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Miércoles, 14 de noviembre de 2007

CULTURA / ESPECTáCULOS › GRACIELA BALLESTERO HABLA DE LA NOVELA

"Un lugar lícito para matar"

 Por Fernanda González Cortiñas

"La novela es el mejor, el único lugar lícito para matar a medio mundo", afirma sin prurito Graciela Ballestero, autora de La devoradora, novela ganadora de la última edición del Premio Musto.

Laura --curiosamente el mismo nombre de la protagonista de su anterior novela, Sombras y árboles (Colihue, 1998)-- es una mujer que ha pasado los cincuenta, con cierta obsesión masticatoria, y que en plan de cimentar una nueva relación debe revelar una parte de su pasado que hubiera preferido mantener en la oscuridad para siempre.

Un jurado integrado por Angélica Gorodischer, Cecilia Muruaga y Daniel Link, entendió que la destreza narrativa de Ballestero a la hora de construir las atmósferas y generar densidad en los personajes que pueblan este relato, la hacían acreedora al primer lugar en el certamen.

"Cuando tenía doce años, una amiga me transcribió un fragmento de "Hojas de hierba", de Walt Whitman. La fuerza de ese poema, el ritmo, las imágenes, la carga emotiva de las palabras, me conmovieron como nada antes. Fue en ese preciso momento cuando dije que quería ser escritora", cuenta Ballestero a Rosario/12. "Obviamente yo jamás podría ser Whitman, pero eso no me acobardó. Escribí mucho, malo, bueno, regular, y experimenté todo el tiempo buscando esa joyita que es la obsesión de todo el que escribe: la propia voz". Su primer libro de poemas fue publicado en San Nicolás (ciudad en la que nació), en 1975. Asegura que desde entonces no ha dejado de escribir.

-¿Cómo se da el salto de la poesía a la narrativa?

-Hace quince años que vengo experimentando con este género, porque en un momento necesité contar historias, expresar mi mirada sobre la realidad, mi manera de estar en el mundo, a través de la ficción. Para esto elegí la novela por ser el espacio de mayor libertad, aunque al mismo tiempo esa libertad esté bastante restringida al comienzo por la búsqueda del tono apropiado, del lenguaje apropiado, de las situaciones en las que entrarán en juego los personajes. Cuando finalmente, y a veces después de muchos intentos, se encuentra el tono, entonces sí empieza la escritura a ser placentera e ilimitada. Después de varios intentos de los que ni siquiera conservo los originales, escribí Sombras y árboles, que ganó el Tercer Premio de Novela Juvenil en Ediciones Colihue en 1993.

-La devoradora se desarrolla con el telón de fondo de la dictadura, ¿cuánto hay de realidad y cuánto de ficción en la novela? ¿Cuánto de autobiográfico?

-Me parece que ese es un dato menor a la hora de escribir. Se crean situaciones para poder decir lo que se quiere decir y se juega a manejar la realidad de la ficción, ya que no es posible manejar la realidad de la vida. El hecho de que la narración esté en primera persona, suele hacer creer al lector que es la autora la que cuenta un fragmento de su propia vida. La devoradora no es, definitivamente una novela autobiográfica, aunque por momentos la autora y el personaje sean la misma. Creo que si verdaderamente hubiera vivido lo que cuento, no podría haberlo escrito. De todos modos, la novela es el mejor, el único lugar lícito para matar a medio mundo.

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