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Domingo, 10 de marzo de 2013

LOS DIBUJANTES EN EL CAMPO

Antes de embarcarme en Maus me puse a buscar material que pudiera ayudarme a visualizar lo que tenía que dibujar. Las escasas colecciones de dibujos de supervivientes o reproducciones de arte superviviente que cayeron en mis manos fueron esenciales. Aquellos dibujos significaban volver al dibujo no por la posibilidad de imponer el yo, de encontrar una nueva función para el arte y el dibujo tras la invención de la cámara –conmemorar, testimoniar y guardar información– a lo que se refiere Goya cuando dice: “Yo lo vi”.

Hay un momento en el libro en que Vladek dice que en Auschwitz no tenían relojes. En su mayoría, tampoco tenían cámaras. Así que nos quedan los restos, las ruinas que Claude Lanzmann criba sin fin en Shoah. Existían algunas fotografías contemporáneas, pero la mayor parte de lo que sucedió no se fotografió.

En realidad, no hay muchas fotografías de cómo golpeaban a los internos. Pero sí dibujos de lo que les pasaba realizados por gente que fue apaleada. Y tales dibujos son de una habilidad y una maestría que va desde lo primitivo –gente sin prácticamente ninguna formación gráfica– a obras de artistas verdaderamente dotados que en Auschwitz tenían incluso acceso a materiales artísticos.

Algunas de las obras que encontré, a menudo anónimas, me ayudaron simplemente a comprender, pongamos, el aspecto de los barracones. Un dibujo, por ejemplo, muestra a un kapo golpeando a un prisionero. Así ves que lo golpea con un palo mientras en el fondo hay prisioneros obligados a presenciarlo en cuclillas y con los brazos en alto hasta acabar agotados, y todo ocurre delante de unos barracones típicos de Birkenau. Ofrece información suficiente para comparar zapatos de madera y de cuero, para saber cómo eran las insignias de los uniformes. Es un dibujo muy convincente y además muy conmovedor porque no está bien dibujado. Y solo cabe imaginar las penurias por las que pasó el artista para enterrar el dibujo en algún sitio y que no lo pillaran con algo que podría haberle supuesto la pena de muerte.

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Un dibujo de El libro de Alfred Kantor, un adolescente que sobrevivió a Terezín y Auschwitz, donde dibujaba lo que veía. Aunque destruía la mayoría de los dibujos, los reprodujo en un campo de refugiados al terminar la guerra y luego los publicó.
 
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