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Jueves, 27 de septiembre de 2007

CULTURA / ESPECTáCULOS › EXPOSICION EN EL MUSEO DE LA MEMORIA

Rastros y miradas del padre

María Soledad Nívoli visitó cada sitio fotografiado por su padre desaparecido -un cordobés que estudió en Santa Fe- como una forma de recapturar su mirada, treinta años después.

 Por Fernanda González Cortiñas

"Busqué entender la desaparición de mi papá de muchas maneras. Muy tarde comprendí que persiguiendo las huellas de su muerte había olvidado buscar las de su vida: la cadencia de las palabras, los gestos fugaces...". La historia de María Soledad Nívoli es una más..., una más en treinta mil. Pero a diferencia de algunos, y como otros, ella decidió contarla.

Soledad tenía cuatro meses cuando su papá, Mario, un ingeniero químico cordobés de 28 años, fue secuestrado y desaparecido por un comando paramilitar. Ni ella, ni su hermano ni su mamá, volvieron a verlo con vida. Sin embargo, en esa silenciosa batalla de los que no se resignan a lo irresignable, de los que no olvidan ni perdonan, de los que a pesar del paso del tiempo continúan buscando una explicación para tanto horror, hace tres años Soledad se volvió a encontrar con él.

"Cuando éramos chicos con mi hermano jugábamos siempre con una caja con diapositivas. Pero como no teníamos proyector, no sabíamos muy bien qué eran esos cuadraditos de plástico. En 2004 alguien se ofreció a prestarme uno y por fin vimos, lo que había allí: eran fotos de mi papá, no fotos de él, sino tomas que él había hecho en distintos viajes y que nunca habíamos visto. Pero luego de verlas y volverlas a mirar, me di cuenta de que lo que había ahí era otra cosa, a lo mejor más importante: en esas fotos estaba su mirada".

A partir de este hallazgo y de esa posibilidad, la de "mirar con sus ojos", Soledad llamó a un amigo fotógrafo, Gustavo D'Assoro, y desplegando un gran mapa rutero reconstruyó el itinerario vital de Mario. En un periplo de casi dos años, que comenzó como indagación y devino viaje introspectivo, acompañada por Gustavo, Soledad visitó cada sitio fotografiado por Mario y allí intentó recapturar su mirada, treinta años después.

"Mi papá nació en Ucacha. Cuando cumplió 18 se fue a estudiar a Santa Fe. Ahí empezó a militar políticamente. Después de sufrir un atentado a manos del Comando Anticomunista de Litoral, se fue con mi mamá a vivir a Concordia --cuenta Soledad--. A partir de las fotos de algunos de esos lugares, que habían sido importantes para él, me gustó la idea de volver a hacer ese circuito intentando encontrar algunos de esos rastros de su vida".

Claro que en algunos casos, la experiencia marcaría un antes y un después en la historia familiar. "Durante el viaje pude conocer, por ejemplo, a la última persona que lo vio con vida, en La Perla. El nos confirmó que a mi papá lo habían matado tres días después de su detención. Hasta ese momento nosotros no sabíamos si estaba muerto", explica.

Con todo ese material fotográfico y emotivo Soledad decidió confeccionar un pequeño homenaje a su padre, un ensayo documental que se convirtió en muestra, y se expuso en la Facultad de Psicología de la UNR --donde ella da clases--, el 24 de abril de este año, día del cumpleaños de Mario.

A modo de grilla, la exposición --que desde ayer se puede visitar en el Museo de la Memoria (Av. del Valle y Callao)-- ubica de manera horizontal las fotos de Mario. Debajo de cada una de esas tomas, desteñidas por el paso del tiempo y la humedad, se ubican las variaciones actuales: una mirada nueva de aquéllos mismos paisajes que eligió Mario, y que hoy su hija revisita con él.

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Mario tenía 28 años cuando desapareció.
 
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