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Lunes, 24 de mayo de 2010

CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. LA CINTA BLANCA, DE MICHAEL HANEKE INDAGA EN LOS PLIEGUES DEL ORIGEN DEL NAZISMO

Parábola sobre fanatismo y violencia

Considerada por su director "una obra contra cualquier uso perverso de ideas corruptas", la película cuenta en blanco y negro, a la manera de una crónica, la marca de conductas severas, autoritarias, de dogmatismo religioso y reprimidas.

 Por Emilio A. Bellon

En el Festival de Cannes de 2009, en el que el realizador Alain Resnais recibió el "premio especial por el conjunto de su carrera" y en el que se dio a conocer su último film Las hierbas salvajes, el máximo galardón, la Palma de Oro le fue asignado a La cinta blanca, de Michael Haneke. Tiempo después, y ya en los umbrales del premio Oscar, el film fue seleccionado para representar a Alemania para competir en el rubro "mejor película extranjera". La continuidad de esta historia es de público conocimiento. Sabemos que La cinta blanca fue una de las favoritas por parte de los que integraban el jurado; pero finalmente, le premio lo recibió el muy controvertido, aunque igualmente muy ovacionado, film de Juan José Campanella, El secreto de sus ojos.

Desde estas básicas consideraciones el lector podrá inferir acerca de los criterios que finalmente triunfan en el mundo de la industria del cine estadounidense: mientras el film de Juan José Campanella decidía cerrar, desde la voluntad de su protagonista, literalmente, las puertas del horror de lo que acababa de presenciar en una alejada finca en la que se estaba llevando a cabo una acción por mano propia; el film de Haneke nos propone indagar en los silenciosos y alarmantes pliegues de un pasado que dará a origen a una de las manifestaciones más abominables del totalitarismo del siglo pasado, cuyas consignas y sombras aún permanecen agazapadas.

Podríamos tal vez considerar, desde algunos aspectos, a La cinta blanca como una relectura de lo que el genial Ingmar Bergman nos proponía en su incomprendido film de los 70, El huevo de la serpiente, cuya historia transcurría en Berlín, a lo largo de una semana de 1923; época atravesada por persecuciones, una alarmante desocupación, picos inflacionarios y proliferación de mercados negros. Ahí, detrás de la escena, el movimiento nacional socialista actuaba con su peligrosa astucia, moviendo los hilos de fuertes sentimientos nacionalistas y promesas de un renacimiento y de fe en el mañana. Como se puede seguir de cerca a través de algunas canciones, en el admirable film de Bob Fosse, Cabaret.

A diferencia de El huevo de la serpiente, el film de Haneke transcurre en un pueblo de Alemania del Norte en los días previos a la Primera Guerra Mundial. En ese espacio, retratado por medio de una serena fotografía en blanco y negro, que parece transmitir la idea de un mundo ordenado y armónico, algo extraño, sospechoso, comienza a manifestarse.

Desde la voz en off de un hombre ya maduro que recuerda, cuya voz va proyectando con sus propios estados de ánimo el acontecer de aquellos días en los que cumplía función docente, como maestro del lugar, La cinta blanca va mostrando, en principio, a la manera de una crónica, los distintos hechos que se comenzarán a suceder allí, en ese espacio, marcado como en los films de Bergman, por conductas severas y autoritarias, dogmáticas en el orden de lo religioso, reprimidas e hipócritas. Una sociedad que no tolera el mínimo error, una comunidad que tras sus canciones celestiales, no se permite perdonar.

El título del film alude a una suerte de insignia y emblema, ligado no sólo a la pureza e inocencia, sino también a lo que se debe llevar ante la culpabilidad de una falta, hasta poder recuperar un estado de arrepentimiento y purificación. En el film de Michael Haneke, de quien destaco particularmente Caché (Escondido) con Daniel Auteuil y Juliette Binoche, el transcurrir de los días se sostiene en una voz, que pausada y dolorosa, ayuda a construir un relato distanciado, por momentos hierático, en el que todo parece que va a estallar desde una violencia subterránea, contenida.

Retrato de una sociedad enferma, que maquilla su perversión en aparentes normas de convivencia y de sagrados rituales, La cinta blanca va describiendo un micromundo, símbolo de una sociedad en descomposición en el que el desprecio, las vejaciones y sometimientos, la discriminación, van señalando la arquitectura de los sistemas despóticos y genocidas, en el que se debe excluir y eliminar al diferente, en el que no existirá punto de vista que se corra de una inalterable posición, en el que las relaciones de clase someten y humillan.

Michael Haneke desde una perspectiva crítica inusual en el cine de hoy se atreve allí donde otros apelan al conformismo y al cínico olvido. Los protagonistas de esta historia no son algunos: las conductas de perversión alcanzan a todos los miembros de una comunidad, a todas las edades, a todos los roles, en un pacto de cómplice silencio y de una falsa garantía de estabilidad.

Desde un rigor narrativo que nos recuerda a las novelas tradicionales, por su armado, por la construcción de situaciones, el film explora la violación de una ética y apela a una actitud crítica sobre la responsabilidad individual y social. Desde su mirar hacia el pasado, La cinta blanca nos mueve a reflexionar sobre los comportamientos de hoy y todo el relato se va construyendo como una parábola sobre el fanatismo y la violencia, a partir del funcionamiento de arbitrarias leyes sociales, que relegan al individuo a un permanente estado de resentimiento y de culpa.

Originalmente, La cinta blanca fue pensada como una miniserie, pero por razones de financiamiento no pudo llegar a ser. En el momento inicial del guión el nombre que había pensado su realizador era La mano derecha de Dios, ya que como señala Michael Haneke: "Una vez que pequeños protagonistas han absorbido las consignas de la vida de sus mayores, las aplican con el mismo rigor. Por eso no considero que La cinta blanca sea sólo un film histórico sobre el nacimiento de las ideas del nazismo, sino una obra contra cualquier uso perverso de ideas corruptas".

La cinta blanca. 10 (diez) puntos.

(Der Weisse Band)

Alemania Austria Francia Italia, 2009.

Guión y dirección: Michael Haneke

Fotografía: Christian Berger

Montaje: Monika Willi

Intérpretes: Christian Friedel, Leonie Benesch, Ulrich Tukur, Fion Mutert, Ursina Lardi.

Duración: 144 minutos.

Salas de estreno: El Cairo, Del Siglo, Showcase y Village.

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La película se estructura desde la voz de un hombre maduro que recuerda sus días como docente.
 
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