Martes, 30 de octubre de 2007 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › ECHAGUE, ELIZALDE, GOÑI, LEZAMA Y USANDIZAGA
Excelente muestra colectiva de dibujos de cinco artistas plásticos rosarinos. La exposición termina mañana.
Por Beatriz Vignoli
Bost Euskaldun Burugogor, en euskera, el idioma del País Vasco, significa: cinco vascos empecinados. Y eso, vascos y empecinados, es precisamente lo que dicen ser desde el título de su excelente muestra colectiva de dibujos los cinco artistas plásticos rosarinos que exponen hasta mañana miércoles en la Biblioteca Argentina (Pje. Alvarez 1550): Rubén Echagüe, Rodolfo Elizalde, Gustavo Goñi, Maggy Lezama y Julián Usandizaga. La muestra, auspiciada por el Centro Vasco Zazpirak Bat, se inauguró el 3 de octubre, en el marco de la Semana Nacional Vasca.
El euskera, según filólogos y lingüistas, es un idioma europeo cuyas raíces no pueden rastrearse en ninguna lengua clásica conocida. Existe en el mapa de Babel como una roca autónoma. De la misma forma el dibujo, podría decirse, lleva adelante en el tiempo y en el espacio un trazo que es como la huella digital de cada dibujante. Y es eso lo que se respira bajo la luz natural que entra por el frente acristalado de la Biblioteca: un sentido distinto del tiempo, que hoy esta ciudad parece haber olvidado. Los minuciosísimos dibujos que Maggy Lezama elabora en mina de grafito 0.5 trazan los ricos detalles de mundos imaginarios, poblados por figuras míticas que encarnan la integridad y los poderes del self, el yo más arcaico y profundo. Deidades aladas, o un rostro de mujer unido mediante oníricos hilos a símbolos de maternidad, hablan del dibujo como una forma de meditación que exige una suspensión del tiempo tal como lo entiende esta época. En ese estar fuera del tiempo que es dibujar, el yo profundo se sana y regenera: eso parece decir la serenidad de esos rostros (¿autorretratos?) que irradian soberanía y libertad. Pero la sensación de estar fuera del tiempo dibujando es en realidad lo contrario: es estar adentro del tiempo, habitando un puro presente feliz.
Es así que Rubén Echagüe se permite un virtuosismo gráfico y un juego compositivo musical que hace valer los vacíos como silencios. Con sólo una birome negra, en finos papelitos, evoca la curiosidad sexual infantil que nunca se ve satisfecha, ya que al abrir los libros prohibidos no encuentra sino metáforas de metáforas de metáforas. Dibujando, Echagüe es un adulto que juega a que no sabe lo que sabe. Y en ese 'como si' hace aparecer símbolos del saber y de la escritura (números, plumines) que son a la vez parodia y encantamiento. Como escritor y como director de la Biblioteca también participa en esta muestra, reivindicando el dibujo como insistencia. O resistencia. Su divisa, "gutta carva lapidum" (la gota horada la piedra) también puede leerse como alusión al acto de dibujar, mágica autorreproducción lineal de un punto.
Así como fragmentaria, lúdica y barroca es la obra que presenta Echagüe, así de contundente es la del maestro Julián Usandizaga. Ensayista visual, dibujante que piensa en imágenes, Usandizaga no sólo ha formado generaciones de artistas desde su taller independiente sino que ha denunciado en su obra las condiciones sociales, económicas y políticas que atentan contra la libertad y dignidad humanas. Luciendo su ya proverbial oficio, presenta aquí un autorretrato en tres tiempos que, leído de izquierda a derecha, alerta metafóricamente sobre los peligros actuales de una cultura autoritaria, ya sea de masas o de élites, que aplasta la identidad singular.
Rodolfo Elizalde también insiste: dibuja la naturaleza del natural, y en esa aparente redundancia el artista celebra la vida en la medida en que acata la gratuidad de lo dado. Los troncos y los follajes de los árboles, en sus apuntes, bosquejan presencias de las que él fue testigo, testimoniando el rastro fulgurante de un momento y de una mirada.
Gustavo Goñi, fotógrafo y ex integrante del grupo Rozarte, es el más joven de los cinco. También toma como tema lo vegetal, pero creando sus propios caprichos decorativos sobre materiales encontrados. Su vegetación fantástica es, de las cinco obras, la más cercana a lo abstracto.
En suma, se trata de cinco razones para seguir dibujando y disfrutando de mirar dibujos, un arte que por lo visto no ha perdido vigencia en Rosario. Se dirá que pueden contarse con los dedos de una mano; pero gutta carva lapidum.
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