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Domingo, 21 de junio de 2015

> UNA BIOGRAFíA CORAL DE SERGIO AVELLO.

¿QUIÉN NO CONOCE UN SERGIO?

 Por María Gainza

GUILLERMO KUITCA ¿Cómo llegó este tipo acá?, me pregunté cuando se presentó a la Beca. ¿De qué planeta viene?

DANIEL ONTIVEROS Está parado en el patio de la Escuela de Artes Martín Malharro en Mar del Plata. Tiene unos rulos mota, pantalones carpinteros, medias a rayas de colores. Desde lejos me hace señas, quiere mostrarme la tapa de Giros, un disco de Fito Páez que en Mar del Plata todavía no tiene nadie.

ROSANA FUERTES En esa época todavía era Avello (pronunciado con elle, no con una sola ele). Creo que fue Adriana Rosenberg quien le cambió la forma de pronunciarlo, muchos años más tarde. Era el más chiquito del curso, también era el más mimado por las chicas. Venía de un barrio popular, clase media media, por Colón al fondo.

DANIEL ONTIVEROS Artísticamente era mi opuesto: yo era el esfuerzo, él era el talento sin esfuerzo. Sergio hizo arte light antes que nadie.

ROSANA FUERTES Le gustaba Michael Jackson cuando todos en Mar del Plata pensaban que era grasa. En una época en donde todo se etiquetaba, él esquivaba los prejuicios.

DANIEL ONTIVEROS Un día de tormenta, yo estaba en la Escuela y Sergio llegó con la lengua afuera: “No sabés lo que vi en la Plaza. Tenés que verlo”, me dijo. Caminamos quince cuadras con el viento de frente que nos volteaba y cuando llegamos vi, colgados de los árboles y de las paredes de la Catedral, papeles con siluetas que parecían levitar porque el viento las había desprendido. Eran los primeros Siluetazos y el ojo de Sergio, sin saber qué era, digo gua. Les otorgó identidad artística al instante.

ROSANA FUERTES Parecía bajado de un ovni. Su familia no tenía nada que ver con él.

MARIA AVELLO (MADRE) ¡Eramos una familia sensible! El decía que su vocación se la había despertado mi hermana mayor, Cándida, que le regaló su primera caja de óleos Van Gogh y pinceles. Yo no dibujaba ni un avioncito pero escribía poemas. La tía Kuki, mi otra hermana, fue la primera en comprarle una pintura.

SERGIO AVELLO En mi niñez fui figurativo. Supe que iba a ser artista a los seis años, el día que la maestra nos enseñó la letra “G”. Yo dibujé una gitana con aros dorados y me dije: okay, sos un artista.

GUILLERMINA ROSENKRANTZ Mucho años después me pidió que lo acompañara a Mar del Plata. Fue ahí cuando me contó que el señor Avello le había dado el apellido. También me dijo que una vez había ido al campo donde supuestamente vivía su padre verdadero. Se quedó espiando entre los árboles a un señor moreno, guapísimo, que tomaba el té en la galería de la casa. Probablemente fuera una construcción de Sergio, pero ya sabemos el peso que tienen las construcciones.

ROBERTO JACOBY Le gustaba decir que en el fondo era un aristócrata.

MARIA AVELLO Todavía no había terminado la Malharro cuando me dijo: “Mamá, yo no quiero ser maestra como vos”. Me quedé muda esperando lo que sabía que iba a venir y vino: “Me voy a Buenos Aires”. Yo le dije: “Hijo, hacé la tuya”. Qué le iba a decir.

DANIEL ONTIVEROS “Dani, Dani”, me dice una noche. “¿Qué pasa?”, le dije. “Tengo una duda: ¿vos preferís ser un artista desconocido, que nadie te dé bolilla y que luego la historia te reivindique, o ser famoso en vida y que después nadie se acuerde de vos?” Le dije que prefería lo primero, ser grosso post mortem. Y él dijo: “Ah, no, yo no. Yo prefiero ser famoso en vida”.

ROSANA FUERTES A los diecinueve años recibió una mención especial del jurado en el Centro Gallego. Había presentado un dibujo en lápiz de una bota de la que salían como unas nubes en arcoíris. Pablo Menicucci había ganado el primer premio. Menicucci era el principal artista pop de Mar del Plata y Sergio estaba deslumbrado por sus acuarelas. Aprendió de él a manejarlas. En 1983, Menicucci nos dio la posibilidad de exponer en una muestra de la Anavanguardia que organizaba Carlos Espartaco en Mar del Plata. Para nosotros fue todo un acontecimiento.

RAFAEL BUENO Lo conocí cuando fuimos a hacer la muestra de la Anavanguardia en Mar del Plata y una hora después lo invité a Buenos Aires. Yo tenía un sótano que era el área de servicio de una mansión de principios de siglo. Era tan grande que me puse a llamar a artistas amigos para que viniera a trabajar ahí. Lo llamamos La Zona. Era un lugar bravo, mal iluminado, precario. Como era un sótano, se inundaba fácil y se levantaba un vapor inmundo. Casi en ese mismo momento llegó Sergio de Mar del Plata.

MARTIN REYNA Cuando lo conocí me pareció que iba a ser difícil que nos entendiéramos. El era demasiado mínimo, demasiado volátil para mí. A su lado me sentía barroco, aparatoso.

JOSE GAROFALO Al principio me pareció ultradecorativo. Nosotros estábamos metidos en algo que contaba cosas a través de la materia y la expresión. Eramos patoteros, pura soberbia. Sergio, en cambio, no tenía programa. Me acuerdo de que charlábamos si dejarlo entrar o no. Prevaleció el criterio afectivo por sobre el estético, ya que nos parecía que no tenía nada que ver con nuestra imagen, que era otra bandera, el antigesto pictórico. En esa charla el que más lo defendió fue Alejandro de Ilzarbe. Después, los que nos empezaron a abrir los ojos con respecto a la obra de Sergio fueron Prior, Kuitca y Pablo Suárez. Suárez decía que la obra de Sergio tenía una particularidad y una sensibilidad fuera de serie. Sergio terminó siendo un infiltrado adentro del grupo.

MIGUEL HARTE La primera vez que lo vi pensé: “Mirá éste, qué poco le mete a la obra”. Ahora creo que él fue el más consecuente de todos: traía su mundo propio desde el principio. El resto éramos medio un mamarracho. Tal vez ahí, en esos primeros años, Sergio hizo su mejor obra.

ROBERTO JACOBY Yo le compré su primera obra, una esculturita geométrica en cartón corrugado naranja que mostró en “Sauna en La Zona”. Me encantó. Era como rehacer el minimalismo de los 60 con material de desecho. Me pareció una especie de comentario, como decir cualquiera puede hacerlo y burlarse un poco de eso, porque ellos, los minimalistas, lo hacían todo perfecto.

SERGIO AVELLO Yo no pienso tanto. Lo hice así porque era lo único que me salía. En esa época trabajaba en cine y me gustaba mucho el cartón pintado. Por otro lado, me parecía amoroso el minimal y creía que por ahí iba la cosa. Me hubiera gustado ser más conceptual.

ROBERTO JACOBY A mí me hubiera gustado ser menos.

ALEJANDRO DE ILZARBE Era nómade. Andaba con un maletín con dos remeras, su libreta de teléfonos y un dinosaurio de plástico. Iba de casa en casa. Una vez vino a mi casa. No sé si se quedó unos meses, un año o más.

MARTIN REYNA Que Sergio te eligiera como lugar donde vivir era un honor, una ofrenda, algo festivo.

ALEJANDRO DE ILZARBE Con Garófalo y Sergio nos fuimos en el verano del ’85 a Río de Janeiro y nos quedamos en lo de Harte, en Santa Tereza. Era todo muy livin’ la vida loca, imaginate, Río en los ochenta.

GUILLERMO KUITCA Cuando nos presentaron entendí que se llamaba “Sergio Bello”. Después me lo seguí encontrando socialmente, pero no sabía que era artista. Creo que por entonces sólo hacía cosas circunstancialmente. Cuando fui a Brasil él estaba ahí y me acompañó a comprarme ropa para mi inauguración. Quedó flechado con el tipo que atendía y me hizo volver veinte veces a probarme el saquito. Yo me había encaprichado con teñirme el pelo de blanco y me acompañó a comprar las tinturas. Me llamó la atención que conocía colores absurdos como el “rosa champagne” o el “verde sapo”.

EDUARDO CAPILLA Cuando volvió de Brasil fuimos juntos al hospital a hacernos el test de VIH. Nos dio positivo a los dos. El mío resultó ser un falso positivo porque en esa época te daban un resultado provisorio y un mes después te lo confirmaban. Ese día, cuando los dos creíamos ser positivos, nos fuimos a la playa y lloramos como chicos. Cayó el sol y seguíamos llorando. Pero apenas terminó de anochecer Sergio me convenció de tomarnos una pepa e ir a un baño turco. Tenía una cosa de no hacerse problema por nada. Como si ya hubiese vivido otra vida.

ALEJANDRO DE ILZARBE En esas épocas pasábamos por rachas de no tener un peso. Una vez llegué a casa, abrí la heladera y la encontré llena de dibujos de comidas: un plato con un pescado, un pollo, vegetales, huevos, una torta, etc. Todo dibujado por Sergio con tinta china sobre cartulinas.

JUAN JOSE CAMBRE Una vez hicieron una muestra en la casa de Eduardo Capilla. Sergio pintó una tela de verde y sobre ella pegó papelitos tipiados a máquina o con circulitos de birome hechos con un aparatito que había comprado en el subte con el cual andaba como loco, creo que se llamaba “espirógrafo”. La combinación de Sergio y Capilla, la energía que generaban los dos juntos, era muy impresionante. Otra vuelta, cuando llegué a lo de Capilla la escena era la siguiente: Eduardo estaba hirviendo remolachas en una cacerola gigante y Sergio, a su lado, pintaba sobre un papel con el agua de las remolachas.

AVELLO POR ALEJANDRO KUROPATWA, 1998

ALEJANDRO DE ILZARBE En el ’87 trabajamos en la película Lo que vendrá, de Gustavo Mosquera donde actuaba Charly García. Sergio hacía peinados y maquillaje y le armaba los porros a García. Una vez le pedimos a Charly, que hacía de enfermero, que trajera algunas cosas de su casa para ambientar su cuartito del hospital. Al día siguiente cayó con un dinosaurio de plástico y un vúmetro, un tubito rojo que reaccionaba al sonido. A Sergio le encantaron y Charly se los regaló. Después andaba siempre con el dinosaurio y el vúmetro en su maletín.

ERIKA ESCODA A fines de los ’80 un amigo nos invitó a ambientar una discoteca. Con Sergio estuvimos durante veinte noches seguidas pensando y al final lo único que se nos ocurrió fue: “Tapemos todo”. Entonces fuimos a un bolichón en Pueyrredón y Corrientes, que se llamaba El Elefante Blanco y que era genial porque el dueño te atendía con corbatas con elefantitos. Compramos diez rollos de nailon blanco y tapamos todas las paredes. Parecía la obra de un maniático.

JUAN JOSE CAMBRE La galería de Adriana Rosenberg abrió en 1989 y su primera muestra fue la de Sergio. Se llamó “Arte decorativo argentino: joven exponente”. En ese momento calificar a un pintor de decorativo era insultarlo. Entonces, quizá como un capricho, Sergio se declaró decorativo.

GUILLERMO KUITCA Recién en esa muestra su obra empieza a tener un modo de parecer Avello: una abstracción geométrica, una pintura sucia, “vergonzante”, alguna picardía en colores, una geometría con humor. Quedó a la cabeza de algo que ni siquiera había pensado.

ADRIANA ROSENBERG Se vendió todo. Un tiempo después hizo otra muestra en mi galería y al terminar me anunció: “Dejo la pintura”.

ALEJANDRO DE ILZARBE Un verano, Palladium se instaló en Mar del Plata y llevaron a Sergio para hacer maquillajes. Generalmente los maquillajes que se hacían ahí eran dibujos fantásticos, antifaces y cosas muy ochentosas. Pero Sergio no quería hacer eso y maquillaba a las chicas perfectamente como si fueran actrices. Al principio tuvo resistencia, pero con el correr de los días se empezaron a formar colas larguísimas frente a su puesto.

CARLOS (ex habitué de Bolivia) Bailar en boliches y drogarse hasta reventar, ésa es la historia del arte en los ’80.

JUAN MANUEL LOMBARDO, “La Paraguaya” Adonde llegaba ponía música.

ROBERTO JACOBY Siempre hablábamos de hacer nuestras propias fiestas. Un día pasamos frente al Club Eros y dijimos: “Este es el lugar”. Sergio llamó a sus secuaces: Beto Botta, Lacroix, Trincado. Fuimos a hablar con la comisión directiva del club, que eran todos jubilados. La primera fiesta fue el 28 de diciembre de 1989, el Día de los Inocentes. Después las fiestas se pusieron muy de moda, el under subió, como pasa siempre.

DR. TRINCADO El nombre “Fiestas Nómades” lo puse yo.

SERGIO AVELLO En las Fiestas Nómades del Club Eros mixamos fashion, artistas, drags, DJ y gente del barrio. Esas fiestas todavía resuenan. Muchas veces me encuentro con chicos que me dicen: “¿Vos hacías Eros?”. Me encanta.

ROBERTO JACOBY Eran fiestas con cero presupuesto, cartoneras. Si encontrabas algo en la calle, lo usabas. Sergio se travestía de Stella Maris, la patrona de Mar del Plata, y parecía Virginia Luque con un vestido verde.

BARBARA LA VOGUE Cuando caminábamos por Godoy Cruz, Sergio me decía siempre: “Yo fui la primera en caminar esta calle montada sobre mis tacos”.

ANA TORREJON Le gustaba jugar con la apariencia y disfrazaba su levedad. Era mucho más nostálgico, solitario y oscuro de lo que se dejaba ver.

SERGIO LACROIX Avello era el corazón artístico de las fiestas. Aunque a lo mejor no lo veías en toda la noche. Si me preguntás qué hacía, te diría: sonreír. Eso en las noches que iba.

ROBERTO JACOBY Yo le decía “la colgada”. Una vez organizó su cumpleaños y no fue. Siempre la justificación era “Ay, es que pasé por una obra en construcción...”

HERNAN CUEVAS Pero toda la movida electrónica de los noventa la empujó él.

CARLOS La gente quiere bailar porque la gente quiere tener sexo. Bailar es sexo. Por eso cuando alguien te dice: “Soy un gran bailarín”, en verdad lo que quieren decir es otra cosa. Sergio ponía música, hacía dos pasos y rajaba la tierra.

SERGIO AVELLO Desde que trabajo en Proa empecé a visitar el Museo de La Boca y me fascinaron esas pinturas hechas con espátula, recargadas de materia y con mucho barniz. Mi trabajo en Proa consiste en hacer los montajes, soy un obrero del arte. Un día estaba montando a Anselm Kiefer, cuya obra no me gustaba, pero al ver todo ese empaste, esas capas de óleo superpuestas, me agarró un nuevo amor. Me dije: “No puedo abandonar la pintura. Quiero ser uno de ellos”.

LA PARAGUAYA Empecé a trabajar con él en la Beca, que en ese entonces estaba en las Galerías Pacífico. Yo le ponía el agua, preparaba té verde, armaba los “turin”, que eran los porros. Trabajábamos de 8 a 3 AM. La Beca para nosotros era el lugar de encuentro prediscoteca. Nuestra forma de trabajar era ir robando cosas de los otros talleres. Cada tanto nos matábamos. Me decía: “Monstra, macrocéfala, salí de acá”. Y yo me iba pero siempre volvía. Era muy obsesivo. Me hacía aspirar sobre aspirado. “¿Ay, no ves las moléculas de polvo?”, me gritaba. Tardábamos tres horas en poner orden y después trabajábamos una.

HERNAN CUEVAS Pero no era un vago, eh. “Laburá, hermana”, me decía todo el tiempo.

GABRIELA VAN RIEL En 1998 vino a una reunión en la galería. Por entonces no era nadie, pero tenía tanta convicción que le dije que sí. Yo me estaba jugando el pellejo: esta muestra se salía del cauce de las muestras que venía haciendo mi viejo en Van Riel. Sergio me trajo una banda que era un despelote. Me acuerdo que en un momento Beto Bota cortó sin querer un cable de luz y Sergio dijo: “Me voy a suicidar y vuelvo”. Mi padre asomaba la cabeza y decía: “Gaby, ¿qué es esto?”. Cuando todo estuvo montado, alguien dijo: “Che, ¿y con los cables qué hacemos?”. Y Sergio dijo: “Los cables deben chorrear así a la vista, bien chorreando todo”. Tenía clarísimo el montaje. La inauguración explotó de gente. Hacía años que la galería no convocaba así. De repente me lo encuentro a Gustavo Bruzzone con una camarita. “¿Qué hacés?”, le pregunté. “Estoy filmando un momento histórico”, me dijo.

CARLOS Traia la noche en su ADN. Creía que la vida es eso que pasa cuando uno no se puede ir a dormir.

GONZALO GIL ¿Miedo? Le tenían miedo a él. No conocí persona menos indefensa que Sergio.

HERNAN CUEVAS La primera vez que lo vi, yo entraba a Bolivia, cuando veo en la calle a un tipo subiéndose al camión de Manliba con cervezas en la mano. La gente le decía: “Chau, Sergi, ¡mucha suerte!”. “¿Quién es ése?”, pregunté. “Avello”, me dijeron. Qué grosso, pensé: era la reina de Manliba.

BARBARA LA VOGUE Estábamos en La Age y Sergio me empezó a quemar la cabeza diciendo que había un chongo en la avenida Las Heras medio tumbero, que me iba a encantar. “Decile que vas de mi parte”, me dijo. Salgo del boliche re-dura y me voy para allá. Cuando llego, el pibito me invita a su casa. Me dice que vive enfrente a ATC. Cuando llegamos, me doy cuenta de que efectivamente vivía frente a ATC, pero en la calle, porque se agacha, levanta una tapa en la vereda y me hace entrar. Ya estaba jugada. Era un pozo de dos por dos. Empezamos a coger y en eso levanto la cabeza y veo colgado en la pared mugrienta ¡un cuadrito de Avello!

LA PARAGUAYA Lo que le gustaba era el poder, con eso se ponía muy cholulo. Pasar música en la fiesta de Costantini en Punta del Este le encantaba, pero podía ir del collector al clochard en un instante. Era amigo de Gustavito, “el tosca”, un pibe de Florencio Varela que debía creer que Adriana Rosenberg era una marca de cosméticos.

DR. TRINCADO Tenía un costado jodido.

ANDRES BAÑO Siempre me decía: “Lo más difícil no es encontrar a alguien a quien amar mucho, lo más difícil es encontrar a alguien a quien maltratar mucho”.

ANDRES BAÑO Era iracundo, celoso, pero todas cualidades vitales. Cualidades no vitales, tipo depresión o melancolía, para nada. Ni siquiera cuando se enfermó.

ADRIANA ROSENBERG Al principio Sergio no quería tomar el cóctel.

LA PARAGUAYA A partir del 2000 ya no iba más a discotecas, lo suyo para entonces era la calle.

MARIA AVELLO Sergio caminaba y caminaba.

ADRIANA ROSENBERG En casa tenía una cinta caminadora al lado de su cama. Se levantaba, prendía la tele y empezaba a caminar.

MARIA AVELLO Cuando hizo la muestra del Fondo me mandó un catálogo dedicado. Decía: “Mami, soy feliz”. Como a todo artista, a Sergio lo que le interesaba era la fama. Y la fama cuesta, decía la negra de la película; ¿te acordás?

GABRIELA SETTON Me acuerdo de cómo adoraba los cactus; en el último departamento que le presté había dispuesto en la terraza unos cien cactus, todos prolijamente ordenados: había un sector de nursery, otro de enfermería, otro de adultos.

HORACIO DABBAH La muestra “In Situ” se generó por falta de obra. Sergio iba y venía y faltaba poco para inaugurar y no había nada. Entonces trasladó su taller a la galería y plaf: eso fue la muestra. Ahí te dabas cuenta que la línea de su obra tiene que ver con la expansión mental.

SERGIO AVELLO Ya no me gusta la palabra “decorativo”. Si un objeto además de ser decorativo tiene un peso artístico, mucho mejor.

IOJAN (BLOGGER) “Si pasan por la puerta del Malba van a ver un monolito de siete metros de altura con luces verdes, amarillas y rojas que se prenden y apagan. Se trata de un vúmetro gigante que es una instalación realizada por Sergio Avello y se llama Volumen. Cuando pasen por ahí toquen bocina y van a ver cómo se mueve el vumetrote. ¡Es adictivo! Con un bocinazo tocado cerca de la vereda del museo, logré llevarlo al amarillo. Si se ponen de acuerdo varios autos seguramente logren ponerlo en rojo. Si lo hacen, documenten vía YouTube. Corran la voz, me imagino en unos meses todo el mundo tocando bocina cada vez que pasan por ahí. Sería bastante bizarro.”

GUILLERMINA ROSENKRANTZ En los últimos años, el sueño de la casa propia se volvió central. Persiguió el crédito del Banco Ciudad con un tesón que yo jamás le había visto. Cuando finalmente lo obtuvo, en octubre del 2009, empezó con los dolores de espalda. A los pocos días lo internaron.

MARIA AVELLO Ya no podía caminar y me decía: “No importa, mamá, ya caminé cuarenta y cinco años, ¿sabés todo lo que es eso?”.

GUILLERMINA ROSENKRANTZ En esos largos días de internación yo le leía El Gran Gatsby. Sergio estaba enamorado de Gatsby. Cada dos por tres me decía: “Ay, qué brutal este tipo, me encanta, leeme de nuevo la parte en que vuelan las camisas de seda”.

MINOU MAGUNA La última noche me dijo: “Ay, necesito refrescarme” y nos rociamos con un agua termal carísima que le habían traído de Londres.

MARIA AVELLO Y después se me murió. Un 24 de mayo.

DANIEL ONTIVEROS Lo velamos a lo Malevitch, con todos los cuadros alrededor.

ALFREDO PRIOR En el patio de la casa habían puesto los cactus. Quedaban bien, aunque no tan bien como si los hubiese instalado Sergio. Después los cactus se repartieron entre sus amigos. Yo tengo uno en el balcón y cada tanto lo saludo.

GUILLERMO KUITCA Sergio distribuyó un gusto, una estética a su alrededor. Su importancia emana no tanto de la obra sino de su actitud: un modo de trabajo con menos esfuerzo, más liviano, cero pathos. Quizá, con el tiempo, se hubiese vuelto un pintor expresionista, porque podía volver sobre sus pasos con absoluta tranquilidad. Tenía muchos reflejos. Al morir joven no vemos arco total de su obra.

DR. TRINCADO Alejandra Seeber guarda el último porro que armó Sergio. Un día de éstos nos vamos a juntar para fumarlo. Estamos esperando una señal.

BANDERA, 2004

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