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Domingo, 11 de agosto de 2002

GARCIA 2002

El tuerto y los ciegos

Buenas noticias: después de Influencia y sus impecables presentaciones en el Luna Park, Charly García ya está componiendo un disco con canciones nuevas. Estrenó banda, hizo las paces con sí mismo, clausuró la temporada de pileta después de su clavado desde un noveno piso en Mendoza y está feliz de estar verde, viejo verde.

 Por Martín Pérez

“Yo jamás dije que mi lema es el caos. Lo que pasa es que lo acepto, pero no es que quiera ser parte de él. Pero si mi orden es el caos para la gente, pongamos que soy el maestro del caos. Así que cuando hay caos en serio, para mí es lo más normal.” A un mes de la impecable presentación en vivo del disco de estudio que marcó su regreso como solista después de media década dedicada a las colaboraciones y los álbumes en vivo, así es como un Charly García recién despierto intenta explicar por qué cuando al país le va mal, a él le va bien. Aunque que le vaya bien no implica que esté ajeno a lo que pasa ahí afuera. “Porque yo me acostumbré a ser pobre”, explica el gran monárquico del rock argentino. “Hace tiempo que me vengo ajustando el cinturón. Me acostumbré a que no puedo tener una casa más grande, a que no puedo tener todos los días 10 mil dólares”, se extiende García, que no puede dejar de reírse de sí mismo sin dejar de hablar en serio, en esta nueva versión mejorada de un personaje que parece haber dejado pasar una década de largo. Algo que no parece estar dispuesto a que le vuelva a suceder.
“No sé muy bien qué pasó en los noventa”, acepta Charly, que confiesa haber hecho finalmente las paces con sí mismo. “Me bajó bastante el cinismo conmigo. Y me agarró ahora, a la vejez viruela”, dice a la vez que confiesa haber querido ser siempre un viejo verde. “Como los solterones de ‘La familia Falcón’ y esas series de antes, en las que todo el mundo estaba lleno de problemas y conflictos menos el solterón de la familia, que tenía todas las minas y era la joda en persona”, explica entonces con suma tranquilidad el gran viejo verde del rock argentino, recién despierto a una entrevista que se realizará entre las sábanas de su cama, aquella de la que iba y venía al living dos décadas atrás. Pero de la que ahora no se mueve. Y hasta la que entonces hay que ir desde el living, para verlo sentado en ella acompañado por un bajo, una guitarra, un teclado, un micrófono y una consola conectada a una grabadora de CDs. Que está registrando un tema nuevo. “Todo esto para mí es bastante atípico, porque no me agarró la depresión post-disco y siguen saliendo temas”, explicará García, componiendo “El rehén”, un tema que será el hit del próximo año. Al menos, eso es lo que él dice. Mientras tanto, ese caos que él niega, pero entre el que reina intenta ordenarse en busca de un comienzo.

CUANDO TODO ERA NADA
Según García, todo comenzó ante un televisor. Está hablando del caos, claro. Pero también de su nuevo disco. Y, por qué no, también del nuevo Charly. “Este disco comenzó en realidad siendo otro disco. Un disco de piano, más experimental. Instrumental, onda Keith Jarrett. Pero en la mitad de la grabación, cuando ya me estaba gustando la cosa como para rematarla, pasó lo del atentado a las Torres Gemelas. Yo lo vi por televisión justo cuando cantaba una canción llamada ‘Dos edificios dorados’. Y sentí que eso salpicó el disco, y que exigía una respuesta. Y mi respuesta fue este otro disco, que fue como un despertador. Eso no quiere decir que lo que yo venía haciendo estaba mal ni mucho menos. Pero me parecía que ahora el disco tenía que ser uno de decir cosas, que llegase a todo el mundo. Y ahí fue donde nació Influencia.”
Que es un tema original de Todd Rundgren, y es una traducción con trampa, porque esconde el paralelismo que existe en la versión original, entre influencia y enfermedad.
–Es verdad, no es la traducción literal. Pero es que cuando escuché el tema, me pareció un tango. Y me hizo acordar, no sé, a Tania y Discépolo, al que Tania le decía cuando volvía de sus correrías: “Vos componé que cada tango es un departamento”. Y el otro componía, el tipo tenía la influencia, pero la pasaba muy mal, es casi el fin de su vida. En cambio, el personaje de este tema disfruta esa influencia. Cuenta que una parte de él dice: “Pará”, pero la otra le dice: “No hay problema”. Y a mí eso mepareció muy valiente y raro. Y después me hicieron escuchar que el tema tenía una parte muy parecida a “Pubis angelical” y me atreví a hacerlo.
Te atreviste a hacer una nueva versión...
–Claro, pensé en otras cosas que había hecho, como “Me siento mucho mejor”, el tema de los Byrds. Y además pensé en toda la buena música que hay en el mundo y que acá nadie conoce. Así que me dije que tal vez una de mis misiones, porque me sale naturalmente y tengo en las venas esta música, sea la de ser un introductor a ella. Es una cosa jodida, porque hay que decidir hasta qué punto uno se toma la libertad como artista, hasta qué punto no alienás a tu público e incluso a vos mismo. Pero me parece que encontré el punto medio. Bah, lo encontré hace tiempo. El punto exacto desde donde hacer covers sin que me dé vergüenza.

MUSICA DEL ALMA
Haciendo covers, Charly García no sólo no da ninguna vergüenza sino que incluso ha logrado reflejarse a sí mismo de la mejor manera en una década durante la que la canción lo abandonó. Algo que le sucede también en Influencia, con esa frase que dice: “Una parte de mí dice stop, fuiste muy lejos”. Que, a pesar de ser ajena, se ha hecho carne en este García satisfecho y en marcha del 2002. “Después del último salto, cerré la temporada de pileta por un tiempo. Basta, por favor”, pide Charly, que asegura que el secreto de su creatividad actual es que cuando se puso a grabar su último disco lo hizo como si ya lo estuviera escuchando en el tocadiscos. “Mientras estaba terminando un tema, pensaba en cómo tenía que ser el tema siguiente. Me imaginé un tocadiscos, escuchaba el ruidito de la púa entre tema y tema, y pensaba si yo fuera público cómo quisiera que siguiese. Así fueron saliendo los temas. Y cuando se acabó el disco, siguieron saliendo. Y así estoy.”
Hablemos del próximo disco, entonces...
–Está buenísimo eso. Ya lo veo. Se va a llamar Políticamente incorrecto. O mejor sólo Incorrecto. Y todas las canciones van a decir algo que está mal. Y ésta que acabo de terminar, la del rehén, va a ser como la del vicio de este disco. El comienzo de todo. Habla del secuestro como forma de comunicación social (risas). Así que esto, que sigan saliendo canciones, es lo que me mantiene contento y evito lo que me pasó siempre, que me gasto tanto haciendo el disco que cuando sale a la vida no tiene sentido y no quiero componer más. Algo que también te contagia la industria. Que te dice que no gastes tiempo al pedo haciendo una cosa que no va a dar dinero.
Semejante pensamiento no parece haber sido nunca el patrón del comportamiento de Charly García. Especialmente si se toma en cuenta su última década, alejada totalmente de la industria. Y, por momentos, incluso del mundo. “Fue una decisión personal. Hubo un momento en el que pensé: ‘Yo no voy a tocar más’. Voy a entrenarme, voy a tocar de nuevo con cualquiera, me voy a pintar las uñas para que me las vean. Y después de eso, sí, a la gloria. Fui yo mismo el que decidió tener mis ochenta en los noventa.”
Había que ser muy valiente para mostrar las canciones abiertas al medio, sin terminar, como lo hiciste vos entonces...
–Sí, es lindo eso. Es un poco lo que hace uno cuando todavía no grabó. Algo que hacen hoy los pibes y las pibas, todo ese rito de aprendizaje que yo tenía con los Beatles. Es todo un programa ir a la casa de un amigo a mostrarle las canciones que hiciste. Y dentro de ese plan las canciones no están ni producidas ni nada. El entusiasmo está antes que nada. Y entonces vampirié un poco ese entusiasmo y eso a la vez hizo que me acercase a mis nuevos fans.
Los que vinieron con los noventa...
–Yo me siento un poco el padre de esos pibes...
¿Por qué?
–Porque muchas veces me dijeron eso de que durante el parto sonaba, no sé, música de Sui Generis. Y no puedo dejar de pensar que eso es alucinante, que a los pibes los bombardeaban desde la panza. Y, además, el asunto es que mis nuevos fans son mucho más divertidos que los viejos fans. Porque éstos ya están en otra: no escuchan más discos, no tienen la paciencia ni las ganas de comprarse un disco y analizarlo. Cuando pensé en Say No More, lo pensé como un logotipo que enmarcaba una nueva etapa en mi carrera. Yo pensé que iba a generar nuevos fans, pero nunca me imaginé que serían los pendejos. Yo decía: esto por ahí les gusta sólo a tres, pero esos tres lo van a re-entender. Por ahí el disco en sí llegó hasta ahí nomás, pero la reverberación del Say No More fue mucho más lejos. Cualquiera me dice Say No More por la calle. Y estos pibes descubrieron a Sui Generis a través de Say No More, y todo eso me dio una nueva visión de mi pasado y terminé revalorizándolo todo.
No sentías lo mismo antes...
–Noooooo. Yo antes despreciaba un poco todo eso. De tanto boludo que hay en este país que se burlaba de Sui Generis, yo también había terminado haciendo lo mismo. Me daba vergüenza.
Había una época en que se diferenciaba entre rock duro y rock blando, y Sui Generis estaba del lado de los blandos...
–Sí, pero mirá el blando cuánto duró... El gran punto de quiebre fue en la cancha de Boca, en el regreso de Sui Generis, cuando toqué “Cuando yo me empiece a quedar solo” y vino el momento de la letra que dice “y un millón de manos que me aplauden”. Yo ahí dije: “Qué capo que soy...” (se ríe). Claro, una canción que escribís a los diecisiete años, cuando no sabés nada de nada. Y después resulta que tu vida termina siendo muy parecida a lo que dijiste. Y no solamente tu vida. También pasa eso con el entorno, con el país. Cualquier tema de antes funciona también ahora. Entonces me bajó un poquito el cinismo con mí mismo. El cinismo de la broma fácil. Porque no eran unas canciones de pelotuditos ni mucho menos. No es poco andar diciendo en un disco pop cosas como “porque nunca me gustó la sociedad”.

YO NO QUIERO VOLVERME TAN LOCO
Una de las primeras cosas que aclara el Charly García de hoy cuando apenas si se toca el tema es que no sabe nada de política. “Me alcanza con lo que hice en mi época, cuando el enemigo eran los militares. Pero ahora, ponerme a luchar con la democracia, diseccionar todo eso, esto y lo otro... no me da la cabeza”, se sincera. Eso sí, acepta que la cosa está grave. “Pero al menos es un despertador de la boludez”, explica. Y enseguida se enciende diciendo que, un poco, en ese sentido, la cosa lo alegra. “Cuando yo veo los cacerolazos de acá en la esquina de mi casa, en Santa Fe y Coronel Díaz, los de los nuevos ricos o de los boludos conchetos, toda esa gente que no está protestando porque les mataron un hijo o algo más denso sino porque no pueden irse de vacaciones. Yo veo a toda esa gente y me cago de risa. “Jódanse, loco”, pienso. Si al final van a tener la misma guita, con Méndez o sin Méndez. Porque para mí es todo lo mismo...
Pero vos a Menem lo fuiste a visitar...
–Bueno, pero todos tomamos la comunión y no somos curas (se ríe).
¿Qué pensás de la reaparición de Menem?
–¿Qué dijo él cuando fui a visitarlo? A todos los que estaban ahí les dijo: “La fórmula del 2003 es Charly y Charly”. Algunos se rieron, otros no. Yo pensé: “Oia”.
Suena el teléfono, y cuando atendés te proponen: la fórmula del 2003 es Charly-Charly. ¿Qué respondés?
–(Piensa un largo rato) Acepto. Pero de presidente. En los tres primeros días firmo 500 mil decretos, me afano un toco de guita, me voy a una isla bien lejos y en mi lugar dejo a mi doble, ése que trabajabaimitándome en el teatro (risas). No sé, si hablamos en serio, lo primero que me agarra es pánico. La misma sensación que me recorre cuando me veo así (muestra la enciclopedia del diario Clarín, en donde aparece el ítem Charly García ilustrado con su foto), en el libro de historia. Mirá, el solo pensar que si yo hago campaña puedo ser presidente, me da la pauta de que estamos todos locos. Yo soy una persona sensible y compasiva, aunque no lo parezca. Pero para esto no da, ¿entendés? En todo caso, yo gobierno algo, que es Say No More. Es más, en las tarjetas que hace mi hijo para Internet dice así: “Ocupación, Emperador del Universo” (risas).

CARAS Y CARETAS
A la hora de hablar de sus últimos Luna Park, lo que Charly García más celebra es haberse podido alejar amablemente de la banda que lo acompañó durante la última parte de la década del ‘90, aquel combinado de músicos que rejuntó en una época que el llama la de Júpiter, el nombre de un bar que estaba a unas cuadras de su casa donde comenzó a tocar con todos ellos. “Siempre me cuesta separarme de las bandas, porque generalmente me abandonan ellas”, explica García, que desde ese Luna Park toca junto a un trío de músicos chilenos que conoció del otro lado de la cordillera. Y que ahora son su banda oficial.
Otra de las cosas con las que se entusiasma son los lujos que se pudo tomar a la hora de armar el nuevo repertorio. “Hasta canté los temas que en Seru Giran estaban reservados para la voz de David Lebón”, se enorgullece. Y habla también de otras cosas que descubrió buscando entre los viejos temas. “Me encontré con varias características comunes entre esos temas. Una de ellas es que si no hubiese existido el tren, yo hubiera compuesto muchos menos, porque está por todos lados (se ríe). Y también encontré algo que tiene que ver con sentirse del país y no sentirse del país. Que es algo que en lo que yo hago es bastante nuevo. Esa cosa de Borges como que somos europeos y toda esa mano. Y después cómo es que uno se banca que al lado estén matando a alguien y uno no pueda hacer nada. Esa sensación está hasta en El aguante. Porque para mí El aguante siempre fueron los diez o quince minutos que están entre tu cara y la mano que te va a pegar la cachetada. Y antes había que tener aguante porque en cualquier momento te agarraban del pelo y te pegaban una cachetada. Porque en un principio era la gente común la que te pegaba. Era el camionero que te gritaba “puto, puto” y, cuando te querías dar cuenta, te mataba. En serio. Te daban grosso. Porque aunque hoy parezca increíble, entonces, al ser rockero, te enfrentabas con todo eso. Éramos la peste. Y los hippies, ni hablar. Y después, cuando el asunto se puso denso, resultó que cuando uno no ve las cosas, no las incorpora. Y entonces todo es como una cosa negra. Yo creo que yo no me daba cuenta contra lo que estaba protestando. Por mucho tiempo yo creía que protestaba contra la burguesía, pero no contra el terror.
Contra los caretas...
–Claro. Lo que pasa es que muchos caretas se pusieron el uniforme. Entonces vos sabías. El problema era que las cosas que hacían no las mostraban. Ahora, en cambio, no se sabe dónde está el enemigo. Entonces debe ser que todos son amigos. Y si con los amigos a uno le va tan mal...
“La civilización llegó hasta acá”, dijo un García exultante cuando terminó el primero de sus últimos dos shows de presentación de Influencia. Según él, desde el Festival de La Falda que está haciendo buena letra, reinsertándose en su medio. Ya pasó el tiempo de los saltos. Ya pasaron los noventa y su sueño. “Es como que en los noventa el despertador no sonó, y yo seguí de largo”, insiste García, que afirma que aquel salto de nueve pisos a la pileta fue la reafirmación de que ya se había despertado. “Había que embocarle, porque estaba lejos”, explica, ahora que está despierto y contento. “¿Conocés el chiste del tipo que encuentra un gurú y le pregunta dónde está el éxito? Un tipo va caminando en medio de la nada,y se encuentra con un gurú. Cuando le pregunta dónde está el éxito, el gurú no le responde nada, sólo señala hacia allá. Entonces el tipo empieza a caminar para allá, hasta que en un momento, de atrás de una roca, salen cinco tipos y lo recagan a patadas. El tipo no entiende nada, piensa: ‘Tal vez entendí mal’, así que vuelve hasta donde está el gurú y le pregunta lo mismo. Y el gurú le señala el mismo lugar. Vuelve a hacer el mismo camino, todo hecho mierda, y cuando llega a la misma roca salen los mismos tipos y lo vuelven a recagar a trompadas. Vuelve con el gurú hecho una furia, y cuando lo encuentra, le dice: ‘Hablá, abrí la boca, decime dónde está el éxito’. Y el tipo le responde: ‘Ahí, en ese lugar, un poquito después de las trompadas...’.” Así está Charly García hoy: después de las trompadas.

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