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Domingo, 30 de noviembre de 2014

UNA INVASIÓN A LA VUELTA DE LA ESQUINA

 Por Martín Pérez

Dos de los cuentos rescatados en Más allá de Gelo, la ineludible compilación de los relatos de ciencia ficción de Héctor Germán Oesterheld realizada por Mariano Chinelli y Martín Hadis, son en realidad la misma historia. Su trama involucra el sacrificio de un piloto ante la aparición de unos extraterrestres, escondidos en una nave espacial supuestamente a la deriva, que le exigen que los guíe hasta la Tierra, para así poder conquistarla. La primera versión fue publicada originalmente en 1962, bajo el titulo de “Paria espacial”, en las páginas de El Eternauta, una revista dedicada a la ciencia ficción creada a partir del éxito de la historieta dibujada por Solano López. La segunda, diez años más tarde, apareció en 1972 en la revista infantil Billiken, bautizada como “La cosmonave fantasma”.

Artesano experimentado de la narrativa aplicada a los medios masivos, Oesterheld solía usar y volver a usar sin prejuicios todos sus recursos en sus diversos y variados trabajos. Ya sea inventando historietas para alguna golosina, trabajando para una revista infantil o liberando su imaginación para llenar las páginas de compilaciones de cuentos dedicados a la ciencia ficción, los mejores trabajos de Oesterheld parecen volver una y otra vez sobre sus propios pasos. En este caso, la década transcurrida entre una versión y otra del mismo cuento han hecho añejar los mecanismos de la trama, dando como resultado –a pesar de que el medio infantil en el que publicó la segunda versión supuestamente le requeriría un acabado menos riguroso– un final más contundente, una versión narrativamente más acabada.

Pero esa década de trabajo sobre las mismas obsesiones también lo hizo repensar las cosas ideológicamente, como lo demuestra el hecho nada casual de que en la primera versión de su cuento el protagonista lleve el nombre de Rainer Lomas, que si bien no es decididamente anglófilo sigue teniendo un cierto regusto exótico. En cambio, en la segunda, no sólo el nombre es inequívocamente local –Ramón Covas– sino que incluso se hace una explícita referencia a su lugar en el mundo: Rinconada, en la provincia de Jujuy, Argentina.

Una de las razones por las cuales Oesterheld siempre tuvo un lugar casi fundacional dentro del pequeño canon de la ciencia ficción local es porque fue el primero en concebir que una invasión extraterrestre podía también suceder a la vuelta de la esquina. Algo que ejemplificó magistralmente en esa obra genial que es El Eternauta, pero que ya había empezado a pergeñar para su historieta Bull Rockett, donde imaginó una posible explosión atómica en Buenos Aires. Y dio un paso más en Rolo, el marciano adoptivo, en la que los integrantes de un humilde club de barrio porteño son los únicos que detienen una invasión extraterrestre. De hecho, el gran logro de El Eternauta es haber ido mucho más allá. No sólo fue convincente al mostrar que la ciencia ficción no tenía un escenario natural en el Hemisferio Norte, sino que también se permitió dejar en claro que, justamente, de realizarse una invasión extraterrestre, sucedería lejos de los centros del poder, ya fuera por necesidades estratégicas de los invasores o por el resultado de una cobarde negociación por parte de los supuestos representantes de los invadidos.

No es sólo una cuestión de nombres o de escenarios, sino de un lugar en el mundo. Eso es lo que pareció tener cada vez más en claro Oesterheld al ir metiéndose en el universo de la ciencia ficción, y esas particularidades del lugar desde donde se escribe se hacen evidentes al recorrer el arco de los cuentos de Más allá de Gelo, que rescatan una producción narrativa heterogénea y repartida en toda clase de revistas. Y recuerdan que, además de sus historietas, Oesterheld tuvo una activa participación en las revistas dedicadas al género, desde la pionera Más allá hasta invenciones propias como la efímera Géminis.

El título del volumen hace un guiño, justamente, al nombre de aquella revista que aún hoy resulta mítica para los cultores del género en castellano, y el de un planeta imaginario, Gelo, que se repite una y otra vez en la ciencia ficción de Oesterheld. Hay mucho más después de El Eternauta, parece querer decir ese título. Y ciertamente lo hay. Hay de todo, en realidad. Entre la veintena de obras recatadas hay indudables obras maestras, como los microcuentos –Oesterheld fue un pionero también dentro de este subgénero– de “Sondas”, que ya habían sido publicados en la antología Los argentinos en la Luna, de la editorial De La Flor. Pero también otros que, si bien tienen su carga historiográfica, no dejan de ser narrativamente olvidables. El resultado final, sin embargo, es un disfrute para los fans, multiplicado por los entretelones de cada uno de los hallazgos incluidos en el volumen, que los compiladores aclaran antes de cada capítulo, y que a veces terminan resultando más interesantes que los cuentos.

Un resultado que, además, deja en claro que, si Oesterheld ocupa el lugar que ocupa dentro de la historia de la narrativa argentina, lo hace por sus historietas y no por sus cuentos. Y eso no hace que sea un lugar menor. Poco más de una década atrás, al compilar una canónica colección de clásicos de la literatura argentina para el diario Clarín, Ricardo Piglia y Osvaldo Tcherkaski eligieron abrirla con el Martín Fierro y la cerraron nada inocentemente con El Eternauta. Desde entonces y hasta ahora se han multiplicado los reconocimientos y las ediciones de esta indudable obra mayor de la ciencia ficción argentina, y de la carrera de Oesterheld. Pero, lamentablemente, no ha sucedido lo mismo con el resto de su carrera como guionista. Y no estamos hablando acá de obras menores o marginales, notas al pie, rarezas perdidas y trabajos ocasionalmente reveladores como los que recuperan heroicamente Chinelli y Hadis. Hablamos del cuerpo mayor de su obra, como pueden serlo, por ejemplo, los mejores momentos de Bull Rockett o El Sargento Kirk. Porque Oesterheld no es más escritor por haber escrito algún cuento, por haber ido más allá de la historieta. Las razones por las cuales es el gran escritor de aventuras que ha dado la literatura argentina están en cada uno de esos cuadritos de historieta, que ya va siendo hora de que sea mucho más fácil poder volver a leer.

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Imagen: Oesterheld, 1959
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