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Domingo, 16 de noviembre de 2014

ESTRELLAS DEL CAMINO

LEYENDAS Pocos monstruos del rock son tan pesados como Deep Purple, banda incombustible y aparentemente eterna con más de cuarenta años de carrera y riffs que les enseñaron a tocar la guitarra a generaciones. Los autores de “Humo sobre el agua” –o al menos una parte: vienen Ian Gillan e Ian Paice, pero no Ritchie Blackmore– se presentan la semana que viene en Buenos Aires y antes del show Roger Glover, el legendario bajista original, habló de los comienzos en los años ’70, la itinerancia de integrantes y cómo es seguir tocando rock a los 68 años.

 Por Santiago Rial Ungaro

Quizá sea la banda más esquizofrénica de la historia del rock. La más canchera, la más exhibicionista, la más banana (de hecho tienen un disco del 2003 que se llama así: Bananas). La historia de Deep Purple resulta desconcertante al punto de que probablemente sea la banda más caprichosa que haya existido jamás. Sus cíclicos cambios de formación, a menudo histéricos, otros históricos y hasta la existencia de bandas satélites como Rainbow o Whitesnake (que se diría sólo existen gracias a ese monstruo magnífico e impredecible que es Deep Purple) parecen signadas por las relaciones de amor-odio, tanto desde dentro del grupo (con sus propios miembros siempre dispuestos a expulsar a sus compañeros aunque sus desempeños sean buenos o incluso brillantes) como desde afuera: pocos regresos musicales han resultado tan odiosos como Perfect Strangers, un disco pretencioso e impostado grabado en 1984 con la misma formación que en los ’70 grabó genialidades como Fireball.

Desde Brasil, Roger Glover, legendario bajista que supo ser convocado, expulsado y nuevamente convocado a esta auténtica selección rockera inglesa, trata de aclarar los tantos de entrada: “No, no hablemos de odios: acá nadie odia a nadie, solamente hay diferencias sobre cuál es la mejor dirección musical a seguir. Hemos tenido momentos más altos y más bajos en nuestras relaciones, pero son cosas que tienen que ver con la vida privada de un grupo: ya pasaron más de 40 años desde que entré en la banda y hay situaciones que son como cuando te divorciás: las culpas y los desprecios a veces tardan bastante en desaparecer, toma su tiempo. Somos nuestros directores y nuestros empleadores. Y cuando alguien se quiere ir, se va. Somos libres para hacer lo que queramos hacer”, dice y ahí está la música de Deep Purple con sus 19 discos de estudio para confirmarlo. “Perdón, pero tenés 5 minutos más”, interrumpe Mr. Glover con estricta amabilidad: “Esperaba el llamado antes” dice y nombra, abriendo el paraguas antes de que llueva, sin que nadie le pregunte nada, a Ritchie Blackmore, el genial guitarrista de la banda, gran ausente en esta formación cuyo reemplazante actual es Steve Morse. “Ritchie es una persona grande y puede hacer lo que quiera”, comenta tirando merthiolate en algunas de las heridas que debe tener una banda con egos tan desmesurados que los llevó a titular en 1973 uno de sus discos Who Do We Think We Are? (¿Quién nos creemos que somos?). Glover responde una pregunta más, sobre sus posteriores reconciliaciones con el irascible Blackmore: en los ’80 y en los ’90 volvieron a grabar y girar juntos, con Purple, pero antes también tuvo la oportunidad de sumarse a Rainbow, la pomposa y estupenda banda del gran Ritchie, con la que grabó cinco discos. Aclarada su perenne amistad con Blackmore, Glover tira una oportunidad: “Llamame en media hora y seguimos la entrevista”.

Lo cierto es que antes de su ingreso (en simultáneo con Ian Gillan) en sus primeros tres discos la manija la tenía Jon Lord. Por entonces la música del grupo deambulaba con actitud superada por distintos estilos, casi resignados a hacer canciones pop, recurriendo a hacer muchos covers (Beatles, Donovan, Joe South, Phil Spector, Neil Diamond, etc.) y distinguiéndose por las florituras clásicas y algunas pinceladas jazzeras a lo Jimmy Smith del órgano Hammond de Lord. Más allá de algún arrebato rockero en algunos temas, nada parecía prever lo que vino después. Músico eximio, Lord incluso logró grabar con la Orquesta Filarmónica Real el Concierto para Grupo y Orquesta en 1969: una pieza clásica de rock orquestado que fue un éxito en su momento pero que musicalmente resultaba un callejón sin salida para el grupo. Ya es el momento de volver a llamar y ahí está Glover, firme junto al teléfono, explicando cómo la banda pasó de ser un grupo de pop sinfónico de buenos simples a una banda de rock aún hoy intimidante. “¡Hallelujah fue la primera audición que tuvimos con Ian Gillan! Me vienen muchos recuerdos y sensaciones a la memoria; nosotros por entonces siempre estábamos buscando material de otros compositores, pero después cuando entré a la banda eso cambió. ¿Si es cierto que dudé en sumarme a la banda porque dudaba de que fuera una buena idea? No exactamente, pero en la banda que teníamos con Ian, Episode Six, yo era compositor y tenía la intención de seguir componiendo. Yo sabía que ellos eran músicos maravillosos, pero por entonces no eran tan conocidos en el Reino Unido, aunque ya habían empezado a hacer su camino en USA.” En la dinámica púrpura de entradas y salidas, propia de un grupo de jazz o de una selección deportiva, que Blackmore quisiera cambiar al cantante, Rod Evans por Ian Gillan y que éste pusiera como condición que también se sumara su amigote Glover era la excusa perfecta para prescindir de su amigote Nick Simper. Glover tenía otra forma de tocar y muy pronto logró un entendimiento perfecto con Ian Paice, química que hace que aún hoy Deep Purple sea un grupo impresionante. “La piedra fundacional del sonido de Deep Purple para mí fue ‘Speed King’. Para mí ahí empezó la banda.” Incluido en In Rock (junto a “Child in Time”) el rey de la velocidad pasó a ser justamente el grupo que ya a mediados de 1970 se había convertido en otra banda: el contrapunto del órgano de Lord, con sus sonidos de iglesia, con los riffs distorsionados de la guitarra de Blackmore le daban a las canciones una épica majestuosa y a la vez cruda, accesible y compleja. El 9 de agosto de 1970, cuando se presentaron en el National Jazz & Blues Fest en Plumpton, la banda dejaría en claro dos cosas: primero y principal que ya no eran otro grupo de pop rock con veleidades sinfónicas. Y, segundo, que no les daba lo mismo cerrar o ser teloneros: ante la decisión de los miembros de Yes de retrasarse para tocar últimos (la idea original era que cerrase Purple) Blackmore, ordenó a su roadie que rociara con combustible los equipos y después de tocar un cover de “Paint it, black” de los Rolling Stones los prendió fuego. El fuego, claro, siguió acompañando al grupo: en diciembre de 1971 en Montreaux, Suiza, ocurrió una desgracia con suerte cuando en un show de Frank Zappa & The Mothers of Invention alguien lanzó una bengala y el fuego arrasó con todo. Desgracia para el casino donde se llevaba a cabo el show, suerte para la banda que alquilaron el estudio de grabación móvil de los Rolling Stones y se inspiraron en el incendio para darle forma a “Smoke on the Water”, quizá el riff más popular de la historia. En el 2009, Steve Morse, otro virtuoso del instrumento y actual violero del grupo, dirigió a 6.346 guitarristas en Breslavia, Polonia, que tocaron una caótica (e innecesaria) versión de “Smoke on the Water” que les valió volver a entrar al Libro Guinness de los Records. El tema fue uno de los hits de Machine Head (1972), el disco que quizá sea su obra maestra: ahí están “Highway star”, “Lazy”, “Space Truckin’” y “Pictures of Home”. Por esa misma época, Roger acepta que el infernal ritmo de trabajo de la banda (llegaron a tocar 44 semanas seguidas) le generó una serie de enfermedades estomacales que sólo logró curar mediante sesiones de hipnoterapia: “Es cierto fue muy raro porque los médicos me decían que no tenía nada. Era algo así como una ‘tensión subconsciente’ y se me curó con un par de sesiones de hipnosis. Fue muy raro: una enfermedad subconsciente y una cura también subconsciente. Nunca más me pasó algo así”. Tampoco había habido antes ninguna banda así, y Roger Glover da una pista del porqué: “Todos traíamos nuestro propio background: Ian Paice, las Big Bands de jazz; Jon Lord, la música clásica y el blues; Ritchie Blackmore música clásica y rock & roll. Yo aportaba el lado folk”, afirma este hombre que nació en Gales en 1945 pero que afirma que “eso no tiene nada que ver. Sí fue importante el skiffle y Lonnie Donegan o los Beatles”, dice Glover que aún hoy rememora con alegría “lo ordinarios que eran: ‘Love me do’ sonaba como algo ordinario, ni siquiera tenía el nivel musical de Ray Charles. Pero por eso mismo nos dio esperanza a muchos: era gente ordinaria, de una ciudad ordinaria como Liverpool. Y eran los Beatles”. Lo curioso es que hasta la salida del propio Glover (nuevamente conectada también con Gillan: Blackmore se peleó con el cantante y parece que Glover cayó en la volteada) fue positiva para Purple: a Gillan no lo reemplazó un cantante sino dos: David Coverdale (por entonces casi un desconocido, luego en Whitesnake) y el cantante Glenn Hughes. Los siguientes discos sin Glover y Gillan (Burn y Stormbringer, más cercanos al soul y hasta el funk, ambos de 1974) mantuvieron un nivel alto. Escuchar “Burn” aún hoy da vértigo. La cuarta formación marca el final de esa época dorada y muestra a Ritchie Blackmore, otrora verdugo, yéndose frustrado por la nueva dirección del grupo, siendo reemplazado por el también genial Tommy Bolin. A pesar de mostrarse inspirado en Come Taste The Band (1975), Bolin no duró mucho: en 1976, cansados de sus problemas con la heroína (murió un año después), y tras ocho intensos años la banda se separó. Glover ya no estaba cuando en 1974 la banda utilizó el sistema de sonido más grande y potente y entró en el Libro Guinness de los Records, aunque sí fue parte del regreso de la banda en 1984, ya esta vez como parte del jurado de este extraño reality que se siguió superponiendo a los discos, con entradas y salidas de Joe Lynn Turner, Ian Gillan, Joe Satriani y hasta de los propios Blackmore y Jon Lord, el viejo patriarca (único socio vitalicio de Purple junto a Ian Paice que jamás fue expulsado) que debió abandonar la banda en el 2002 por problemas de salud. Lord (quizás el tecladista más inspirado que haya tenido una banda de rock) falleció en el 2012, pero antes se dio el gusto en 1999 de reconstruir la partitura original del Concierto para grupo y Orquesta y hasta de volver a tocarlo en vivo. Con Don Airey (ex Rainbow y Whitesnake, para continuar con las relaciones endogámicas) en su lugar y el aporte del norteamericano Steve Morse en guitarra en reemplazo de Blackmore la formación actual de Deep Purple es la octava.

Cuenta la leyenda de que, en 1967, Chris Curtis, antiguo batería de The Searches, contactó a un tal Tony Edwards, un empresario londinense al que le pidió si podía ser el representante de un nuevo grupo que había ideado, y que iba a llamarse Roundabout (“rotonda” en inglés), porque los músicos iban a entrar y salir de él, conformando una suerte de grupo abierto, con cambios cíclicos en su alineación, como si estuvieran en una rotonda. Ese fue el embrión de una banda que desde el mismo título de su último disco (Now What?! del 2013) parece sugerir que esa inmensa hoguera de vanidades gigantescas que siempre fue Deep Purple todavía va a seguir ardiendo durante mucho, mucho tiempo. “Lo del hard rock es un invento, nosotros en los ’70 no estábamos pensando un estilo: era una música colectiva, sólo tocábamos lo que nos gustaba, al igual que ahora. No creo que los chicos estuvieran pensando al principio en algo tan unidimensional como lo que después se conoció como ‘heavy metal’”, dice Glover, que justamente hizo de productor del Sin After Sin de Judas Priest y que en su último disco con Deep Purple escribió un tema llamado “All The Time In The World” (“Todo el tiempo del mundo”): “Bueno, todos tenemos todo el tiempo del mundo porque todos estamos en el mundo, ¿no? Quizá pueda cantar eso porque amamos lo que hacemos y tocar en esta banda te da esa sensación, pero las letras tampoco tienen por qué ser literales, ni ser biográficas o describir la realidad. ¿Si sonamos más relajados? Concentrados puede ser, pero relajados, no. ¡No, no creo que estemos para nada relajados!”.

Deep Purple toca el martes 18 de noviembre a las 21 en el Estadio Luna Park, Av. Madero 420.

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