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Domingo, 11 de mayo de 2003

MúSICA

Tríos tribus

De un lado, Marisa Monte, Carlinhos Brown y Arnaldo Antunes, reunidos para grabar Tribalistas. Del otro, Caetano Veloso y Jorge Mautner, confabulados en el bello Eu nâo peço desculpa. Lejos de todo divismo, animadas por una sola idea fija –alcanzar la Canción Libre que Libere–, dos reuniones cumbre y dos discos notables, ya en las disquerías argentinas, marcan el presente de la música popular brasileña.

Por Martín Pérez

Cuando el ex Titâs Arnaldo Antunes y el bahiano Carlinhos Brown convocaron a Marisa Monte desde Salvador, donde Antunes, producido por Brown, estaba grabando su quinto álbum, la paulista más respetada de la música popular brasileña de los ‘90 acudió corriendo a la cita y se encerró con ellos una semana en el estudio. Corría el 2001, pero Arnaldo, Marisa y Carlinhos ya llevaban más de una década juntándose a componer de a dos o de a tres para sus respectivos discos solistas.
Caetano Veloso se decidió a llamar a Jorge Mautner para proponerle grabar juntos un álbum después de verlo el año pasado en el carnaval de Salvador, cuando cantó el “Himno del Carnaval Brasileño” con un trío eléctrico. Aunque la idea, confiesa, se le había ocurrido un año antes. Caetano y Jorge se habían encontrado por primera vez más de tres décadas atrás, en Londres, donde también estaba Gilberto Gil. Desde entonces mantuvieron una relación que no se cortó jamás. Pero a pesar de que el bahiano grabó más de una canción de Mautner en treinta años, nunca antes habían hecho juntos un álbum completo.
La reunión de Antunes, Brown y Monte del 2001 dio un fruto inmediato: el tema que dio título al álbum que Arnaldo estaba grabando en Bahía. Pero lo más importante es que sirvió para completar todo un repertorio que merecía disco propio. Sólo que para poder llegar a grabarlo como era necesario, sus tres autores tenían que tomarse un tiempo para coordinar agendas, proyectos y carreras. Volvieron a reunirse un año más tarde, esta vez en el estudio que Marisa tiene en su casa en Río. Trece días alcanzaron para grabar las trece canciones que contiene Tribalistas, un disco bien casero, realizado por tres amigos que son, al mismo tiempo, tres nombres clave de la música popular brasileña de los ‘90.
Eu nâo peço desculpa es el nombre del álbum que realizaron juntos Caetano Veloso y Jorge Mautner, primo rico y primo pobre, respectivamente, del Tropicalismo. Para grabarlo y –especialmente– para presentarlo en vivo, Caetano Veloso debió hacerse un lugar en una agenda atosigada por una gira por los Estados Unidos, donde no sólo se editan y celebran sus discos sino también su libro, Verdade Tropical, que la prestigiosa editorial Knopf tradujo como Tropical Truth. Como sucede con Tribalistas, el resultado de la unión de Veloso y Mautner es un álbum –para decirlo con el crítico paulista Jotabe Medeiros– “fresco sin ser demasiado frívolo, alegre sin ser alienado”. Ante la mirada permisiva y alentadora de sus pares, tanto los viejos tropicalistas como los nuevos tribalistas completaron prácticamente al unísono –ambos discos fueron concebidos en el 2001 y grabados en el 2002– trabajos con los que volvieron, renovados, a ser ellos mismos.
“Un hechizo indecente/que suelta a la gente”, canta Caetano en el tema “Feitiço”, en respuesta a aquel venerado samba de Noel Rosa que aludía a un hechizo decente, que “prende” a la gente. “Los tribalistas no quieren tener razón,/no quieren tener certeza, juicio ni religión”, cantan Antonio, Carlinhos y Marisa, que transformaron a su anti-movimiento –sin videos ni entrevistas ni gira de promoción– en el suceso del verano brasileño.

NO SOY DE AQUÍ NI SOY DE ALLÁ
“Hace mucho tiempo que no veía a las mujeres cantar una canción con tanto entusiasmo como ‘Já sei namorar’, de Tribalistas”, apuntó el periodista Joaquim Ferreira do Santos en una columna veraniega de la Folha do Sâo Paulo. El tema es adictivo. Liderando las voces, Marisa Monte asegura que “No soy de nadie,/soy de todo el mundo/y todo el mundo me quiere bien”. Asegura Ferreira do Santos: “De a poco se ha ido afirmando una nueva tradición en la Música Popular Brasileña, a contramano de las Amelias y Elzas que de día lavaban la ropa y de noche besaban en la boca a sus Ataulfos y Lupicinios machistas”. Surgido en realidad de un viejo casete que Marisa le entregó a Antunes másde una década atrás, antes de la grabación de Mais (1991), su segundo disco, los versos de “Já sei namorar” sirven tanto como manifiesto de la libertad femenina como del anti-movimientismo tribalista. Y al mismo tiempo revelan más una continuidad que un quiebre estilístico, ya que aquella vieja cinta seminal contenía dos temas: uno de ellos terminó transformándose nada menos que en “Beija Eu”, que terminó abriendo aquel álbum, firmado por Marisa, Arnaldo y Arto Lindsay; la otra opción, entonces desechada, es la que una década más tarde fue el germen de “Já sei namorar”, éxito fulminante cuya letra, casualmente, asegura: “Ya sé besar de lengua,/ahora sólo me falta soñar”.
Además de sus tres integrantes básicos, el proyecto tribalista incluye otros nombres cuya aparición sólo completa su génesis colectiva. Allí están Davi Moraes y Pedro Baby, dos ‘nuevísimos’ bahianos, hijo de Moraes Moreira el primero y el otro de Pepeu Gómez y Baby Consuelo. También aparece aquí y allá el nombre del mítico Dadi Carvalho, ex bajista del grupo A Cor do Som e inspirador del tema “Leâozinho” de Caetano Veloso. En el hermoso tema “Passe em casa”, a la voz de los tres Tribalistas se suma la de Margareth Menezes, que –efectivamente– pasaba por ahí, vio luz y entró. Y hasta resulta que –al mando de las pequeñas cámaras que registraron todo lo que sucedió durante la grabación del disco– estaba nada menos que Dorinha, la nieta de Tom Jobim. “Arnaldo Antunes, Carlinhos Brown y Marisa Monte son los Tribalistas. Pero tienen los anteojos oscuros de Raul Seixas, tienen un ‘novo baiano’ y también tienen un planeta azul y blue, un planeta profundo, el planeta azulado del Yellow Submarine. The Beatles en la cabeza”, explicó el escritor brasileño Mario Prata en una entusiasta columna publicada por el Jornal do Brasil.
“Si en algo estuvimos de acuerdo desde el comienzo, fue en que necesitábamos un nombre. No queríamos ser Carlinhos, Arnaldo y Marisa”, explicó Antunes el año pasado a Radar. “Al principio pensé en algo ligado a la tribu, y sólo después apareció la idea del tri, de los tres. ‘Tribu’ es un colectivo que tiene para mí un sentido inicial de rescate de lo primitivo, y después la idea de la antropofagia cultural de Oswald de Andrade”, agregó Arnaldo, que confesó que desde el mejor momento de Titâs nunca había compuesto con tanta libertad como ahora. Esa libertad se percibe en todo el álbum, tanto en las rimas –sin pretensiones pero acertadas– como en la desprejuiciada elección de los estilos que se reparten a través del disco, y que van de la bossa nova a... ¡una canción de Navidad! “Hicimos las canciones que queríamos hacer, no teníamos ninguna pretensión”, asegura Marisa Monte, que asumió la producción musical del proyecto. El disco fue tomando su forma sin presiones ni compromisos –se grabó en un estudio hogareño, sin que ninguno de sus participantes tuviera que abandonar sus respectivas obligaciones más de una semana–, al punto de que “Já sei namorar”, su hit indiscutido, estuvo a punto de quedar afuera. Así lo reveló Ale Siqueira, coproductor del álbum con Antunes y Brown. “Carlinhos Brown no estaba satisfecho con la sonoridad de la canción, demasiado Jovem Guarda para su gusto. Recién al final, cuando sugirió la utilización de beats más electrónicos, quedó contento”, le contó al semanario Istoé.

EL EXORCISTA
“Un irracionalista radical, un golpeador asistemático, un ejemplo vivo de lo que el poeta vanguardista Decio Pignatari llamara ‘la nueva barbarie’.” Así presenta Caetano Veloso a Jorge Mautner en uno de los últimos capítulos de Verdade tropical. “Mezclaba la Jovem Guarda de Roberto Carlos con la guardia roja de Mao, describía la revolución que estábamos atravesando como si fuese un cataclismo universal, y volvía una y otra vez sobre su sueño de unir a Nietzsche con Marx”, escribe el bahiano, refiriéndose a la época llena de saudade de su forzoso exilio en Londres junto a Gilberto Gil. Hijo de la contradicción, Jorge Mautnerdesciende de un intelectual austríaco de ascendencia judía que llegó a estar preso en un campo de concentración y una madre de estirpe eslava que ayudó a escapar a su padre del campo pero nunca dejó de admirar a su Führer. La obra literaria de Mautner, carioca rebelde, ya era conocida a comienzos de los ‘60 en el mundo literario brasileño y había conquistado tanto a Glauber Rocha como a Arnaldo Baptista, futuro mutante, que entonces formaba parte de O’Seis.
“Entré con un paraguas a la casa de Caetano en Londres y dije una profecía. Caetano quedó muy impresionado; tímidamente me preguntó: ‘¿Sos un profeta?’ Y yo le respondí, aún más tímidamente, que no se trataba de profecías sino de análisis totalizantes que incluían muchas cosas.” Así describió Mautner su primer encuentro con Caetano y Gil en la mítica revista brasileña O Pasquim. “Allí estaba yo, un masajista mitómano, lavaplatos en Nueva York, transportado de golpe a una imposible Bahía en medio de Londres.” Las innumerables discusiones sobre Hegel, el estructuralismo, los platos voladores, Dionisio y Apolo, la amistad de los bahianos y –al decir del propio Caetano– la “curiosa personalidad paraliteraria, paramusical y parapolítica” del carioca recién llegado del exilio neoyorquino fueron fundamentales para el ánimo de esos músicos desterrados. Secundado por Gil y Caetano, Mautner rodó una película sobre su exilio llamada O Demiurgo (1971) y, aunque había incursionado en la música con O’Seis, inició entonces una carrera discográfica paralela a la literaria donde se destacan clásicos de la música popular brasileña como “Maracatú Atómico” (versionado por Gil y Chico Science) y “O Vampiro”, registrado por Caetano en su álbum Cinema Trascendental (1979).
Cuando Caetano Veloso vio a Mautner en el Carnaval de Salvador, cantando con un trío eléctrico, y sintió la necesidad de grabar un disco con él, hacía ya un año que venía hablando seguido con su viejo amigo. “Empecé a sentir que el mundo se volvía extraño cuando los talibanes destruyeron los Budas en Afganistán, y aquel 10 de septiembre pasé por Nueva York: había viajado para la cancelada entrega de los Grammy Latinos en Los Angeles. Ésas y otras cuestiones, más personales, me hundieron en una amargura que sólo se interrumpió al verlo a Mautner en el Carnaval”, explicó Caetano. Su propuesta sorprendió a Mautner. “Me caí de culo”, confesó: “El primo rico del Tropicalismo llamaba al primo pobre. Hades era llevado al Olimpo”. El aporte del artista maldito inyecta nuevos aires a la discografía del bahiano, que en el transcurso de la última década parecía cada vez más atrapada en su propia trampa.
Exorcismo para Caetano y elixir para Mautner, Eu nâo peço desculpa es un álbum sorprendente. Arranca con el violín del primo pobre en el tema “Todo errado”, cuyo primer verso bautiza al disco. Con producción de Kassin –presentado por el mismísimo Moreno Veloso, que aparece en el disco–, el álbum incluye nuevas versiones de clásicos como “Lágrimas negras”, “Maracatú Atómico” o “Cajuína”; un bolero mestizo como “Tarado”; la balada funk antidroga “Coisa Assessina”; un samba antifundamentalista como “Homem bomba”; y hasta un “rock’n’roll antropofágico rollingstoniano tropical” –según palabras de Mautner– como “O namorado”.

LA GRAN CANCIÓN BRASILEÑA
Unas cuatrocientas mil copias para mediados del 2003: eso es lo que dice la revista Istoé que esperaba vender el departamento de marketring de EMI con un proyecto tan atípico como Tribalistas. Atípico porque, pese a nacer de un trío de artistas con una trayectoria de éxito y/o prestigio, el lanzamiento no estaba acompañado por todo lo que “debe” tener un álbum: videos, entrevistas promocionales y una oportuna gira nacional para apuntalar la edición. Sólo hubo un DVD que ilustraba la composición del álbum, emitido finalmente por la televisión abierta, y una única entrevista colectiva realizada por el prestigioso Nelson Motta. Pese a todas esas limitaciones, la cifra imaginada por elsello fue menor que la que finalmente vendió el disco. El suceso generó una ola de críticas cínicas que se multiplicaron por Internet, donde hay incluso un irónico generador de letras tribalistas (mundoperfeito.terra.com.br) que llegó a tener, siempre según Istoé, unas 300 visitas por hora.
Las críticas despertadas por el suceso de los tribalistas recuerdan a aquellas patrullas del buen gusto de la música brasileña contra las que supo enfrentarse Caetano. “Una de las cosas que más nos gusta cantar son aquellos sambas-canción consideradas de mal gusto en los años ‘60, cuya presencia revela mucho del núcleo del clima de nuestra disposición ética y estética”, explicó Caetano al periodista Mauro Preto. “Odio que se diga que la Música Popular Brasileña es una instancia de creación más respetable de la música popular brasileña, y odio que me incluyan en esa división estética. Es más: hace una década que vienen exigiéndome, casi, que me manifieste en contra del axé music. Justo a mí, que una de las cosas que más amo de este mundo es la música del Carnaval de Salvador. ¿Cómo me van a obligar a odiar lo que más amo?”
Complementándose mutuamente, tanto Antunes, Carlinhos y Marisa como Mautner y Caetano remontan la corriente de sus propias carreras –como aquel salmón del que hablaba Andrés Calamaro– para permitirse todas las simplezas y excentricidades, para dejar de lado autocensuras en pos de aquella canción perfecta. “La música popular es un territorio creativo que propicia encuentros como éstos”, explicó Antunes a Nelson Motta. “Hay toda una tradición de discos hechos en conjunto, donde los artistas llegan a hacer cosas que solos no harían. Sólo hay que pensar en Gil y Jorge, Tom y Elis, Doces Bárbaros, Chico y Caetano, Refestança, con Gil y Rita Lee, y siguen los ejemplos.” Discos en conjunto guiados por una idea fija: alcanzar la canción libre que libere. Alguna vez, al crítico norteamericano Dave Marsh le preguntaron por qué pensaba que el simple era el corazón del rock. “Porque nunca vi a nadie que tarareara todo un disco”, respondió. Si la cultura norteamericana vive obsesionada con la gran novela, los brasileños parecen perseguir la gran canción brasileña: una canción que se pueda tararear –¿por qué no?– durante todo un disco.

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