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Domingo, 6 de junio de 2010

FRANCIA ’98: ANFITRIONES Y CAMPEONES

Petit memorial

 Por Angel Berlanga

Francia-Italia, cuartos de final del ’98, últimos minutos de los 90 reglamentarios. Juega lindo ese equipo francés, sobre todo por Zidane, un tipo con habilidad, imaginación, osadía. Con los italianos acovachados contra el arco, casi resignados a ni siquiera contraatacar, los franceses generan jugada tras jugada de gol: la cosa parece inminente. Nuevo ataque por la derecha (creo), a mucha velocidad, con los tanos mal parados; uno, incluso, está tirado en el piso, lastimado, o aparentemente lastimado. Y entonces el volante Emmanuel Petit, que tenía para encarar con peligro al área, la saca al lateral. Para que atiendan al caído.

Qué se olvida, qué se recuerda, por qué. Es siempre muy curioso eso, cómo se va construyendo la memoria, el aluvión que se descarta. Del ’78, por ejemplo, tengo presentes los festejos por la principal del pueblo, Santa Teresita, y la final en colores en el televisor del Viento Loco, repleto. Pero el recuerdo más fuerte es la lluvia gris sobre la pantalla de casa durante el 6-0 a Perú: nos habíamos resignado a dejar de intentar orientar una antena gigantesca que, de acuerdo con los caprichos del clima, pescaba o no (casi siempre no) imágenes de los canales de Mar del Plata o, mucho más raro, de Buenos Aires. La voz de Muñoz y, cada tanto, lo que podía ser Tarantini esbozándose por un segundo en la grisura.

Lo de Petit suena a cuentito infantil, sobre todo porque luego Francia vencería a Italia por penales y más luego ganaría el campeonato. Aquel toque al lateral de este mediocampista fue elegancia pura, poesía, y excede al resultado posterior: el fútbol está repleto de accidentes burdos. Pero, la verdad, no sé si recordaría esto de no haber ganado Francia. Y es de lo poco que recordaba de ese Mundial.

Hasta hace un par de días, sin ir más lejos, hubiera apostado que el resultado de la final había sido Francia 2, Brasil 0; pesqué de casualidad los últimos minutos de ese partido en un canal de cable y me enganché a verlo, como para ir precalentando. Zidane había hecho los dos goles, de cabeza. Corner para un Brasil, diríase ya resignado: rechazo de la defensa francesa y contragolpe. Tiempo de descuento, el marcador ya es holgadísimo, pero los tipos se lanzan con ganas. Veo a Petit que pasa a toda máquina mientras la pelota deriva a la izquierda y luego lo veo recibiendo en el área y cruzándola rasante de zurda: 3-0.

¿Cómo pude haber olvidado este golazo y, a la vez, retenido aquel toque al lateral? Enigma del reino animal, quizá vinculado con aquellos tiempos de menemismo puro. Por un momento se me cruzó la idea de volver al psicólogo, pero mejor me anoto en algún campeonato de fútbol 5.

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