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Lunes, 2 de noviembre de 2009

CULTURA / ESPECTáCULOS › EXHIBEN "LUCES DE LA CIUDAD" EN MADRE CABRINI

Una joya de Chaplin, sin palabras

Esta noche a las 21.30, en la sala Madre Cabrini, se podrá volver a ver uno de los clásicos films de Charles Chaplin de principios de los años 30, Luces de la ciudad (City Lights), cuyo estreno tuvo lugar tres años después de la presentación de su melancólico film El circo y cinco años antes de Tiempos modernos, una historia cuya mirada apunta críticamente los aspectos más alienantes y deshumanizadores de la sociedad industrial.

Entre los melodramas elegidos por numerosos críticos de la historia del cine figura City Lights, film en el que volvemos a encontrar al ya mítico Charlot, quien ahora nos ofrece una historia conmovedora que alcanza a cuestionar algunos tabúes sociales. Y pese a que renunció a la palabra hablada, en una época en la que el cine sonoro era la gran novedad, obtuvo una fervorosa respuesta de público.

Están presentes en el film ciertos tópicos que encontramos en la mayor parte de sus producciones, como asimismo gran parte del equipo técnico y actoral que lo acompañará durante muchos años. Las desigualdades sociales, el amor no correspondido, el altruismo y la solidaridad, los equívocos; todo ello contribuye a crear un film que define el universo de su personaje, identificable por su vestimenta, por su manera de caminar, por la mirada.

Tanto Chaplin como René Clair consideraban que el diálogo en el film podía anular la capacidad expresiva de lo gestual; de la mímica y de los movimientos corporales. Y es por ello que tuvo en cuenta estos elementos para centrar la atención en la plástica compositiva y en el ritmo interior del plano, sostenido en algunas oportunidades por dosificados efectos sonoros y motivos musicales.

Considerado como uno de los grandes humanistas de la historia del arte, Chaplin ofrece momentos que perduran en la memoria, tales como aquel en el cual Charlot duerme en los brazos de la estatua de la justicia. En el relato, Chaplin renunció al tan esperado "happy end".

Ya en 1929, Chaplin frente a la maquinaria del sonoro que tenía como lema "todo cantado, todo hablado, todo bailado", escribirá sus propias reflexiones: "El silencio es la esencia del cine. En mis films no hablo jamás. No creo que la voz pueda agregar mayor significado a mis comedias. Al contrario destruiría la ilusión que deseo crear, aquella de una pequeña imagen simbólica divertida, no un personaje real; sino una idea humorística, una abstracción de lo cómico".

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