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Domingo, 27 de mayo de 2007

HAL 9000, DE 2001: ODISEA DEL ESPACIO

Los monstruos de la razón

 Por José Pablo Feinmann

Ninguna película de Kubrick... No, ninguna película en la historia del cine... No, ninguna película desde El séptimo sello. Sí, aunque son bastante cercanas. Pero yo recuerdo el delirio de los críticos argentinos con El séptimo sello. Uno dice “argentinos” porque sabe que vive en el país que descubrió a Bergman. Eso, ni Colón lo hizo. Ni Copérnico. Ni Emerson. Ni Einstein. Que, cada uno de ellos, descubrió lo suyo, pero no a Bergman. Cuando se estrenó aquí El séptimo sello fue el delirio interpretativo. Si Nietzsche dijo: “No hay hechos, hay interpretaciones”, aquí tuvo razón. A los dos días de su estreno, El séptimo sello no era una película, era un vértigo de interpretaciones. Con 2001, Odisea del espacio, lo mismo. Son jugarretas que hacen los directores sagaces. Pongamos cosas raras así los críticos dicen también cosas raras y el público entiende poco o nada pero dice que entendió todo aunque no sepa qué había que entender. 2001 funciona así. ¿Qué son esos monos? ¿Qué es el monolito? ¿Por qué un mono tira un hueso al aire, aparece una nave espacial y empieza a sonar algo tan viejo como ese vals de Strauss? ¿Y esa música? Es horrorosa. Ah, es de Ligeti: es genial. Pero de pronto aparece el brote insuperable de película. Una computadora asesina. Aquí sí que hay para interpretar. Otra que el Caballero jugando al ajedrez con la Muerte en el sello siete. Hal 9000 es la computadora de la nave Discovery que va en viaje espacial no me acuerdo dónde. De pronto, sus dos navegantes del espacio advierten que no funciona bien. Se reúnen en un lugar secreto y planean desactivarla. Pero Hal les lee los labios. No es que Hal sea sorda y por eso sabe leer los labios. Hal oye muy bien pero sabe leer los labios porque lo sabe todo, no ignora nada. Descubre que quieren matarla. ¿Qué historia, no? El Hombre en este rincón. La Técnica en el otro. La Técnica sabe que el Hombre quiere matarla. La Técnica se defenderá. (Esta es la interpretación que se me ocurre hoy. Mañana no sé.)

Para poder asesinar a Hal hay que verificar una unidad exterior: la AE-35. Uno de los astronautas, de nombre Poole, sale de la nave. Hal lo arroja hacia los abismos del espacio. Mata a Poole. Hal es una computadora asesina. La Técnica mata. El Hombre muere. Bowman queda solo frente a Hal. Pero afuera del Discovery. Le ruega a Hal que lo deje entrar. Inútil. Bowman ruega. El Hombre se humilla ante la Técnica. “Hal, dejame entrar. Por favor, Hal. No me dejes en el espacio. Quiero entrar.” Hal responde que no, que la misión es muy importante y no puede ponerla en peligro por la mera vida de Bowman. Así que decide despedirse de él y secamente le dice “Adiós”. La Técnica triunfa sobre el Hombre.

Pero Bowman logra entrar en el Discovery y hasta logra desconectar a Hal. La muerte de la computadora-monstruo es una agonía verbal, ya que Hal no deja de hablar en tanto expira. “Oye, Dave Bowman, estás un poco alterado... Debieras tomar una pastilla y sedarte...” Pero Bowman sigue arrancando cables y cablecitos y Hal sigue muriendo y hablando: “Dave... No lo hagas... Estás destruyendo algo valioso: mi mente. No lo hagas... Tengo miedo”. ¿Puede una máquina tener miedo? ¿Qué es Hal? Su muerte nos apena. Bowman se ve cruel. Iluminada por las luces demoníacas de Hal su cara tiene tintes rojizos, sus ojos se alteran, su mirada asusta. Bowman nos da miedo. Hal nos produce pena. El Hombre mata a la Técnica. Su crueldad es mayor. O sea: la Técnica quiso matar al Hombre pero olvidó algo. El Hombre es la criatura más destructiva de la Creación. Hal muere. Y hasta se despide con dignidad: “Buenas tardes, caballeros”.

Buenas tardes, caballeros.

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