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Domingo, 3 de febrero de 2008

OBJETOS > LOS ZIPPOS DE VIETNAM

Donde hubo fuego

 Por Martín Pérez

“Somos los indeseables,
liderados por los incalificados,
haciendo lo innecesario,
para los ingratos.”

De una inscripción en un encendedor Zippo de la época de la guerra de Vietnam.

Una tarde de 1965, el norteamericano Morley Safer –corresponsal de la cadena televisiva CBS en la guerra de Vietnam– recorrió Da Nang para averiguar qué sucedería a la mañana siguiente. Safer necesitaba una nota, y en una unidad de marines le informaron que saldrían en la madrugada con la orden de arrasar con una aldea, algo de lo que el periodista –según recuerda en el libro Reporting America at War: An Oral History (2003)– no había escuchado hablar jamás. Así que los acompañó hasta el poblado de Cam Ne junto a su cameraman, el vietnamita Ha Thuc Nan. Las imágenes de su informe, que mostraban cómo los marines ordenaban a los sorprendidos y desesperados habitantes abandonar sus chozas para luego proceder a quemarlas con lo que tuviesen a mano, desde los lanzallamas llevados para tal fin hasta sus omnipresentes encendedores Zippo, pasaron a la historia por la polémica que generaron (el presidente L. J. Johnson llamó personalmente a la CBS para acusarlos de haber “defecado sobre la bandera” al emitir ese informe) y por cómo ayudaron a cambiar la opinión que los norteamericanos tenían de Vietnam. “Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, jóvenes norteamericanos uniformados habían sido retratados como asesinos en vez de liberadores”, escribe Sherry Buchanan, refiriéndose al informe de Safer, en su flamante libro Vietnam Zippos: American Soldiers’ Engravings and Stories (1965-1973). Y concluye: “Nuestra percepción de la guerra –y de los encendedores Zippo– no sería nunca la misma”.

“Sé que iré al cielo porque pasé mi vida en el infierno.”

Con un diseño confesamente inspirado en un encendedor austríaco similar, George G. Blaisbell fabricó el primer encendedor Zippo en 1933, en la ciudad de Bradford, estado de Pensilvania. Desde entonces y hasta el día de hoy, se calcula que la Zippo Manufacturing Company lleva fabricados más de 400 millones de encendedores. Por su particular diseño, salvo que se cierre su tapa es prácticamente imposible que la llama de un Zippo se apague. Por esa razón pasaron a ser los encendedores ideales para los tiempos de guerra, formando parte del equipamiento esencial –aunque de manera no oficial– de cualquier soldado norteamericano. Como sucedió con la Coca-Cola, cuando los esfuerzos de la Segunda Guerra hicieron difícil a toda industria ajena al conflicto seguir fabricando sus productos, la Zippo Manufacturing Company obtuvo un permiso especial para seguir operando normalmente: los soldados necesitaban sus encendedores. A pesar de haber estado presentes en los escenarios de la Segunda Guerra y posteriormente en Corea, son los Zippo de Vietnam los que siempre han llamado la atención de los historiadores, por la decidida forma en que sus dueños los personificaron, tallando en ellos frases que hablan a los gritos de la realidad de aquella guerra.

“Matar en nombre de la la paz es como coger en nombre de la virginidad.”

En su apasionada reseña de Vietnam Zippos en la revista Armchair General, el coronel retirado Jerry D. Morelock explica que los soldados norteamericanos en Vietnam estaban tan apegados a sus Zippo, y eran objetos tan característicos, que en las misiones nocturnas en vez del santo y seña, las columnas se reconocían respondiendo al sonido de apertura de la tapa del encendedor con el de su cierre. La principal razón por la que la mayoría de los soldados tallaban sus encendedores no era por una necesidad de expresarse, aclara Morelock, veterano que estuvo en Vietnam, compró un Zippo y lo hizo tallar. La razón es más bien práctica: los soldados tallaban sus Zippo cuanto antes para que fuese más difícil robárselos. Aun así es difícil no ver en cada Zippo tallado un ejemplo del arte de trincheras, aun cuando generalmente no eran los propios soldados quienes tallaban sus encendedores sino artesanos vietnamitas que habían hecho de tallar Zippos su modo de vida. Como en las casas de tatuaje, había imágenes genéricas para elegir, y luego el soldado debía escribir con cuidado la frase que quería tallada, para que la repitiese un tallador que generalmente no conocía su idioma. Aunque en un principio los soldados apenas si debían tallar su nombre y su unidad, cabe suponer que mientras la lógica de la guerra de Vietnam fue enloqueciendo, las talladuras se fueron haciendo cada vez más personales. “Parte arte pop y parte artefacto militar”, según confiesa Buchanan, los Zippo de Vietnam sirven como instantáneas de los deseos, broncas, esperanzas y miedos de los jóvenes enrolados para combatir mientras en casa la cultura rock y hippie estaba en su apogeo. Divididos en diversas categorías, que Buchanan titula como Get Charlie (con inscripciones orientadas hacia la guerra), Get High and Get Laid (Drogarse y coger, sobre sexo, droga y rock’n’roll) y Zippo War (mensajes de protesta), sus encendedores pueden verse como posters en la habitación de un adolescente que ha dejado súbitamente de serlo, o cínicas pintadas en las paredes de una guerra sobre la cual no se puede ser inocente. “Los Zippo de Vietnam son un ejemplo perfecto de cómo el arte no es una opción sino un vehículo irreprimible y crucial para la expresión humana”, explicó el artista y coleccionista Bradford Edwards, dueño de la mayoría de los encendedores fotografiados en Vietnam Zippos.

“Cuando el poder del amor supere al amor por el poder, el mundo conocerá la paz.”

Aunque el de Sherry Buchanan no es el primero sobre los Zippo de Vietnam, como bien señala la reseña del New York Times que incluyó al volumen entre los más destacados del año, el voluminoso y atractivo libro fotografiado y diseñado por Mishka Anikst ofrece una dimensión extrañamente personal. “Este icono norteamericano, el Zippo, proveyó a millones de soldados de una pequeña pero poderosa superficie donde expresar sus sentimientos sobre el hecho de pelear una guerra en un pequeño país llamado Vietnam”, escribe Edwards, hijo de un ex oficial del ejército norteamericano que combatió en Vietnam, asentado en el Pacífico, y que cargó con su prole en cada uno de sus destinos. “Estos encendedores contienen poesía, citas, críticas, ilustraciones, dibujos, emblemas, decoraciones y caricaturas que fueron seleccionadas con inconsciente sinceridad y emoción directa. Son vulgares, hilarantes, confesionales, envenenados, tristes, amargos, escandalosos y vitalmente vivos. Son documentos hechos por hombres que literalmente podían morir el día después de que su Zippo había sido tallado y guardado en el bolsillo de su uniforme. Estos encendedores están cargados de información y expresiones de un tiempo y lugar específicos, la guerra de Vietnam, que los vietnamitas llaman la Guerra Norteamericana. Y, lo que es más importante, se destacan entre toda la mierda.” Además de ser un coleccionista de Zippos de Vietnam, Edwards es un artista que reparte su tiempo entre Santa Barbara (California) y Saigón, Hanoi y Hue. Habitual visitante de Vietnam desde que en 1986 abrió oficialmente sus fronteras, suele colaborar con artesanos locales en sus obras, que realiza sólo sobre los tópicos del país donde la hace, utilizando materiales inmediatamente accesibles y exhibe sólo en donde la creó. “Debo tener como 10 mil de estos Zippos. Estoy saturado de ellos. Pero sigo creyendo en sus significados”, le confesó al periodista Seth Mydans, del International Herald Tribune. “Los Zippos son los testigos, yo soy sólo el mensajero. Tragedia y pop, kitsch e ironía. Hay un montón de emociones puras aquí. Y también un juju muy, muy fuerte. Son documentos poderosos, grabados en el metal. Lo único más cercano a la eternidad es la piedra.”

“La muerte es mi negocio y el negocio ha sido bueno.”

Cuando se le pregunta si entre sus Zippos de Vietnam tiene alguno preferido, Edwards prefiere antes aclarar que no es la clase de persona que tiene una película favorita o un color favorito. “No soy una persona que tenga cosas favoritas”, aclara, para acto seguido confesar que sí tiene un Zippo favorito. “Es el que no vendería jamás, salvo por varios miles de dólares”, apunta con una sonrisa irónica. Según describe Mydans, ese Zippo (casi) sin precio tiene de un lado un emblema oficial, con la insignia militar de una patrulla de río, con una calavera con huesos cruzados y la inscripción: “No dar cuartel”. Pero si se lo da vuelta, señala Edwards, hay otra frase que parece resumir la filosofía de todos los Zippos que ha sostenido en sus manos: “Podés surfear después”. Patrullar el río era, junto a los helicópteros, una de las tareas más peligrosas de la guerra. “No sabemos quién era este tipo del bote, no sabemos si sobrevivió”, explica Edwards. “Pero tenemos su Zippo. Y me gusta porque no es enigmático. No es nada irónico ni trágico ni triste. No tiene ningún significado profundo. Me gusta pensar que la única forma en que este tipo podía atravesar tanta mierda todos los días era agarrar su encendedor, encenderse un porro, mirarlo y decirse a sí mismo: ‘Podés surfear después’. O sea: ‘Vas a sobrevivir’.”


UNA PARODIA DEL AFICHE DE LA SEGUNDA GUERRA CON EL TIO SAM DICIENDO “YO TE NECESITO”. ACA DICE: “YO TE CAGUE”.

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