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Domingo, 23 de septiembre de 2012

> ALBERTINA CARRI: DEL CINE A LA TV

Mujeres entre pares

Al comienzo de Los rubios, una chica que está haciendo su primera película llega a una casa de un barrio cualquiera –pero no, porque es único y es el único donde alguien puede decirle cosas sobre esa parte de su pasado que transcurrió en la casa vecina– y le toca la puerta a una señora para preguntarle si se acuerda de la familia que vivía al lado. La señora es reticente, no quiere hablar, pero sí le pregunta cómo se llama: se acuerda de Albertina. En el primer capítulo de 23 pares es el personaje de Daniel Fanego el que hace un trayecto parecido, anda con una foto viejísima en la mano y lo que busca es renovar la identidad que hasta el momento llevó por el mundo, ahora que sabe que es adoptado. Se trata de dos maneras de poner en escena, con casi diez años de diferencia, esa parte de la experiencia vital de Albertina Carri como hija de desaparecidos que la llevó a desarrollar una sensibilidad particular por lo que dice la sangre: “El ADN o lo que está en la sangre funciona como metáfora del legado con el que una llega al mundo, es de alguna manera el lugar en que te pusieron, como un punto de partida, como materia prima que sirve para modelar el lugar en el que querés estar, el lugar propio, la propia identidad. La distancia entre ese punto cero y ese otro punto que nunca es de llegada porque siempre se está construyendo, es la búsqueda de 23 pares”, dice Carri.

Sin embargo y a diferencia de aquella primera película, donde la figura de Albertina aparecía desdoblada entre una protagonista que buscaba reponer la historia de sus padres (interpretada por Analía Couceyro) y la directora que registraba la búsqueda, que ordenaba el material y preguntaba, reflexionaba, hasta se cuestionaba, acá Albertina Carri aparece corrida del centro de la escena. Porque la apuesta ya no es a un cine de tipo autoral, plasmado por ejemplo en el modo personalísimo de Carri de filmar el sexo en películas como La rabia, sino que el juego se redefine en el traspaso al medio televisivo: “En la serie hay una apuesta al relato en sus términos más clásicos: se cuentan historias, diversas, que nos llevan cada una a su propio género, desde el policial a la comedia, pasando, inevitablemente, por el drama, sin temerle a la historia de amor, formando así una épica que por supuesto tiene a sus heroínas tan bien elegidas como inesperadas”. Es que efectivamente, no sucede todos los días que un proyecto como 23 pares sea escrito, dirigido y protagonizado mayormente por mujeres, ni tampoco son esas mujeres el tipo de heroínas que en otras producciones suelen acompañar el protagonismo de los hombres. Las de Carri, como ella misma lo señala, “son mujeres maduras, desaliñadas, luchan por la justicia, como en el comic, pero también defienden su goce. Y no están solas, fundan lazos solidarios, su propia familia de pares”. Por eso aunque el nuevo unitario tenga líneas de continuidad con la obra de Carri como cineasta, también abre un nuevo espacio, un modo nuevo de trabajar con lo biográfico: “Para mí, rodar esta serie es también una lucha por mi propio goce, como en todos mis trabajos, el relato se subleva y a pesar de tener tantos puntos de contactos con mi propio camino, ya no me pertenece”.

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