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Domingo, 6 de febrero de 2005

CINE > LA TIGRESA ACUñA VE LA PELíCULA DE CLINT EASTWOOD

Hija de tigre

Marcela “La Tigresa” Acuña, campeona mundial de los pesos supergallo y pluma y la mujer que inauguró el boxeo profesional femenino en Argentina, vio Millon Dollar Baby junto a Radar. La película la conmovió, no sólo porque la historia la toca de cerca sino porque La Tigresa enfrentó sobre el ring, en apenas su segunda pelea profesional, a la campeona supergallo Lucia Rijker, quien fue llamada “la mujer más peligrosa del mundo” y que no es otra que la mala de la película.

Por Hernán Ferreirós y Alejandro Lingenti

Desde los siete años la formoseña Marcela Acuña está sobre un ring. Su madre quería que fuera bailarina, pero ella eligió el full contact. A los 14, fue la campeona sudamericana más joven de su categoría, título que defendió 16 veces. A los 21, cuando se quedó sin rivales en esa disciplina, se pasó al boxeo. Empezó mal: en 1997, en su primera pelea, enfrentó a Christy Martin, una boxeadora mucho más experimentada que pronto sería la primera triple campeona mundial. Meses después, en la segunda pelea, enfrentó a Lucia Rijker, en ese momento la única boxeadora de la categoría de Martin y quien interpreta a La Osa Azul, la rival de Maggie Fitzgerald (Hilary Swank) en Millon Dollar Baby. Aunque en los registros quedaron anotadas dos derrotas, para La Tigresa fueron triunfos: fue la primera rival a quien Martin no logró noquear y tanto ella como Rijker elogiaron su destreza en el ring. En 1997, con apenas 21 años, se convirtió en la primera boxeadora profesional de la Argentina. “Pasar del full contact al boxeo no fue muy difícil”, dice. “Lo difícil fue que aquí se aceptara que una mujer podía boxear”. Sin embargo, La Tigresa, siempre acompañada por su entrenador, manager y pareja, el ex boxeador amateur Ramón Chaparro, le ganó a los prejuicios. En el 2002, participó en una muy promocionada pelea con Patricia Quirico en la Federación de Box. Quirico, apodada La Leona, había atacado a Acuña en la prensa, afirmando que nunca le había ganado a alguien de renombre y burlándose de sus derrotas frente a Martin y Rijker. Tras su bravuconada, Quirico prometió un knock out. Y, en cierta forma, cumplió: a los cuatro segundos del primer round, con su primer golpe, La Tigresa noqueó a La Leona en lo que se convirtió en el knock out más rápido de la historia. Ese cotejo la consagró campeona argentina de peso pluma. Luego de una derrota polémica frente a Alicia Ashley –cualquiera que haya visto la pelea puede confirmar que se la robaron–, en la que la norteamericana ganó el título mundial vacante de superpluma, La Tigresa siguió enfrentando a boxeadoras locales que no estaban a su nivel. En diciembre del 2003, en el Luna Park, tuvo su gran noche: ganó el título vacante de supergallo frente a la panameña Damaris Pinock Ortega. Tras algunas defensas exitosas, el 22 de enero de este año, La Tigresa obtuvo su segundo título mundial: se consagró campeona de las pluma frente a la colombiana María Andrea Miranda. A los 28 años, dice que está en su mejor momento y a la espera de una rival digna. Su deseo puede concretarse el año próximo, cuando quizás tenga la oportunidad de una revancha con Rijker, un encuentro que La Tigresa espera con ansias, aunque la presencia de su contendiente, al menos en la pantalla grande, es poco menos que terrorífica.

¿Es Lucia Rijker, la Osa Azul, tan cruel como se la ve en la película?

–Para nada. Es una persona encantadora y muy buena boxeadora. Yo peleé con ella en el ‘98 y me ganó por knock out técnico en el quinto round. Esa fue la única vez que perdí por knock out. Después de la pelea, tuvimos la oportunidad de pasar un día juntas. Estuvimos hablado con un traductor durante horas, ella, la chica que era su pareja, su manager y yo. Y me alabó muchísimo. Me dijo que era la primera rival que le había dejado un ojo hinchado.

¿Te parece que la película representa bien el mundo del boxeo femenino?

–Sí, es una película muy realista. Por ejemplo, al principio, tal como muestra el personaje de Clint Eastwood, los técnicos no querían entrenar mujeres boxeadoras. Ahora sí y todos dicen que siempre les gustó el boxeo femenino, pero lo cierto es que hasta hace poco no querían saber nada. Se ve que hay mucho cuidado en los detalles. Excepto en una cosa: en la última pelea, Maggie es la ganadora. Después se dice que perdió, pero no es así: se ve cómo el árbitro termina la pelea y la da ganadora. Pero no mucha gente va a notar ese error.

Sin revelar mucho de la trama, en la película hay una tragedia que desencadena todo el drama: ¿puede pasar algo así sobre un ring?

–Sí, porque lo que pasa es un accidente. Y un accidente puede pasar en el box o en cualquier deporte. El boxeo es un deporte duro, no cualquiera puede ser boxeador. Hay que prepararse durante años, tanto física como mentalmente, para poder subirse a un ring. Además, hay controles que minimizan los riesgos.

Hace poco se dio a conocer el caso de la boxeadora tucumana que salió a pelear embarazada de ocho meses, ¿fallaron los controles o son más laxos en el boxeo femenino?

–Tendría que ver el video para creer eso. No me parece que una mujer pueda no saber que está embarazada a los ocho meses. Si me decís dos o tres... Para mí, es algo que esta chica usó para que se hable de ella. Los controles son muy estrictos: es obligatorio hacer tests de embarazo antes de cada pelea e incluso antes de cada exhibición. Si esta chica estaba realmente embarazada, falló la comisión que tiene que controlar, pero también falló ella como mujer y como deportista. Pero no me parece posible que una mujer pueda pelear tres semanas antes de dar a luz y que nadie se de cuenta de que está embarazada.

Tus dos hijos, Maxi y Josué, de 8 y 9 años, también boxean, ¿no te preocupa que elijan esta vida?

–Ellos están entusiasmados con el box porque es lo que hace la madre. Ven que yo soy campeona, que entreno, que soy famosa, que salgo en las revistas, ven eso y lo toman como un juego. Pero no sé si alguna vez van a competir. Hay un riesgo, pero si vos sos soldador y querés que tu hijo sea soldador, se puede llegar a quemar. Un accidente puede pasar en cualquier ámbito. No pienso en eso.

¿Qué fue lo que te llevó a vos a subirte al ring?

–En mi familia no hay deportistas. Yo empecé a boxear porque me quedé sin rivales en el full contact y porque la vi a Christy Martin por televisión. El pasaje de un deporte al otro no fue muy difícil. Lo básico del boxeo lo agarré enseguida, pero lo difícil fue que la gente acepte que una mujer boxee. Full contact es boxeo con patadas. La cosa fue meterme en la cabeza que no podía patear ni hacer giros de mano. A veces, estaba guanteando con los pibes y ¡paa! me salía un giro de mano. Ellos se enojaban mucho.

¿Cómo es vivir con la persona que es tu manager y entrenador?

–Yo entreno con Ramón desde los siete años, desde que empecé con el full contact. Nosotros dividimos muy bien los roles: en el gimnasio es mi entrenador. A veces, cuando llegamos a casa me dice que le duele todo el cuerpo. Yo le digo: “Pero si vos no hiciste nada”, pero una vez, hablando con el médico deportólogo, me explicó que yo libero toda la tensión en el ring, peleando, pero que Ramón la acumula. Por eso llega a casa agotado. Es como que él pelea con mi cuerpo. Yo hago en el ring todo lo que él tiene en la cabeza.

En una escena, el personaje de Hilary Swank va perdiendo una pelea. Clint Eastwood, el entrenador, le dice que su rival es mejor boxeadora, más joven, más rápida, más fuerte y tiene más experiencia que ella. Maggie sale al ring y la derrota. Le ganó con su carácter, su voluntad. ¿Eso es lo que tiene que tener un boxeador para ser campeón?

–Es un poco de todo eso. Pero sobre todo necesitás mucho corazón. En la pelea con Christy Martin, que perdí por puntos, lo único que me mantuvo en pie fue tener corazón, porque era mi primera pelea, me faltaba técnica y experiencia. Había subido doce kilos para poder enfrentarla. Nadie confiaba en mí. Pero fui y peleé. Perdí, sí, pero nadie había podido aguantarla hasta ese momento. Todos decían que me iba a matar, que me iba a tirar en el primer round y aguanté hasta el final.

Es común que los hombres fantaseen con que pueden ganarle a un boxeador. ¿Alguna vez te pasó que alguien te reconociera por la calle y te propusiera pelear?

–Una vez tuve que pelearme en la calle con un tipo, pero creo que llegamos a eso justamente porque no me reconoció (risas). Era un zarpado que se quiso hacer el vivo. Basta una sola mano y chau. Cuando me reconocen me piden autógrafos, fotos. Tengo muchas mujeres admiradoras. Las mujeres que nunca miraban boxeo ahora se enganchan con mis peleas.

La boxeadora más popular de este momento es Leila Alí, la hija de Mohamed Alí. ¿Qué pensás de ella?

–Pienso que es una muy buena boxeadora, pero que la hacen pelear con chicas que no son rivales de su nivel para que se luzca. Creo que tendría que buscar contrincantes de su categoría que impliquen un desafío auténtico para ella.

Hay un prejuicio que consiste en creer que todas las boxeadoras son lesbianas. ¿Qué opinás?

–Hay algunas boxeadoras lesbianas, pero en Argentina son muy pocas. Lo que pasa es que las boxeadoras no suelen ser muy femeninas. Hay algunas que no se maquillan, no se arreglan, tienen aspecto de varón, pero eso no quiere decir que sean lesbianas. A mí me gustaría que las chicas se arreglen un poco más, para que no las confundan. Por suerte, en Argentina, las boxeadoras son muy femeninas.

En relación con eso, ¿no te preocupa que a la larga, el boxeo arruine tu aspecto?

–Yo siempre rezo antes de cada pelea y pido no salir lastimada. La única vez que tuve una marca fue en la pelea con Christy Martin, en la que se me hinchó un pómulo. Después, nunca más.

¿Dirías que el boxeo femenino es menos cruento que el masculino?

–Las mujeres boxeadoras son mucho más agresivas que los hombres. Las mujeres salen directamente a pegar. Los hombres se estudian, se miden. Yo pienso que fue eso lo que atrapó también al público del boxeo que se cansó de los boxeadores que se estudian ocho rounds y pelean dos. Lo que gustó es la agresividad que tienen las mujeres. Pienso que sale de que queremos demostrar que nos animamos, que no somos menos que los hombres. Los hombres se estudian, pero para nosotras, salir al ring es matar o morir.

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