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Domingo, 30 de octubre de 2005

Quemando las naves

El desembarco de Bush en territorio argentino está lleno de delicias, ausentes de las mejores ficciones de Hollywood. Marines, francotiradores, agua mineral especial (ni que fuera Madonna). En medio de tanta fiebre, durante días circuló la versión de que Junior no dormiría en terruño argentino sino que pernoctaría en su portaaviones a segura distancia de la costa (tal como lo había hecho en Chile). Y que llegaría en helicóptero a las instalaciones del Hotel Hermitage para sumarse a las reuniones de la IV Cumbre de las Américas. La imaginería activista no perdió el tiempo. Pronto circuló en la web un plan listo para hacer cenizas (literalmente) el problema: “Miles de espejos firmemente apuntando al barco, a los aviones que sobrevuelen al barco, a la terraza del Centro de Convenciones. Enfocarles el sol en una línea vertical que barra el horizonte debajo, atravesándolo, y por encima del barco. Miles de espejos a 5 kilómetros, una mañana de sol y poca bruma, representan, si coinciden aunque sea un instante, un foco de incendio sobre casi cualquier material combustible. ¿Y si fueran diez mil? ¿Y si se usan espejos más grandes?”.

Sin embargo, a último momento, Bush cambió de idea. Por si las moscas, sacrificó el portaaviones y se conformó con alquilar todas las instalaciones del Sheraton para él y su comitiva. Y ahora... ¿qué hacer con tanto espejito reunido? ¿Servirá para incendiar un hotel internacional?

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