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Sábado, 3 de agosto de 2002

Música x 2

Electrónica de guardia

Los hermanos Sima, líderes de Farmacia, explican por qué son el grupo más imprevisible de la escena electrónica porteña.

Por Martín Pérez
Era verde y de neón. Y de una farmacia de verdad. La consiguieron en el barrio, y aunque se les rompió en el último show, la cruz verde que representa al grupo electrónico más imprevisible de la escena porteña igual sigue presente. Al menos en sus discos, que son dos, la llevan en la portada y no representan ni por asomo la heterogeneidad de unos shows intrigantes que están más cerca de la performance que de la convocatoria al baile. Aunque en el último show, en el Abasto —donde se les rompió el símbolo de neón—, buscaron ritmo con un nebulizador, una pulidora y unos golpes de bulón contra una plancha de metal y lograron robarle algunos pasos a un público sorprendido. “Cuando terminó el show se me acercó un pibe del público con un bulón en la mano y me dijo: ‘Tomá, se te cayó un instrumento’”, cuenta con una sonrisa el multi instrumentista Sebastián, la última incorporación de un grupo integrado por dos hermanos que siempre soñaron con tener un grupo. Pero que no es precisamente éste.
La historia de Farmacia es la de un par de hermanos varones separados por tres años de distancia que cantaban sus temas en las fiestas familiares, en el ornamentado living de un hogar frente a la plaza Almagro. Militantes de la música de los ‘80, con Duran Duran, New Order y Depeche Mode a la cabeza, los hermanos Sima aseguran tener listas varias decenas de temas propios. Pero no tienen un grupo con el que tocarlos. Lo que tienen es Farmacia, un proyecto electrónico liderado por Ariel, el menor de los dos, cuya imprevisibilidad se nutre de la fricción entre el proyecto posible y el inexistente. “De un lado está Farmacia, y del otro Tónico”, cuenta Diego, el mayor, diseñador gráfico y vocalista ocasional de ambos grupos. “Pero yo canto poco en Farmacia, porque lo que canto son canciones de Tónico, un grupo que aún no existe”, intenta explicar Diego, que canta sus canciones en Farmacia con un casco blanco. Según Ariel, Farmacia empezó a existir cuando consiguió cerrar las secuencias que desde hace años imaginaba en sus teclados.
“Terminamos haciendo estas monerías porque no estamos formados como banda para ser bien pop”: así explica Diego esos shows de Farmacia en los que puede suceder cualquier cosa. Hay lugar para los experimentos electrónicos a la Throbbing Gistle, canciones seudo románticas al piano, cuatro guitarras eléctricas sonando al unísono... y hasta el estrépito de esos bulones. “Los lugares definen lo que vamos a hacer”, explica Ariel, que en los dos EP farmacéuticos —Música Envasada (2000) y Mal y bien a la vez (2001)– planta sus bases electrónicas. “El primero es más brillante, el segundo más oscuro”, define Diego, que el año pasado produjo un homenaje a Depeche Mode del que participaron Cineplexx, Gustavo Lamas, Lochness y Estupendo, entre otros. Y Farmacia y Tónico, por supuesto. “Aunque somos fans de Pink Floyd y nos gusta la música electrónica de sellos como Mute, para nosotros todo empezó en los ‘80”, se justifica. Lejos de intentar con un nuevo álbum, en el horizonte discográfico inmediato de Farmacia hay más participaciones en homenajes; en este caso a grupos argentinos de los ‘90: Suárez, Los Brujos y Los Peligrosos Gorriones. Y los shows en vivo, donde no dejan de sorprender con clima y swing. Moderadamente, claro. No es cuestión de excederse en la automedicación: después de todo, antes que Tónico son Farmacia.

Farmacia toca el viernes a las 24 en Pabellón 4, Uriarte 1332 (Palermo). Sus discos y el Tributo a Depeche Mode se consiguen a través de www.discossordos.com.ar

 

Lejos de casa

Hartos de la inercia local, los Grand Prix se llevaron su pop cálido y consistente a otro lado.
A España, dónde si no.

Por M. P.
La historia es más o menos así: líder de un pequeño grupo pop porteño con apenas un álbum autoeditado viaja por Europa y deja en una disquería de Madrid un par de discos suyos. Uno cae en manos de un locutor de radio madrileña que un año más tarde, cuando el grupo va a probar suerte a Madrid, no sólo los invita a tocar sino que incluso los recomienda ante un sello local. Un oyente del programa de radio resulta ser dueño de un bar, y apenas los escucha decide contratarlos para tocar una vez por semana. Una de esas noches, el dueño del sello al que fueron recomendados por el locutor va a verlos y le gusta lo que escucha. Le gusta tanto que decide editar el próximo disco del grupo en su sello. “Como acá no pasaba nada, decidimos irnos dos meses a Madrid a probar suerte”, cuenta Sebastián Rubin, líder de Grand Prix, el pequeño grupo pop porteño que editó de manera independiente su álbum debut Hogar (2000) y que veía cada vez más lejana la posibilidad de autoeditar el segundo cuando el golpe de suerte volvió a ponerlos en carrera. Y así es como Grand Prix está hoy de vuelta en Buenos Aires, terminando de grabar Lejos, su segundo opus, que será editado en España. Razón por la cual el grupo en pleno estará de gira a partir de septiembre en la madre patria. “Todo esto es gracias a Nick Lowe”, se ríe Rubin, que sabe que el amor por las buenas canciones es un crimen que sí paga: “aquellos discos del grupo los dejé en esa disquería a cambio de otros, entre los que estaba uno de un grupo de Lowe”.
Formado desde hace más de un lustro en Buenos Aires, Grand Prix es en realidad —como suele suceder con todo grupo— el sueño de la infancia pop de Rubin junto a Sebastián Arpesella. Alrededor de ese sueño se fue formando un quinteto unido por el amor a las buenas canciones, los arreglos vocales y esas melodías capaces de encarnar y/o cambiar el humor de quien las escuche al pasar. En un principio salieron tras las huellas de canciones ajenas. Fans confesos de Elvis Costello y George Harrison, a quienes homenajean en temas como “Mi Alison” o “Harrisong”, Grand Prix comenzó a hacerse un nombre en la escena porteña de fines de los ‘90 gracias a sus contribuciones en los discos-homenaje a The Cure, The Smiths y Charly García. Luego vendría el álbum debut, autoeditado en el 2000. “Esperemos hasta el año que viene”, dijeron las compañías que lo escucharon. Pero el año vino justo con una crisis que, tras la huida del bajista y el baterista, obligó a replantear la existencia del grupo. En pleno desbande, la banda decidió dejar de tocar en vivo y gastarse la plata destinada a la sala de ensayo en grabar un tema por mes con vistas a un hipotético próximo disco. “Los temas nuevos los íbamos subiendo a nuestra página de Internet”, explica Rubin, que dice que esa existencia virtual no afectó la existencia real del grupo. “Nos juntábamos casi todos los días a producir la grabación de cada nuevo tema, y armamos un compilado que terminó sirviéndonos de carta de presentación en España.”
Esos temas terminaron formando parte de Lejos, el álbum que un restaurado Grand Prix —cuyo baterista original ha vuelto al redil— graba ahora en un estudio de Flores con vistas a editarlo en Rock Indiana, entusiasta sello independiente español nacido a partir de un fanzine. Para explicar qué le llamó la atención de Grand Prix, el responsable del sello, Pablo Carrero, dice desde Madrid que “es un grupo magnífico, con mucha habilidad para las armonías vocales y, especialmente, con mucho talento a la hora de escribir canciones pop cálidas y consistentes”. Algo que se puede comprobar en las que siguen disponibles en el site del grupo, asícomo en los shows que dará antes de viajar a España para que los españoles pop corroboren los elogios de Carrero. Y que promete todo ese amor del grupo por las buenas canciones.

Gran Prix toca el próximo sábado en Unione e Benevolenza, Perón 1372 (Centro). Sus canciones se pueden escuchar en www.grandprix.com.ar

 

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