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Miércoles, 6 de enero de 2010

CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. LECTURAS EN VIVO, CONGRESOS Y RECAMBIO GENERACIONAL SIGNARON 2009.

El año en que todos fueron Beatles

El espectro de los sesenta recorrió la ciudad. Los nacidos en esa década maduraron como autores y gestores, respaldados por el presupuesto oficial mientras los más jóvenes, remando contra la crisis, autogestionaron eventos y publicaciones.

 Por Beatriz Vignoli

Acaba de irse un año literario rosarino de lecturas en vivo, congresos y debates, recambio generacional y ediciones ilustradas. A 40 años de 1969, el espectro de los sesenta recorrió la ciudad, igual que en plástica. Los nacidos en esa década maduraron como autores y gestores, respaldados por el presupuesto oficial mientras los más jóvenes, remando contra la crisis, autogestionaron todo tipo de eventos y publicaciones. Las instituciones oficiales se ocuparon de algunos de ellos (en un premio Aldana más joven que nunca) y también de la historia local, publicando libros accesibles de buena calidad editorial y con fotos. Al terminar la cuarentena por la gripe A, un público ávido se volcó a las lecturas en vivo. Una mezcla rara de hiperactividad y nostalgia tiñó todo.

La decimoséptima edición del Festival Internacional de Poesía de Rosario estrenó su otro espacio en el Centro Cultural Parque de España, además del tradicional Centro Cultural Bernardino Rivadavia. Los "perritos de ceniza" (como los llamó el poeta que editó a muchos de ellos, José Luis Mangieri, citando un verso de Francisco Madariaga) tomaron la posta. El de 2009 fue el Festival de Poesía de la generación Jones: tres poetas nacidos en los 60, inclusivos de sus propios coetáneos, lo organizaron con oído atento además a las voces más ricas y originales de entre sus sucesores. También se honró a los predecesores, con emocionantes lecturas de José Kozer, Diana Bellessi y la gran mesa de cierre donde Juana Bignozzi y Susana Figueroa jugaron a ser divas por unos minutos. Fue un festival joven: fue el festival de los "poeta y", no de los "y poeta". Hubo una presencia masiva de autores de promociones recientes, venidos de todo el país: constructores de un campo literario con discusiones, producciones y modos de circulación que dieron identidad a una década que ya terminó y aún no tiene nombre.

El bar Tercer Mundo aportó un espacio vital para las lecturas de trasnoche del Festival, un after que tuvo su encanto carnavalesco y bohemio. Tercer Mundo sostuvo todo el año un ciclo independiente de lunes de lecturas de poesía, organizado y creado por Alejandra Méndez ya un par de años atrás, y además fue anfitrión de actividades como la transmisión en vivo de la radio, revista y grupo de teatro Tropofonía. La transmisión fue ajustada, no decayó nunca y tuvo momentos geniales, como la puesta en escena de Sala de Psicopatología de Alejandra Pizarnik o un radioteatro cómico de los hermanos Marx. Hacia fin de año, Tropofonía también organizó un festival cultural con talleres literarios y de periodismo, performances de poesía y debates sobre la edición independiente. Una gesta heroica, teniendo en cuenta que el festival fue completamente autogestionado por el grupo.

La revista En Voz Alta produjo una lectura de cuentos en el Centro de Expresiones Contemporáneas. La editorial independiente Espiral Calipso, dirigida por Rocío Muñoz y Mara Morosano, llevó adelante cada miércoles un ciclo de lecturas de poesía con micrófono abierto en Corrientes 1380, ciclo que junto al de Tercer Mundo configuró una escena de lecturas independientes muy activa. Ésta se articuló con el Festival de Poesía y con el Congreso Cuestiones Críticas de la UNR. En Santa Fe capital, el ciclo "Poesía Elástica" convocó a poetas y editores de Santa Fe, Rafaela, Rosario y Buenos Aires, en un bar donde no faltó guitarra hasta el amanecer.

Entre las ediciones se destacan dos rescates: el de los ensayos de Francisco "Paco" Urondo (libro publicado en Buenos Aires por Mansalva y compilado por Osvaldo Aguirre en el marco del XVII Festival Internacional de Poesía) y el abultado tomo en letra chica en que la Editorial Municipal de Rosario, en una cuidada edición que incluye fotos del legado del autor y un completo estudio preliminar de toda su obra por Analía Capdevila, reeditó la novela Intemperie, de Roger Pla. Novelista comprometido con la realidad nacional, crítico de arte que se ocupó de Berni, de Grela y de Gambartes, y guionista "alimenticio" de historietas y fotonovelas, Pla es una deuda que Rosario tenía con su incompleta pero audaz modernidad. Obra post autónoma avant la lettre, esta ambiciosa novela experimental y de crisis fue escrita en la segunda mitad de los años sesenta y no sólo está atravesada por la política de la época sino por su arte. Pudo ser la gran novela argentina si no fuera por su giro fantástico hacia un final demasiado fechado. Además de esto y de sus ya tradicionales premios (el Aldana, el Musto y el de relato de no ficción), la EMR publicó tres títulos más de su Colección Naranja: una serie de crónicas ilustradas sobre lugares de Rosario y la región, comenzada el año pasado, para la que convocó a autores reconocidos. Entre otros, Elvio Gandolfo (Real en el Rosedal) revolvió fotos familiares para un entrañable paseo por el parque del club de sus amores, salpicado de cómicos detalles como las llamadas supersticiosas a Marcelo Bielsa o los hermanos Gandolfo Kern imitando poses de alguna foto de los Beatles.

La Universidad Nacional del Litoral amplió su catálogo con varios títulos nuevos en poesía y con Almacén Las Colonias, una excelente recopilación de relatos de Jorge Isaías, quien también publicó Las calandrias de Juanele por Editorial Fundación Ross. Este último está ilustrado con fotos de Florencia Giménez, en un recorrido por los lugares de Los Quirquinchos que inspiraron a Isaías, entre ellos el almacén que da título al otro libro. Ciudad Gótica, entre su copioso catálogo, se lució con la novela El Taunus verde, la segunda de Pablo Gavazza, una de las pocas escritas en Rosario que abordan la situación actual de los nacidos en los sesenta. Basada en el modelo del relato de crisis existencial (el que usó Pla en Intemperie), la novela coquetea con la ciencia ficción, transcurre entre estaciones, cementerios, burdeles y otros "no lugares" en ruinas y opone al infame Falcon verde otro automóvil Ford del mismo color, no menos ominoso. Otros libros de autores de esta generación fueron Todos mienten, de Osvaldo Aguirre, por Negro Absoluto, o el póstumo (y olvidable) Imaginarios comunes, de Fernando Toloza.

En otro orden de cosas, la Fundación Espigas y el Centro de Estudios e Información parque de España (Cehipe) editaron una obra de consulta pionera en su campo, el de la historia del arte. El coleccionismo de arte en Rosario. Colección, mercado y exhibiciones, 1880 a 1970, brinda un panorama de lo que fue esa tercera pata perdida del campo del arte local. Se destaca el trabajo de Pablo Montini sobre Juan Castagnino. El CCPE también fue sede de varios ciclos de mesas redondas y debates que contribuyeron a pensar las nuevas relaciones entre literatura y otros campos culturales. Por mencionar sólo uno, en la jornada "Estéticas de la dispersión" disertaron Damián Tabarovsky, Sergio Raimondi, Lucrecia Martel, Ana Longoni y Pablo Schanton.

Las editoriales independientes, como del Bulevar o la flamante Espiral Calipso, siguieron produciendo milagrosamente en un año poco próspero. Otro milagro fue la politización de los poetas locales a través de la lucha de la SEA por la Casa de la Poesía. Y otra iniciativa loable fue la del concurso de cuentos de la Asociación Médica, que dio cierta visibilidad a un puñado de autores que normalmente no acceden a la publicación. Es de esperar que en 2010 se multipliquen proyectos editoriales válidos, viables y capaces de acercar al público lector a los muchos escritores secretos que tiene la ciudad.

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El rosarino Roger Pla. La EMR le reeditó Intemperie (1973).
 
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