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Domingo, 14 de febrero de 2016

QUIEN TOQUE ESTOS LIBROS

 Por Eduardo Stupía

A la admiración y la reverencia que habitualmente genera Luis Felipe Noé se le agrega ahora el asombro ante los dos tomos de esta obra extraordinaria. Por un lado, el volumen dedicado a su obra pictórica funciona como un ensayo de catálogo razonado, en un contexto donde es casi imposible concretar un proyecto semejante con cualquier artista. Por otro, se sabe que once años le demandó a Yuyo la elaboración de este monumental proyecto bibliográfico. Podría decirse que le insumió toda la vida. Al menos, eso es lo que se siente a poco de recorrer sus páginas. Para Noé, la existencia de estos libros y vivir han sido, y son, la misma cosa. Porque Yuyo, el memorioso, no es hombre proclive a cobijarse en la placidez de la memoria. A medida que avanzamos, acicateados por un Noé en primera persona, a través del registro documental y la sucesión de acontecimientos, obras e ideas, enhebrados en un espectáculo vibrante, advertimos que, para él, no se ha tratado meramente de recordar ni dar cuenta de lo vivido, sino de poner literalmente el cuerpo y hacer de estos libros su alter ego análogo, incesante, encendido, inclaudicable. Quien toque estos libros, tocará a un hombre.

Cuenta la leyenda que, hasta el último momento, hasta el instante mismo en que las exigencias logísticas y técnicas proporcionales a la magnitud de la empresa lo acorralaban para que no siguiera postergando el cierre de la edición, Yuyo se resistía,empeñado en que los libros tuvieran más, siempre más; más y más cosas, más y más trabajo y pasión, hallazgos y episodios. Y eso habla a las claras del sentido primero y último de estos libros, marcados por la absoluta generosidad de Noé, por su vocación de entregarlo todo. Con la mordedura temperamental de su coraje y la obstinación de su genio, no ha querido soltarlos, no ha querido dejarlos ir, hasta no estar seguro de haber vertido en ellos hasta la última gota de su inagotable yacimiento. Sin reservas ni renuncias, Noé abre las puertas de un impresionante legado, en arte y vida. Un vendaval que debió circunscribirse a la formalidad del límite físico, pero del que caben esperarse todavía más páginas.

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NOE CON MACCIÓ, DEIRA Y DE LA VEGA, BUENOS AIRES, 1963. FOTO SAMEER MAKARIUS
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