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Domingo, 6 de enero de 2008

Jugando de local

El impacto de Simone de Beauvoir en Argentina

 Por Mabel Bellucci

En noviembre de 1954, aparece El segundo sexo en Argentina. La editorial Siglo XX lo publica, el dramaturgo Pablo Palant lo traduce y la edición se propaga a lo largo del mercado iberoamericano.

El trabajo que realicé en el año 1999 consistió en dieciocho entrevistas a mujeres y hombres del mundo de la cultura y de la política de izquierda, y del acervo del feminismo histórico compuesto por liberales, católicas y de la progresía. Los testimonios recorrían interrogantes sobre las primeras lecturas de El segundo sexo en Buenos Aires: cómo y cuándo llegaron al libro y a su autora, y cuáles fueron sus efectos posteriores en el pasaje de lectores individuales a sujetos colectivos.

De acuerdo a los testimonios de los dieciocho entrevistados, llegan a El segundo sexo por diferentes caminos: curiosidad personal, asesoramiento de un librero, consejos de una amiga o incondicionalidad a la pluma de Beauvoir como a la de Sartre.

En general distinguen a Simone por su trayectoria más convencional, omitiendo las múltiples facetas de nuestra autora.

Ante todo, la conocen por su obra consagrada, su literatura y por sus singulares relaciones amorosas. En menor medida, la vinculan con el existencialismo francés y casi nadie con el marxismo.

En cuanto a las integrantes avezadas del feminismo telúrico, la mayoría toma contacto con El segundo sexo en los inicios de los sesenta, mientras que una minoría lo lee apenas publicado en Francia. Todas disponen un perfil clásico de la época, universitarias, profesionales destacadas, autodidactas y también alguna que otra obrera.

Muchas de las entrevistadas fundan o intervienen en las primeras agrupaciones setentistas: La Unión Feminista Argentina (UFA) y el Movimiento de Liberación Femenina (MLF). Hay unanimidad en considerar El segundo sexo como lectura alentadora para cimentar aquellas organizaciones inaugurales.

Ellas se vinculan con la obra de Simone en dos etapas. Por un lado, hacia fines de 1950, unas pocas, en soledad, en un clima de catacumbas. Por el otro, a partir de los setenta, la discuten en los grupos de estudio y de autoconciencia.

Su gravitante influencia, al menos, forja dos generaciones de activistas feministas locales, no obstante, Simone debe compartir su estrellato y oráculo ideológico con tallas provenientes de Estados Unidos, Italia y del mundo anglosajón.

Pero no todo fue encandilamiento. Ciertos testimonios dan cuenta de controversias. Por ejemplo, una cantidad de activistas de izquierda, por fidelidad al posicionamiento de sus partidos, omiten el otro universo de Simone: su compromiso con el existencialismo, el feminismo.

Las seguidoras argentinas de la época no son marxistas sino de cuño liberal y progresista. No falta un sector medio, ansioso por estar à la page. La francomanía es el toque distintivo de nuestra intelligentsia.

En estos confines, encontrarse con Simone y descubrir El segundo sexo significó una divisoria de aguas. Su éxito estaba asegurado como escritora, feminista e intelectual pero no así como una referente significativa de la nueva izquierda.

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