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Domingo, 18 de mayo de 2008

MúSICA > ONCE: PELíCULA Y BANDA DE SONIDO

La vida es una moneda

Este país tiene estas cosas: aunque todavía no tiene fecha de estreno local, la banda de sonido de Once ya está en las disquerías. Y aunque sea a ciegas, vale la pena. De paso, la historia de esta película independiente, sutil heredera de aquella deslumbrante The Commitments de Alan Parker, sobre un músico callejero protagonizada por los mismos músicos que compusieron las canciones.

 Por Martín Pérez

Un músico callejero canta sus canciones ante una peatonal vacía. Lo hace con sentimiento, como si se le fuese la vida en ello. Pero nadie lo escucha. A su alrededor la gente sale de sus trabajos y regresa a casa. Ya es casi de noche, no hay demasiadas posibilidades de juntar algunas monedas, pero el músico canta igual. La canción es de amor, y él la interpreta con los ojos cerrados. Pero, al abrirlos, descubre que no está tan solo como creía. Frente a él hay una jovencita pequeña y encantadora, que no deja de hacerle preguntas sobre la canción que acaba de cantar. ¿Es un tema conocido? No, lo compuso él. ¿En serio? Sí, de verdad. ¿Y para quién lo compuso? Para nadie. Algo incómodo, el músico callejero intenta volver a cantar, pero la joven insiste. No, una canción así debe haber sido compuesta para alguien. Bueno, sí, se la compuse a una mujer. ¿Qué pasó con ella?, pregunta la joven, realmente interesada. Se fue, responde él, lacónico, como queriendo terminar con esa charla. Pero su flamante fan no se da por vencida tan fácilmente, y le asegura que si esa mujer escucha esos temas, volverá a su lado. De eso se trata Once, una película romántica atípica, pequeña y sensible. De esas canciones, de esa mujer que ya no está, y de ese músico callejero y su súbita fan, una inmigrante que vende flores y revistas en la misma peatonal donde él canta y que también toca el piano y canta. Con esos elementos, el director John Carney construyó un pequeño milagro cinematográfico indie, que tomó el mundo por asalto en el último año, entre Sundance y los Oscar, donde ganó el premio a la mejor canción original por el arrebatador tema “Falling Slowly”. Exhibida en el Bafici y, aunque aún no hay noticias de un estreno comercial, con su banda de sonido editada localmente, Once es una suerte de musical atípico, en el que sus protagonistas no rompen a cantar en cualquier momento sino que las canciones se incorporan naturalmente en su trama. De la misma manera en la que Glen Hansard y Marketa Irglova, dos músicos que están lejos del mundo de la actuación, encarnan a sus protagonistas.

LA LEY DE MURPHY

Cuando los amigos Carney y Hansard se sentaron por primera vez a hablar de lo que terminaría siendo Once, el eje de la charla fueron los recuerdos de Hansard sobre su época de músico callejero. Líder del grupo irlandés The Frames desde comienzos de la década del ’90, Hansard había pasado su adolescencia tocando en una peatonal de Dublín, y de hecho había conocido a Carney cuando reunió –como sucede hacia el final de Once– a un grupo de músicos callejeros para grabar un demo con sus temas. Bajista de The Frames durante dos años, Carney cambió su instrumento por una cámara, pero siempre se preocupó por incluir algún tema de su viejo grupo en la banda de sonido de cada una de sus películas. Durante aquella primera charla, Hansard se enteró de que para su nuevo proyecto su amigo necesitaría canciones, y también que estaba teniendo problemas para encontrar a la coprotagonista de Cillian Murphy. Necesitaba una actriz mayor que Murphy, de ascendencia eslava y que supiese tocar el piano, para que pudiese darle cobijo a su descarriado protagonista. Allí fue cuando Hansard propuso el nombre de Marketa Irglova, con la que acababa de terminar un disco: no era mayor que Murphy y tampoco era actriz, pero era checa y sabía tocar el piano. Cuando Carney conoció a Marketa se convenció de que era ideal para el papel. Y escuchó la canción “Falling Slowly”, y decidió que iba a ser central en la película. Lo que sucedió después fue igual de importante: Cillian Murphy dio marcha atrás. Con Murphy venía el dinero, así que de golpe Carney –que había encontrado tanto la canción como la protagonista– se quedó sin nada. Por esos días, Hansard e Irglova tenían unos recitales pautados, y lo invitaron a Carney a que tocase el bajo con ellos, para olvidarse un poco de la película. Pero sucedió lo contrario: durante esos shows, Carney se dio cuenta de que, para la película que soñaba hacer, mejor que tener un actor que fuese medio cantante era tener un cantante completo que fuese medio actor. Así que le propuso a Hansard que, junto a Marketa, fuesen los protagonistas de Once. Las canciones eran de ellos... ¿quién mejor que ellos para cantarlas? La plata no importaba: lo harían con el menor presupuesto posible. Y así lo hicieron: filmada en 17 días, con un equipo técnico mínimo, en escenarios callejeros de Dublín, sin permiso y con luz natural, Once luce casi como un documental. Algo que a su autenticidad narrativa le calza como un guante.

ENTRE PARKER Y EL AMANECER

Cuando hablan de Once, Hansard como Carney aseguran que sus carreras necesitaban algo así. Con una década intentando hacer cine y TV, Carney necesitaba una película que realmente quisiera hacer. Y Hansard, después de una década y media al frente de The Frames, necesitaba un nuevo camino para llevar sus canciones al público masivo. Con la banda de sonido de Once llegando a ventas de doble platino en lugares como Corea, parece que finalmente lo ha logrado. Y casi sin planearlo. Antes de Once, Hansard sólo había actuado en The Commitments, aquel deslumbrante musical irlandés de Alan Parker. Desde entonces había jurado no volver a actuar. No porque no estuviese orgulloso de aquella película sino porque durante todo el resto de su carrera no había podido dejar de hablar de ella. Pero con Once se trató de otra cosa: su amigo confiaba en él para sacar adelante un proyecto con su música, y su único miedo era defraudarlo. A su lado la tenía a Marketa, y Carney se dio cuenta rápidamente de que algo estaba pasando mientras estaba filmándolos a los dos. Hansard comenzó a tocar con Marketa cuando ella tenía 13 años. Su padre era fan de The Frames y los había invitado a un festival, y a partir de entonces Hansard comenzó a viajar regularmente a República Checa, registrando sus colaboraciones en el disco The Swell Season (2006). Pero la película significó un paso adelante en su relación, y ese mágico momento quedó registrado ahí. La química entre ambos –que actualmente son pareja, y viven juntos en Dublín– se suma a la candorosa sencillez de la película, que termina encontrando así el exacto punto medio entre The Commitments y Antes del amanecer. Respetuosa del espectador y sus personajes pero, antes que nada, respetuosa con las hermosas canciones que le dan vida, Once es una película mágica, en la que la vida parece más fácil de ser vivida, como siempre sucede –al fin y al cabo– con todo buen musical.

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