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Domingo, 6 de octubre de 2002

Cossa Nostra

POR NANNI MORETTI

No nos perdamos de vista. Ahora que nos reencontramos, sigamos en contacto. Nosotros, los ciudadanos, podemos hacer política, podemos hacerla con placer y podemos hacerla cada uno según sus propias ideas, pero permaneciendo unidos. Hoy acá estamos unidos. El 31 de julio estábamos frente al Senado: nuestra manifestación, esta manifestación, nace de ese día, cuando según el gobierno la ley Cirami parecía ser el asunto más urgente para el bien del país. Ese día ahí, en el Senado, por primera vez se alternaron para hablar senadoras y senadores de la oposición y representantes de diferentes movimientos. Los parlamentarios por fin hacían una oposición seria y nosotros, los electores, estábamos afuera, dándoles coraje y fuerza para las futuras batallas. Los representantes de la mayoría parlamentaria hablaron de un asedio salvaje; pero no hubo ningún asedio. Estábamos ahí para defender a las instituciones a las que esa mayoría estaba humillando puertas adentro.
Asedio salvaje... Lo más violento que vi fue un amigo mío que le gritó al ministro de Justicia Castelli, de la Liga del Norte, cuando pasaba su auto. También dijeron que somos extremistas. Nuestro movimiento viene demostrando intransigencia, sí, pero dentro de los principios fundamentales de la democracia. Somos moderados, pero eso no significa que seamos pasivos, que nos acostumbremos a las peores anormalidades italianas, que aceptemos vivir con estos hábitos. Queremos a la Constitución, y como moderados primero quedamos perplejos, luego horrorizados, después enfurecidos por lo que está pasando en Italia. Yo mismo, después de las elecciones de mayo del 2001, me había resignado a esta Legislatura, a cinco años de un terrible gobierno de centroderecha, porque a la vez pensaba que la situación era menos mala que en el ‘94; más política, más democrática. Y en cambio demostraron ser más arrogantes e incapaces de lo previsto. Más descarados a la hora de secundar los intereses personales de Berlusconi y de algunos de sus amigos. Pero también había algo a lo que no me había resignado: a ver cómo hacían pedazos la Constitución, que es en este momento una mina preciosa para extraer recursos a la hora de la convivencia democrática.
En el contrato que Berlusconi firmó por televisión con los italianos nunca figuró la ley sobre la repatriación de capitales previamente exportados ilícitamente al exterior, como no figuraba la ley para despenalizar el falseamiento de presupuesto ni la ley que dificulta los exhortos internacionales. Los italianos votaron a Berlusconi persiguiendo un sueño y se despertaron con pesadillas. La nota dominante de este gobierno es la oscuridad, la inseguridad, la debilidad. Nosotros queremos ser la fuerza de la tranquilidad, queremos defender las instituciones democráticas. En mi ingenuidad un poco torpe, durante estos años creí que antes o después Gianfranco Fini (ex fascista) se autonomizaría de Berlusconi. Pensaba: ya está, ahora va a decir algo opuesto a Berlusconi, porque al menos debe tener alguna noción de lo que es el Estado. Ya está, ahora va a decir algo sobre el conflicto de intereses o sobre la ley antimonopolios de la que Berlusconi consiguió escurrirse. Pero evidentemente no entendí nada. No entendí que con cinismo, manteniéndose a la sombra de Berlusconi, Fini lo estaba usando políticamente para conseguir algún pedacito de poder. Subestimé políticamente a Fini, justamente porque lo había sobrevalorado moralmente. Pero, ¿valía la pena dedicar toda la vida a la política, la energía, el tiempo, el esfuerzo para volverse democrático? Tironeos, discusiones, peleas, rupturas. Toda la vida para convertirse ni siquiera en el único sino en uno de los tantos “sí, señor” de Berlusconi.
¿Cómo se puede decir –como lo hizo Berlusconi– que una manifestación es “inconveniente”? ¿De qué está hablando? “Inconveniente”... y se ríe. Cuanto más inseguro, más se ríe. Pero, ¿por qué se ríe? Si no hay nada de que reírse. Nosotros no estamos haciendo una manifestación “inconveniente”sino hermosa: alegre, pacífica, combativa, que parte de la exigencia de que la ley sea igual para todos. Pero hoy no queremos que se hable sólo de justicia. Y en ese sentido, ¿qué pasó en todos estos años que recién ahora pedimos que “la ley sea igual para todos”, cuando en los hechos ni siquiera lo era antes de la ley Cirami? ¿Qué pasó en todos estos años que tenemos vergüenza, como incluso yo la tengo, de recordar una simple verdad por miedo a convertirnos en demagogos y ordinarios: la verdad de que nuestra justicia es una justicia de clase, y que frente a la ley un inmigrante no es igual a uno de nosotros? Por eso hicieron bien quienes nos criticaron por nuestra distracción culpable durante la aprobación de la ley (antiinmigratoria) Bossi-Fini. En estos meses me preguntaba por qué tanto nerviosismo por parte del gobierno con nuestro movimiento, todas esas bromas tontas que tuvimos que aguantar sobre los girotondi, que no hacían reír a nadie. Y después entendí que existen al menos dos motivos: el primero es que con nuestra libertad de pensamiento, con nuestra autonomía, desligada de cualquier lógica partidaria, con nuestras críticas a la cúpula de la centroizquierda, les dimos energía, fuerza, coraje a la izquierda y centroizquierda, y esto, naturalmente, generó mucha molestia.
El segundo motivo es que a través de nuestras manifestaciones conseguimos hablar y comunicarnos con una parte del electorado de centroderecha. Y no quiero usar la expresión desagradable y un poco racista de “electorado bien” u “honesto” de centroderecha. Lo que digo es que les hicimos recordar a los electores menos perezosos de la centroderecha que los principios fundamentales de la democracia no son sólo de una parte del electorado sino que involucran a todos los ciudadanos. El monopolio de la información, el tema de la justicia, la escuela pública, la salud, son temas que atañen a todos. Hoy estoy feliz de que en esta plaza haya personas que votaron a la centroderecha y personas que nunca, nunca, habían ido a una manifestación. Así que es cierto que podemos coincidir con electores que son distintos de nosotros sin alejarnos de los valores democráticos, ni andar a tientas hacia un fantasmal centro político. Con los valores no se pierden votos. Al contrario. Por eso les rogamos a los dirigentes de la izquierda y centroizquierda: discutamos, discutan, pero asuntos concretos. No pierdan tiempo peleándose por nada. Discutan de política, de guerra y de paz, de si es o no necesario un referéndum, discutan los derechos de los trabajadores, los servicios públicos, la forma más eficaz de hacer oposición y de cómo ganar las próximas elecciones. Pero dejen los caprichos. Dejen de perder tiempo con esas continuas y agotadoras luchas personales en el vértice del poder. Siglas partidarias, recelos, rivalidades, despechos que no nos importan nada.
Sí, seguiremos delegando nuestra representación en los partidos, pero en vistas de que estamos un poco más despiertos, nuestra delegación no será siempre un cheque en blanco. Y como parece que a la izquierda italiana en cada siglo le llega su oportunidad, si en este siglo le toca más temprano que tarde, ojalá que sea dentro de pocos años y esta vez hagan, por favor, una ley sobre el conflicto de intereses entre lo público y lo privado. Y después, por favor, hagan una ley antimonopolios seria, pero no contra una persona: una ley válida para todos, y por ende para la democracia. En la izquierda hay algunos que piensan que es demasiado grosero y vulgar recordar que el jefe de Forza Italia tiene tres cadenas de televisión, y que eso tal vez pueda darle una pequeña ventaja frente a sus adversarios e, incluso, frente a sus aliados. Pareciera ser una consideración banal. Televisión, y además diarios, y además radios... Yo sólo doy mi opinión. A mí, como ciudadano, como telespectador, no me interesa que haya una red de medios de izquierda. No creo que a una facción de derecha deba contraponerse una facción igual pero de izquierda. Yo quisiera que haya información independiente dentro de una televisión y una radio decentes.¿Tanto miedo les da la cultura? ¿Qué temor les producía Radio 3, qué necesidad había de desmantelar una red tan bien hecha y con tanta audiencia? Y después Berlusconi dice que la izquierda no es democrática. Primero debería aprender qué es la democracia. Y seguramente algo podría aprender de la misma izquierda italiana. Por eso lamento que, moribundo como está desde hace años, el Partido Comunista italiano no haya sabido hacerle entender al país que su historia tenía más en común con la desarrollada región de Emilia-Romagna que con la Unión Soviética.
Berlusconi no está en contra de la democracia. Berlusconi es otra cosa. Es ajeno a la democracia. Es íntimamente ajeno porque se trata de algo que no conoce, que no entiende y que para colmo le hace perder un montón de tiempo.
Una última cosa. Me preguntan –yo mismo me pregunto– por qué organicé todo este movimiento en estos meses. Porque la situación se volvió demasiado seria para simular que no pasa nada. Y porque si el día de mañana el hombre más parcial que está actualmente en circulación, ese que diariamente ofende a la mitad de los ciudadanos italianos, se convirtiera, Dios no lo quiera, en presidente de la República, y por lo tanto de todos los italianos, entonces mañana, reflexionando sobre este momento, si hoy no hubiese hecho nada, me sentiré demasiado avergonzado.

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