolución pacífica al problema tibetano, en paralelo este hombre ha ido sembrando en los 52 países por los que pasó una esperanza y una duda que hoy late en millones de corazones: ¿cómo puede ser que hasta hace apenas unas seis décadas existió un país que vivió en paz y armonía con un gobierno teocrático cuya máxima autoridad política (y por ende temporal) era a la vez la máxima autoridad espiritual? La sola existencia de una cultura como la tibetana, tan compleja, sutil y espiritual, parece salida de otro planeta. Y sin embargo, ahí está el Dalai Lama, obligado a bajar a la fuerza del techo del mundo, ofreciéndonos otra versión de la historia y una alternativa ética y estética a los mitos de la modernidad. Y si mientras el discurso de la autoridad suprema de la democracia estadounidense de Bush apuesta al miedo al terrorismo y al odio cultural, este hombre que se describe a sí mismo como “un simple monje budista” (y que de hecho vive como tal) encarna un espíritu tradicional capaz de conmover pero también de iluminar con su sentido común. Si el discurso de la modernidad occidental nos propone una globalización en la que todos estamos cada vez más fragmentados en nuestros berretines consumistas, el Dalai Lama nos habla de que efectivamente este mundo es uno solo y que cada nación es interdependiente de las otras, de que no debemos matar a los otros, sino aprender a sentir el sufrimiento de los demás como propio.

Y no se trata de sentimentalismo, ya que las supuestas ventajas materiales que genere el capitalismo mundial jamás alcanzarán ningún tipo de paz mundial, mientras que desde lo espiritual se puede lograr, por lo menos en principio, un cambio de perspectiva a ese “choque de civilizaciones” que suena a justificación de esa gigantesca abominación que es la modernidad, sea capitalista o comunista o teocrática.

Elegido por esa elite espiritual que encarnan los lamas, el Dalai Lama es un líder espiritual mundial que sabe (por su exigente educación y su propia experiencia) que el odio debilita y que es en el amor, en la compasión, donde reside la fuerza que, lejos del Tíbet, le permite mantener hasta el día de hoy su autoridad como líder atemporal de su pueblo. Teniendo en cuenta que en 2500 años el budismo (tantas veces perseguido) jamás participó en luchas religiosas, su mensaje les puede llegar a cristianos, islámicos, judíos y ateos. Y si por su increíble experiencia de vida el Dalai Lama ha confirmado ser una emanación del Buda de la Compasión Infinita (que en lengua tibetana se conoce como Chenrezig, ojos amorosos), lo que el Dalai Lama nos puede ofrecer a los argentinos es una nueva mirada, una mirada que nos permita entender que jamás vamos a aprender a vivir en armonía si no alcanzamos, primero, la paz interior.

El Dalai Lama realizará cuatro conferencias los días 30 de abril, 1º y 2 de mayo en el Predio Ferial de la Rural Pabellón Ocre, Av. Santa Fe y Sarmiento. Las entradas ya se venden a través de Ticketek –Tel. (011) 5237-7200, o por Internet: www.ticketek.com.ar– o en la boletería de la Rural a partir del 24 de abril de 10 a 20.

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