radar

Domingo, 6 de junio de 2010

MARADONA VUELVE A LOS MUNDIALES

El balón de Aquiles

 Por Juan Ignacio Boido

Vuelve el Mundial y con este Mundial, Maradona vuelve. Si es cierto que el deporte ha reemplazado al combate como semillero de ídolos nacionales y culturales, y los deportistas han reemplazado así a los guerreros (hace poco una publicidad de Nike mostraba a diferentes futbolistas atándose diferentes botines bajo el slogan “Elige tu arma”), no es difícil creer que Maradona ha sido una suerte de Aquiles contemporáneo: un Aquiles que ha ganado una guerra él solo (México ’86), un Aquiles que ha recibido los flechazos de la infiltración en el tobillo (Italia ’90), un Aquiles a quien no han matado pero sí han cortado las piernas (EE.UU. ’94). Un Aquiles cuyo nombre –años que parecen siglos después de haber ganado su guerra y perdido sus piernas– sigue siendo pronunciado con reverencia y admiración, como invocación de una divinidad que alguna vez pasó por esta tierra –por estos campos de batalla, por estas canchas– y contra quien se miden y se hunden todas las leyendas.

Pero mientras Aquiles tuvo su Homero (“los griegos que llamamos Homero”, decía Borges de aquellos poetas orales que narraban leyendas que pasaban de generación en generación y que cada uno perfeccionaba según su conveniencia y talento) y su ira descansa en paz, lejos de gozar de la posteridad y de la fama, Maradona –a diferencia de tantos jugadores míticos cómodos en sus trajes de managers, incluso de tantos rockers capaces de poder seguir cantando sus viejas glorias– ha mostrado ser un alma encerrada en cuerpo impotente, condenado al paso de tiempo, al fútbol de salón, al ramalazo de pasado haciendo jueguito con una pelota de tenis, una pelota de golf, una pelota de ping pong, un bollo de papel. Pocas veces el mundo pudo ver a alguien bendecido con el don de hacer algo como nadie y la maldición de no poder hacerlo más. Pocas veces el mundo debió ver como con él a alguien haciendo jueguito con su propio papel hecho pelota.

Alguna vez pareció que Guillermo Coppola sería un poco el Homero de Maradona, contando historias prodigiosas en aldeas africanas, en palacios árabes, en cortes imperiales, en recepciones vaticanas, en garitos napolitanos, en el corazón de noches blancas y en las bóvedas de joyerías petroleras, historias que encerraban el instante en que tradiciones centenarias, creencias ancestrales, dogmas capitales, se quebraban con tal de ver ante sus ojos el fulgor del rayo misterioso, del barrilete cósmico, de la mano y el hijo de Dios sobre la Tierra. Pero al final, peleado con Coppola, condenado a la vida y al retiro, fue Maradona quien contó y cuenta su propia historia a través de esos Homeros que llamamos Medios. A cada paso, Maradona acuña una sentencia que serviría de título para cada capítulo de su vida. Y ahora, bajo el agitado suspiro de guerra de “Sigan mamando”, Maradona vuelve a los mundiales, y vuelve a lo Maradona. Y este regreso es –sobre todo– un regreso rodeado de pistas y correspondencias como sólo los libros largos y las largas sagas pueden plantar a lo ancho de sus tramas. Para los supersticiosos, Maradona vuelve en un partido contra Nigeria, el mismo país contra el que jugó su último partido en un Mundial por el doping del ’94. Para los conspiranoicos, vuelve usurpando el pasaje que le correspondía a Basile (a quien le había conseguido un pasaje similar en una rentrée épica a la Selección para el repechaje de la clasificación agónica del ’94). Para los internistas, vuelve tras el reemplazo sonado del gran referente anterior (Riquelme ahora, Passarella en el ’86). Para los resultadistas, vuelve tras otra clasificación agónica y envuelta en sospechas tácticas igual que con Bilardo ’86. Y para los amantes de las secuelas, los esperanzados, los optimistas y para él mismo, Maradona vuelve –Maradona dixit– con su Maradona. (Tal vez no haya que pensar que vuelve con la joven estrella del Barcelona, porque eso nos llevaría a su paso por el club catalán y al Mundial ’82 en vez del ’86, que es al que todos quieren en realidad volver.) Este Mundial, Maradona vuelve con Messi. Este Mundial, Maradona espera que le dé positivo el doping de Messidona.

Este Mundial, Maradona aspira a algo nuevo: aspira a dejar atrás la Ilíada, a dar la vuelta completa, a dar la vuelta de nuevo en su Odisea: el regreso a casa tras mil y una aventuras. Y para Maradona no hay mejor casa que un Mundial. Pero para eso, la condición es una: demostrar que puede dejar de ser un Aquiles sin piernas y convertirse en un Ulises con cabeza. Si el guerrero –dicen los especialistas deportivos– puede dar paso al estratega. Si tras años de Riquelme y Burrito Ortega, puede hacer de Messi su caballito de batalla, si puede construir con él su caballito de Troya.

Buena suerte con eso.

Vamos, vamos, Argentina.

Maradó, Maradó.

Volveremos, volveremos.

El que no salta, es lo que es.

Mientras tanto, sólo nos queda encender los plasma marca Homero y dejarnos sitiar por la Guerra Mundial bien munidos de unas cuantas bolsas de M&M.

Compartir: 

Twitter

SUBNOTAS
 
RADAR
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.