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Domingo, 26 de enero de 2003

POR SAMIRA MAKHMALBAF

En mi film quería hablar de las amenazas a las que se expone una niña oriental a causa de un acontecimiento que tiene lugar en Occidente. Quería mostrar que la destrucción de las dos torres en una ciudad occidental podía provocar la destrucción de varias ciudades en Oriente. Quería mostrar cómo un pueblo que no tenía ninguna responsabilidad en la destrucción de las Torres y ni siquiera conocía su existencia podía, por obra de los acontecimientos, perderlo todo y ser privado de todo. Fui a Afganistán cuando el país estaba todavía bajo las bombas y vi las salas de cine locales, cerradas durante años, que volvían a funcionar, aunque de manera rudimentaria. Eso me hizo feliz e inmediatamente comencé a trabajar en el film.
Voces diferentes se elevan en todas partes del mundo. Incluso si los ruidos que producen los satélites no permiten escucharlas suficientemente bien, queda claro que una nueva generación se esforzará para sintonizarse con esas voces y reflexionar profundamente sobre los silencios que se insinúan entre ellas. No espero que un film como 11’09’’01 tenga un efecto tan grande e inmediato como el de la BBC y la CNN durante una sola noche. Sin embargo, creo que este film afectará la opinión pública de manera lenta, pero indeleble. Si el concepto de guerra se funde sobre el monólogo y el pensamiento único, la paz pasa por la afirmación de una gran cantidad de pensamientos y por el diálogo entre ellos.
Cada vez que pienso en el tema de la mundialización, me pregunto qué significa la expansión de los medios de comunicación y qué nos aportan éstos. ¿Alcanzarán todos los países el mismo nivel de vida, el mismo equilibrio y la misma justicia? Pero me aterrorizo cuando veo el estado de un país como Afganistán. Cuando veo que gracias a la TV la imagen del derrumbe de las dos Torres puede ser enviada al mundo entero de manera simultánea y suscitar de todas las naciones impulsos humanitarios aunque sea por un momento –porque cada uno siente que su casa ha sido destruida–, entonces me pregunto por qué un país como Afganistán existe sobre la Tierra y nadie presta atención a los dramas y las agonías de su pueblo. Hay aún países cuyas imágenes no son vistas y cuyas voces no son oídas, como si no hubiera lugar para ellos en este vasto universo. A pesar de la mundialización, numerosos países permanecen desconocidos; cuando uno los presenta con ese medio que se llama cine, parece un mundo surrealista.

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