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Domingo, 16 de noviembre de 2003

TELEVISIóN

Locos por la tele

Hasta ahora se sabía que La Colifata es el nombre que identifica a la radio realizada por los internos del Borda. Desde hoy también empezará a distinguir una experiencia nueva: La Colifata TV. Un especial de una hora, que se vio en el Festival de Video de Rosario, muestra un trabajo pionero que de la mano de Pedro Saborido (ex Todo por dos pesos) puede llegar bien lejos.

Por Mariano Blejman

La Colifata es un órgano inorgánico: su cuerpo es la palabra. Pero sin negar la existencia de la locura, puede provocar un espacio para la ternura. Los personajes reclaman su lugar en el mundo y encuentran, ahora frente al televisor (y desde el lado de adentro) un espacio considerable para decir que existen. La tele les funcionará como auxilio. Es un ancla sobre la tierra para quienes están en el aire. Radio La Colifata FM 100.1 (que se emite los sábados a la tarde, es producida por internos del Borda y dirigida por el psicólogo Alfredo Olivera) está por transformarse en La Colifata TV, con la producción de Pedro Saborido (ex guionista de “Todo por dos pesos”) y Pablo Martins, de Promofilm. En una de las escenas del programa , un “colifato” –así se llaman los internos del Borda que hacen Radio La Colifata– juega con las palomas de una plaza y dice: “esas palomas son los internos del Borda que están soñando”. Otro sale a la calle Florida y al ver una persona caminando opina: “allí va caminando el resultado de un acto sexual”. Otro, aprovecha para cantar canciones de protesta. Juegan entre el límite de la metáfora y lo explícito. Sin embargo, quien metaforiza es aquel que observa desde afuera.
Un proyecto ambicioso pero que se toma las cosas con cautela. El especial La Colifata TV –que por ahora sólo se vio en el X Festival Internacional de Video de Rosario– será un programa de una hora, con canal a confirmar, realizado sobre y por los internos del Hospital Neuropsiquiátrico José Borda. “Sobre” porque se explica a sí mismo. Cuenta, con esbozos de documental, la experiencia de Radio La Colifata (www.lacolifata.org), que desde hace 12 años genera lazos con el exterior. Y hecho “por ellos” porque el programa excede la explicación y se mete en el género de la tele sin pedir permiso. Es, cómo decirlo, un programa que puede ser visto alejándose de la mirada compasiva. Cargado de humor desopilante, desencajado de cariño.
Todo nació a comienzos de año, cuando Saborido llamó a Olivera. “Muchas veces nos han ofrecido hacer televisión. Y siempre dijimos que no”, le contestó Olivera. “Pero puede ser distinto.” Saborido no sabía que Olivera usaba en sus charlas a Todo por dos pesos para explicar la diferencia entre los neuróticos y los psicóticos. En la psicosis, decía él, hay una falla de la representación simbólica. “La radio ayuda a influir en lo social y en lo clínico. Hay un presente que convoca a expresarse y que genera un lazo con el afuera”, cuenta Olivera, que escuchaba a Saborido desde su programa con Osvaldo Quiroga en Radio Del Plata.
Si Todo por dos pesos (protagonizado por Diego Capusotto y Fabio Alberti) estaba al borde de la locura, era, dice Olivera, por ese humor psicótico que provocaba un efecto metafórico: “el discurso transitaba la literalidad y generaba ganas de seguir escuchando”. El psicótico necesita encontrar un Dios (el médico, el psicólogo, el director de una radio). “Si ese Dios lo castiga, el psicótico queda aplastado: pierde su rumbo, se vuelve violento”. Entonces, la palabra impone coto a la omnipotencia. La radio es un tercer testigo que da a conocer la identidad del colifato, lo enfrenta con el mundo (“ojo con lo que digo”, “me pueden estar escuchando”). También la tele puede cumplir esa función.
El programa, en principio, debía funcionar como terapia. “La tele transforma a las personas en personajes. Por eso, ellos debían participar del proceso, reflexionar sobre la tele, evaluar el resultado e imaginar consecuencias futuras”, cuenta Saborido. “Había desconocimiento y prejuicio, pero armamos un grupo de trabajo armónico”, cuenta Olivera.
La extensión natural –y audiovisual– de la radio apadrinada por Lalo Mir desde el comienzo, tenía intención de trabajar la psicosis: ¿pero no es la tele psicótica en sí? Su lógica se opone a los colifas, ubicados en el borde del Borda. “Llevamos años con la radio, donde les damos responsabilidad, contención y la palabra”, dice Olivera. Porque, ya lo decía Lacan, uno existe cuando dice y es escuchado. La locura desconecta las antenas. La Colifata TV las reconecta. E intenta convertir a quienes tienen sufrimiento mental en protagonistas de recuperación de la palabra.
La tele ayuda a los internos a tomar conciencia sobre sí mismos: eso se ve cuando tres de ellos se juntan para realizar una crítica de cine. Ven películas sobre locos y comentan qué les parece. “Los medios tienden a mostrar estereotipos: autómatas e idiotas. Nosotros confrontamos con el morbo y el regodeo por mostrar mecanismos repetitivos”, dice Olivera. “La TV es un medio más fuerte que la radio, pero la producción tuvo que absorber el libro que La Colifata tiene estudiado”, cuenta Saborido. Es un “espacio en salud” alojado en los oídos del oyente. Pero produce con pautas de tele: hay que mirar a cámara, hablarle al micrófono. En la presentación de Rosario, con colifatos presentes, muchos se preguntaban por la autoría de los libretos. Algunos veían detrás la mano de Saborido. El desmiente: “Lo hacen ellos. Mi trabajo está en organizar lo que traen para la televisión, pero esa suspicacia de ‘¿quién les hizo los libretos?’ sucede porque algunos no pueden aceptar que un tipo del Borda les produzca algo. ¿Cómo un loco puede hacer humor? ¿Cómo pueden hacer una canción que dé risa? ¿Cuál es la imagen de la locura?”
Lo metafórico está en otro lado. Está, por ejemplo, cuando uno de los colifatos hace un informe sobre el día de la primavera y sale a buscar a la “prima” “Vera”. O en las entrevistas exclusivas al palo de un arco de fútbol, que cuenta su vida privada. “No hacemos apología de la locura”, dicen ambos. “Cuando los neuróticos se acercan a los psicóticos –cuenta Olivera– se supone una alianza empática.” Se genera un acuerdo tácito donde se niega la locura y se la proyecta a otro lugar: “los locos están afuera”, “el loco es Bush que tira bombas”. Pero Olivera desinterviene. “Puede haber locos afuera, pero no se puede negar un estado de salud particular.” En el discurso esquizofrénico no hay pretensión poética. “Ni aun cuando un colifato dice que los internos del Borda sueñan que se convierten en palomas.”
El proyecto terapéutico de La Colifata se consolidó, no sólo en lo simbólico sino también en lo concreto. Los nueve miembros del equipo que comenzaron manejándose con intuiciones, aceitaron un mecanismo para comprender el proceso de terapia que provoca la radio. Ahora, lo aplicaron a la tele. Hubo, además, otro proceso que enfrentó a los colifatos con el mundo: cada uno debió pedir autorización a sus “curadores”. “Eso los enfrentó con el exterior: muchos tuvieron que pedir permiso a su familia”, cuenta Olivera. “Cuando se empieza un programa de tele, el producto debe hacerse como sea, no importa si por llegar al aire un productor quedó internado. En La Colifata TV el programa puede salir o no, pero nadie debe quedar dañado.”

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