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Domingo, 20 de octubre de 2002

PERSONAJES

Bailemos, cetáceos

De día, Luis Marte está a cargo de la colección de plantas fósiles del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia. Pero de noche, lleva adelante uno de los proyectos más extraños de la electrónica vernácula: graba discos en catedrales y vía contestadores automáticos, utiliza desechos de instrumentos y autogestiona un sello independiente. El mes que viene se podrá asistir a la última de sus aventuras: Fuga Jurásica, el evento que combina sus dos vidas y convierte los pabellones del Museo en cuarteles de experimentación, con puestas visuales y sonoras montadas alrededor de esqueletos prehistóricos y animales petrificados.

Por Pablo Plotkin

A la sombra del cráneo de un mastodonte bonaerense de 15 mil años, Luis Marte cuenta cómo es que las autoridades del Museo le permitieron hacer Fuga Jurásica. El 9 y 10 de noviembre ocurrirá por cuarta vez: los pabellones del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia convertidos en cuarteles de experimentación sonora, con puestas visuales montadas alrededor de esqueletos prehistóricos, plantas fósiles y animales petrificados. La edición más reciente, en abril pasado, convocó a unas 1500 personas, lo que equivale a una multitud en términos de una propuesta independiente de electrónica vanguardista. Así y todo, a Luis nunca le resultó rentable. Marte es uno de esos tipos capaces de empeñar las medias con tal de financiar sus proyectos artísticos. La última Fuga Jurásica –cuya recaudación va a parar íntegramente a los fondos del Museo estatal– se llevó casi todo su equipamiento. “Me quedé sin instrumentos. Tuve que vender todo. Sólo me quedé con la compu, un pedal y una mixer”, confiesa este paleobotánico criado en Florencio Varela que ha editado ocho discos de exploración ruidista y melódica.

LOS RUIDOS DEL SILENCIO
Si a eso se le suma la fundación de un sello discográfico autogestionado (Fuga Records, con 28 discos), y si se tiene en cuenta que Marte –la obra y el personaje– no termina de cuadrar en la electrónica de masas ni en la coqueta elite de avanzada, puede decirse que su fecundidad productiva tiene algo de prodigioso. Siempre en formato y packaging de emergencia (CDR, fundas baratas, distribución pulmonar), Marte editó este año dos discos que se inscriben en lo que podría definirse como su obra ruidista: Templos y el recientísimo Voces. El primero es una recopilación de sonidos tomados en catedrales de Buenos Aires levantadas durante los siglos XVIII y XIX. “La idea me surgió dos años atrás, cuando fui a tocar a España y visité algunas catedrales. Me llamaba mucho la atención ese ruido especial de las iglesias, más allá de los pasos y de las campanas. En los momentos de silencio se escuchaba una especie de bajo muy profundo.” De vuelta en Buenos Aires, Marte visitó la catedral de San Ignacio, sobre la calle Bolívar, y revivió esa sensación de estar dentro de una heladera Siam con silenciador del período gótico. De manera que en una tarde, armado de un grabador portátil, registró algunos pocos minutos en cinco catedrales porteñas: la de San José, San Francisco, San Antonio, San Ignacio y la Catedral de Buenos Aires. “Elegí ese tipo de iglesias por la acústica”, apunta el autor. “Cuando se construyeron tenían que calcular que resonaran mucho los cantos. No tenían amplificación, de modo que tienen cierto pensamiento sobre la acústica.” Templos se divide en dos partes: las grabaciones en crudo y los procesos sonoros, con distorsiones mínimas aplicadas sobre ese rumor que se parece bastante al silencio pero que no es exactamente lo mismo.

UNA VOZ EN EL TELÉFONO
Voces es un disco más social. “Hacía rato que quería hacer un disco con muchos invitados, pero los músicos suelen ser bastante colgados. Yo quería hacer algo con mi amigo Francisco López (músico ruidista español), pero el envío y reenvío de material iba a resultar muy engorroso. Así que se me ocurrió grabar su voz por teléfono. Él me dijo que le parecía estupendo siempre y cuando no se entendiera lo que decía. Entonces tomé una pequeña porción de la voz, apenas el tono, la esencia, y a partir de ahí la fui trabajando.” Otra vez, Marte no necesitó más que un teléfono, un grabador y una computadora. Y las voces (irreconocibles) de amigos y colegas como Leo y Gastón Satragno (miembros de El Signo), Pablo Reche, Marcelo Montolivo, Carlos Alonso, Sami Abadi y grabaciones encontradas de Joan Miró y John Cage, los dos artistas que más influyeron en la carrera de Marte. Entonces surge el asunto del músico que busca el sonido del futuro y, por razones monetarias, tiene que recurrir a los instrumentos del pasado. “Nunca tuve guita para comprarme instrumentos nuevos, entonces siempre trabajé con desechos. Eso hace que la creatividad tenga que fluir sí o sí, porque tenés que reemplazar toda esa falta de técnica con ideas. Yo aprovechaba el seseo de las cintas viejas, por ejemplo, para generar ruido y trabajar con eso.”

ESTE PLANETA
En 1993, Luis Marte y Pablo Reche armaron el dúo Fuga Cósmica, nombre que tomaron de una frase de Carl Sagan: “En el espacio, la música sería una fuga cósmica”. Desde entonces, toda la obra de Luis –como músico y como editor– incluyó en alguna parte la palabra fuga. El seudónimo Marte (“si ponés mi verdadero apellido te mato”) se rastrea en una fascinación infantil por el planeta rojo. “Es el nombre de batalla que yo elegí para este mundo”, explica Marte, que desde hace 13 años trabaja en el Museo de Ciencias Naturales, erigido en un recodo del Parque Centenario. Paleobotánico de vocación, abandonó la carrera antes de concluirla y al cabo de un tiempo se hizo cargo de la colección de plantas fósiles que ocupa el subsuelo del Museo. Recorriendo los claustros de ese edificio que remite a una época esplendorosa del Estado argentino, Marte describe cómo será el nuevo proyecto Fuga Jurásica, a la vez que ilustra sobre los desplazamientos de especies y las predaciones provocados por el cierre del canal de Panamá y la unión geológica de las Américas.
“Va a haber artistas exponiendo, danza, diapositivas, y unas tres salas funcionando a pleno con músicos. No sé si hay otro evento independiente puramente electrónico tan grande”, arriesga. Lo que seguro no hay es un evento electrónico con semejante marco escénico. Oportunamente sonorizado, el esqueleto de un diente de sable al acecho puede ser el sueño biologicista o la pesadilla lisérgica de todo bailarín adicto a la electrónica. Frente a la posibilidad de “malos flashes”, la dirección del museo se convenció del comportamiento ejemplar de los asistentes en las tres ediciones anteriores. Por otra parte, la recaudación no le viene nada mal a una institución sostenida con los alfileres del Estado. Para Luis Marte –el científico, el empleado rutinario y el artista experimental–, Fuga Jurásica es también la manera en que pudo apreciar su lugar de trabajo “desde otro punto de vista”. Y una metáfora decididamente brutal de cómo la música fue conquistando tiempo y territorio en su vida cotidiana. “Supongo que terminaré siendo un músico al que le gusta la paleontología”, dice Luis Marte, los pies sobre la Tierra.

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