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Miércoles, 21 de junio de 2006

CULTURA / ESPECTáCULOS › PABLO FRANCESCUTTI, PERIODISTA CIENTIFICO

Ciencia, el arte de comunicar

Se recibió de antropólogo en la UNR, pero se fue a España, donde es uno de los pocos redactores científicos. "Debemos vulgarizar la información sin perder el rigor", apuntó.

 Por Fernanda González Cortiñas

Se recibió de antropólogo en la UNR pero un doctorado en Sociología lo arrastró hasta el otro lado del Atlántico. Instalado en Madrid, con un pasado ligado, de algún modo, a las letras, resolvió ganarse la vida como periodista. Hoy, después de haber trabajado en medios como El Mundo, La Razón, Cambio 16, El Europeo y GQ, entre otras, Pablo Francescutti es uno de los pocos y mejor reputados periodistas científicos que hay en España. De paso por su ciudad --en donde participó del ciclo "Cultura Científica y Sociedad", que se desarrolló días atrás en el Centro Cultural Parque de España-- dialogó con Rosario/12 acerca del reto que implica comunicar temas que aunque involucran a todo el mundo, entienden sólo algunos pocos.

"Creo que el periodista científico tiene dos tipos de problemas fundamentales", explica el autor de Historia del futuro (Alianza, 2002) y La pantalla profética (Cátedra, 2004), títulos lamentablemente inhallables por estas costas. "Por un lado, los que tendría cualquier periodista: capturar la atención del lector, resistir las presiones, mantener la independencia de criterio, etc. Por otro, los específicos del género, relacionados principalmente con el escribir sobre algo acerca de lo cual la gente conoce muy poco. Es un doble esfuerzo. Cuando uno habla de Bush, de la inflación, o del Mundial, partimos de que el lector cuenta con algunos presupuestos básicos. En nuestro caso, cada año tenemos que volver a explicar ﷓﷓y cada vez con menos palabras﷓﷓ en qué consiste la Teoría de la Relatividad. Debemos vulgarizar la información sin perder el rigor".

-En alguna oportunidad ha dicho que su especialidad más que periodismo científico podría llamarse periodismo de "ciencia ficción", ¿por qué?

-A veces, uno de los recursos que tenemos para divulgar hechos científicos es usar "tropos" de la ciencia ficción. Si tenemos que hablar de clonación, tomamos como ejemplo Los niños del Brasil, o si tenemos que

hablar de nuevos sistemas de vigilancia, de 1984, o si hay que hablar de

algún proyecto de la NASA, mencionamos 2001 Odisea del espacio. Para comunicar siempre es necesario manejarse con parámetros conocidos por el lector, sobre todo para ingresar a territorios desconocidos.

-¿En qué estado diría que se encuentra hoy el periodismo científico?

-Hay un fenómeno muy curioso. Desde que yo empecé en esto, hace 16 años, en la redacciones se escucha el rumor de que se viene "la hora del despegue", de que "con esto -cualquiera sea el hecho- la sociedad se va a dar cuenta de la importancia de la ciencia y la técnica y que nuestra profesión va a comenzar a tener el lugar que se merece", etc, etc. Bueno, eso hasta ahora, no ha ocurrido. Los diarios más importantes tienen, como máximo, dos periodistas para este área. Sin embargo, lo que sí ha aumentado es la comunicación científica. Y hago esta distinción porque en la medida en que aumentan los actores que intervienen en la comunicación de la ciencia ﷓﷓científicos, agencias especializadas, museos interactivos de ciencias, instituciones públicas, fundaciones, colectivos científicos, asociaciones profesionales, etc.﷓﷓ aumenta la comunicación. Cada uno de ellos piden cada vez más presencia pública, entre otras cosas porque han descubierto que es necesario librar la batalla de la opinión pública. Así, boletines, ruedas de prensa, revistas especializadas, sitios on﷓﷓line, etc. demuestran que los protagonistas del mundo de la ciencia y la técnica han comenzado a ver como indispensable el hecho de tener una política de comunicación. Esto ha hecho que nuestras fuentes se hayan complejizado, lo que también ha hecho más interesante el trabajo. Antes nuestra tarea era casi la de un traductor: leíamos los papers que nos enviaban los científicos, las asociaciones o los laboratorios, y los trasladábamos a un lenguaje accesible al lector. Ahora eso ha cambiado y hay controversia, juegos de intereses, presiones económicas, políticas, etc. Anteriormente, una controversia científica podía observar, a lo sumo, una cuestión de presupuesto; si el gobierno puso suficientes o insuficientes fondos para tal o cual investigación. Ahora, el campo se ha abierto: ahí están los alimentos transgénicos, las papeleras, el agujero de ozono, la gripe aviar; todos temas que involucran de un modo político a la sociedad, problemas con los que cualquier vecino debe lidiar y tomar decisiones, y por eso se hace necesario informar lo más amplia y profundamente posible. Desde luego esto también ha obligado a los periodistas científicos también a manejar algunas variables pertenecientes a otras disciplinas, que antes no eran necesarias. Esta complejización ha abierto el espectro a más actores, aunque, insisto, esto no se vea reflejado en el número de periodistas científicos que tienen los grandes medios.

-A pesar de esto, el periodismo científico siempre ha sido relegado a las últimas páginas o a algún suplemento especial. A diferencia de los temas políticos y sociales, las cuestiones científicas casi nunca son tapa...

-Pero creo que esto es algo que se está revirtiendo. La oveja Dolly fue tapa, el mapa del genoma humano fue tapa, el tsunami fue tapa. Pienso que ésta será una tendencia que lenta pero seguramente irá creciendo, fundamentalmente si se toma en cuenta la acelerada tecnologización de la vida cotidiana que atraviesan nuestras sociedades actuales.

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Pablo Francescutti es rosarino y ha escrito en varios medios españoles. "Antes nuestra tarea era casi la de un traductor: leíamos los papers de los científicos".
 
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